Wednesday, January 2, 2013

Lesbianas Freirianas

No le importó, quizás no le pasó por la cabeza, que sus sujetos eran dos hombres cuarentones. Que si estaban vestidos demasiados juveniles no era debatible; tampoco era razón para referirse a ellos con el diminutivo, “loquitas”. Partidos son, delgaditos, vestidos con ropas entalladas, a la moda aunque se jodan, recortes al borde de Ricky Martin, y con tatuajes.

Lo de parecer modelitos no le da autoridad a una  lesbiana de closet, o bisexual, o feminista que experimentó con mujeres por ser muy liberal, o no sé qué es. El que guste jugar con su identidad sexual y usarla para propósitos mas allá de lo político o sexual (vuelvo y repito) no le da autoridad para referirse a ellos como loquitas. Llenó la copa la nena que marcha en pro de los derechos de todos.

Tanto discurso freiriano de alfabetizadora de barrios y pueblos enteros para terminar delatándose con un,”te vi cuando ibas con las dos loquitas”. Dos loquitas que molestan con su carácter amanerado, delicado, finos, de muy buenos modales, nada agresivos; que molestan a las feministas tipo profesora dogmaatica de literatura anti-colonialista, la que gusta de los hombres “bien machos”. Loquitas que molestan  a la estudiosa de Freire, y a otras u otros cuya liberación es a medias.

Así de clarito lo oí en la ciudad de Nueva York, un día tal del pasado año. Dos loquitas. Los mismos diminutivos que se oyen en otros lugares, con otros referentes: la negrita de Santurce tiene sobre cincuenta años, es una profesional en todo el sentido de la palabra y mide más de seis pies. Cuando se refieren a ella, es una negrita. El jibarito no es un ser humano. Tampco es un agricultor con muchas décadas de experiencia. Es una pieza foklórica.

Diminutivos muy distintos de los que acarician: el cafecito o el juguito. Precidos todos a los que disminuyen: el patito, negrito, indiecito, muchachita, muchachito, culito.

Loquitas los tres, y dos eran jibaritos. Lo decía, entre otros, una patita.



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