Coloniza al revés: en un cuento de Tennessee Williams, cuyo título no recuerdo, en un pueblo del sur de los EEUU, un hombre blanco obtiene mucho placer al ser lentamente desmembrado por un masajista negro.
Coloniza por
dentro: unos cuantos intelectuales independentistas puertorriqueños, todos de
procedencia burguesa, gustan de despreciar a los puertorriqueños.
Coloniza con escalas: en una fiesta en el muy “chic” pueblito de Guaynabo,
Puerto Rico, un gay "jabao" le dice a otro – pero tu familia y la de sutano no socializaban
en Ponce.
Coloniza
academicamente: dos muy “bien educadas” feministas e izquierdistas en el Barrio Latino de NY, Tercera y 103 de Manhattan, repetían constantemente que ellas estudiaron en tal
o cual prestigioso colegio.
Coloniza racialmente:
un dominicano en Miami le reclamaba a otro, que su apellido era francés porque tenía
ascendencia haitiana, y el otro sostenía que no, que era descendiente directo de
europeos. Coloniza sexualmente. “Ese hombre es mío….”, canta una bolerista cubana, y no hay que ir muy lejos para saber con quién y por qué ella pelea por su macho.
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