Sunday, March 31, 2013

Googlea, papi, googlea (Reggaetón cibernético)


Googlea, papi, googlea
Despega tu pega del libro
Que a cibernecia se han ido
La praxis, el logo, el signo
Googlea, papi, googlea
De wiki nos llega el destino
A wiki va todo camino
Detrás de donde salimos
Googlea, papi, googlea  
Y deja de ser tan cretino.

(Pueden seguir con esto por donde les dé la gana; que la época del libro pegadito al pecho, mientras disfrutan de hermosas y profundas ideas o imágenes,  va a ser para los pocos que puedan costearlo; therefore, read my screen – en vez de lo que dicen las urbanites teenagers de New Yrok, “read my hand”, and, googlea, papi, googlea)

Saturday, March 30, 2013

Amor en tiempos de (casi) (H) jaicus criollos


Enhebrados
Y sin hilo
Chichamos.
 
En tu cuerpo
Enhebrado
Fui tuyo.

Bésame esta noche
Como si fuera
Otra noche.
 
Sácalo otra vez
Ponlo de nuevo.
 
Enrédame
Tus brazos
Tus piernas
Otra vez, ya.

Osmosis, fluidos
Coito geshtalt.
 
Placer mental
Aunque duela.
 
Como todo un bolero
Cualquiera, el tuyo
O de María Félix.
-
María Félix no cantaba boleros
Ella era este bolero
 
Por si no te vuelvo a ver
Un largo rato, déjalo ahí


                                                         (c) Nueva York, 2000
 

La Espera


El vacío adquiere su razón de ser
Un minuto, quince por mucho
Abandonado por la espera
El café se toma su tiempo
Las borras en la taza    
El aroma imponen
Sobre sí mismas
No llegas
La miro.

Friday, March 29, 2013

El cóndor


El cóndor es una utopía; nunca pasó.  (Poeta puertorriqueño dentro de una vitrina en Bushwick, Brooklyn, NY. Viernes Santo, 2103)

Bloguerías y la vida del bloguero


“Pessoa rehacía, destruía y guardaba. Olvidaba proyectos, los retomaba años después y los modificaba en una mañana. Añadía una hoja a un volumen inacabado que luego traspapelaba. Escribía en cuartillas ordenadas a veces, pero otras lo hacía en sobres, en notas de contabilidad, en el reverso de circulares empresariales. Reemprendía obras que se multiplicaban como un árbol ramificado hasta el infinito, llevaba adelante varios libros a la vez... Daba la impresión de que el peso mismo de su deseo de escribir le sepultaba, que le atenazaba el no poder controlar su propia e inmensa ambición reconvertida continuamente en un creciente caos en búsqueda de belleza.”  Ximénez Barca, Antonio, http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/28/actualidad/1364497498_588366.html

¡A saber! Puede ser que además de belleza, Pessoa buscaba algo que nunca logremos averiguar.
El autor describe a Pessoa, y sin querer describe mi lucha con lo que escribo, boto, re-escribo, destruyo, me arrepiento, pierdo, empiezo de nuevo, por otro lado empiezo otro texto, corrijo, dejo uno y otro a mitad, vuelvo, me pierdo entre cajas, archivos, libretas, papeles, notas, servilletas, vuelvo, polvos que no echo, hecho polvo, escribo y re-escribo garabatos que vuelven a su origen y no  parecen lo que eran.

Thursday, March 28, 2013

Jíbaros y espejos africanos


Don Juan Carlos, emperador de Las Antillas, dueño y señor de la mulatería, la negrada,  el mestizaje, los pocos aindiados que quedan, la jinchera, y de todas las demás razas puras de estas islas, patrimonio cultural de la tierra es lo único que recuerdo del discurso que dio quien me acompañaba y me introducía a un público que no tenia caras, en el sueño que tuve anoche. (Solo yo sueño con ser emperador de Las Antillas. Ni Carpentier con sus delirios de grandeza lingüística, machista, soñó con ser emperador; soñó emperadores y con aspirantes a emperadores, pero no ser emperador. Otro escritor se burló de aquellos que bordean los emperadores, ¿ el que dijo “sus mis cocolos de negras caras” y pronosticó que los herederos letrados se iban a convertir en condes de la mermelada por las calles antillanas?)

Mis sueños concuerdan muy bien con la evolución de mi personalidad. No es que quiera ser emperador. Cual escultura griega esculpida por los mejores cinceles de su época, he trabajado esta personalidad con los más avanzados recursos del siglo veinte; hecha a imagen y semejanza de las clases medias internacionales y criticada por las misma: construcción y desconstrucción dijo la nueva critica de Santa Rita, Rio Piedras. No se puede contradecir el hecho que si la Grecia clásica dictaminó lo que debía ser un ser - valga la concordancia de la redundancia, la África ancestral sentó las bases para un estar. (¿Se dan cuenta como "me boto" con el idioma?)

Tanto concordar me lleva al deseo de armonía que tanto busco, y que si no hubiese sido porque me vi obligado a dejar mis planes de hacerme modisto y mudarme a Nueva York, quizás no lo hubiese emprendido. Mi mudanza a Harlem me confirmó los deseos de conocer al África. Claro, primero fui a Egipto y luego al África occidental. En Alejandría compré unos espejos pequeñísimos, preciosos, cuyos marcos tenían escritas unas oraciones. Cual joyas guardadas por Indiana Jones me los llevé a la tierra de los Yorubas, donde terminaba mi tour y donde se rompieron los espejos. ¿Mal agüero? Un chiripero, arma espejos en Dakar buscó en sus diccionarios y encontró que los textos eran traducciones al swahili clásico de textos escritos por Jorge Luis Borges, quedé anonadado ( palabra aprendida en telnnovela argentina).

El clima provoca, y África central tiene el mismo clima del Caribe; ese clima caliente donde nos criamos. A nuestros padres jibaros del cerro nunca les provocó la costa con un clima tan caliente las veinte y cuatro horas del día, los desanimaba. Nuestros padres eran de las frescas y brumosas montañas de Jájome, del Caribe montañoso. Jíbaros, gente en una isla que no usaba el mar, gente que disfrutaba de la frescura de la tarde y sembraban la tierra. Nunca se integraron al nuevo entorno.  Mis hermanos y yo no, siempre nos sentimos más urbanos. Al mudarse nuestros padres a la costa, tuvimos un entorno distinto al de ellos, más moderno, más desahogado con la cultura, más a tono con lo afroantillano. Nuestros padres oían cuatros y cantaban décimas. Nosotros bailábamos salsa y música afro-antillana. Por eso, el año pasado, me fui a África. (Es que también soy muy “trendy”, y en Nueva York es de “rigueur” ir de paseo al África, y hasta adoptar niños africanos.)

En África, la religión fue lo más difícil de entender. Yo sé que mi desarrollo es inevitable. Ahora, este desarrollo no ha sido orgánico, ha sido forzado. La religión también se desarrolla, también lo sé, pero en África, ambos chocamos. Ni mis conocimientos sobre las teorías de la evolución,  ni mis vivencias en el Caribe antillano me perpararon para darle cara a  los signos a los que me enfrentó la religión en el continente madre. No pude “desborujarar” los tambores y efímeras grafías en la tierra. (El vocablo borujo me dijo un lingüista cubano es de origen canario, “borderline’ africano. Y lo de continente madre, pues, si tenemos madre patria, tenemos continente madre.)

Mi etapa (aquella donde estaba, ya que ahora,  como resultado del viaje al África, estoy en otra etapa) y los signos de la religión en África no concordaban, provocándome un desconcierto, un estado de desequilibrio Piagetiano, un despojo a lo Yeya la curandera. (¿Ves que cito y cito; y meto los paréntesis dentro de los párrafos? Es que evoluciono dentro de la escritura misma en un solo texto.) Bien pesado que fue este sentimiento de desequilibrio, pero fue bonito, un alivio existencial,  lograr la transformación de esos sentimientos durante el desconcierto que causaron los signos de la religión en África, que no son los mismos signos de la religión con la cual yo me crié en mi pueblo, y mucho menos los signos religiosos de los jibaros en Jájome.

Ese pueblo que mira hacia el sur, el Caribe, no es África, a pesar de lo africano que puede ser, especialmente en cuestiones religiosas. A ese pueblo que siempre mira hacia las otras islas, lo conocí mejor en África. Ese pueblo por donde se paseaba Tembandumba de la Quimbambas, ese pueblo de donde salió una de nuestras cantantes nacionales. (Esa muy atrevida nena, durante una celebración de la cultura puertorriqueña en Nueva York, habló de nuestra herencia hispánica; cuando ella era más prieta que el fondo de un caldero. Lo mismo dijo un escritor bastante obscurito, diva internacional, en Madrid, y los españoles aturdidos, a lo bolero de la Rexach. De todas maneras, ¿qué tiene que ver lo prieto con la conciencia y los signos mal entendidos?)

Y para no aburrirlos más con este cuento, en Nueva York vendí los espejos por mucho dinero.

 

Wednesday, March 27, 2013

Santa Teresa levitaba

Un análisis sicoanalítico (véase enlace) de Santa Teresa de Jesús sostiene:  "El miedo inquisitorial heredado de sus ancestros sometidos al 'sambenito' en su originario Toledo, se combinó en ella con un pavor al infierno, mezcla que le impulsó a tomar los hábitos siendo prácticamente una adolescente, de tal manera que ambos factores generaron en la joven Teresa una serie de taimadas percepciones de la realidad que dejaron su poso en un cuadro de patologías, desde depresión a síntomas histéricos, que la mantuvieron en cama o enferma hasta cumplir los cuarenta años."  Con esa historia, levita cualquiera....

Tuesday, March 26, 2013

CCNY, el Workshop Center y las vidas o muertes de tantas voces


Son tantas las voces que te hablan, y es preferible caminarlas a lo Palés Matos, quien a pie iba desde San Juan a Rio Piedras, y que les decía: "déjenme tranquilo, no quiero hablar con nadie", escribió alguien en una biografía; el gran poeta de las calles y modos antillanos, cuando era abrumado por las voces, las caminaba para tranquilizarlas; y es preferible darles un paseo a pegarles un tiro como hizo Hemingway, o meterlas con la cabeza en un horno, ¿la recuerdan?, la Plath, o ahogarlas en las aguas de Rockaway Beach en Brooklyn, o neutralizarlas con las pastillas de moda, o dejar la escuela porque la muy diligente y metódica profesora de literatura no entendía que las voces del joven escritor lo arropaban, y ella, tan enciclopédica, amargaba al joven, preocupada por la comita aquí o la comita allá, y el joven creador no se tranquilizaba hasta que llegaba al Workshop Center, donde encontraba refugio junto al otro profesor que no andaba detrás de comitas aquí y comitas allá, aquel quien también oía muchas voces, y juntos las callaban, las tranquilizaban, las pintaban, las oían: las de ambos. Antes que ahogar las voces, el Centro permitia conocer sus furias, expresarlas, pintarlas en las libretas que doña Lillian Weber disponía para que todos los que por alli pasaran, encontrasen sus voces, y las dejasen hablar con otras voces. jQue allí en el Workshop Center era preferible tranquilizar las voces a matarlas.

Monday, March 25, 2013

Eduardo Mendicutti: las ganas y el poder hablar


Cuando leí hace unos años  (de “una sentada”)  su novela Ganas de Hablar, Eduardo Mendicutti me dejó con muchas ganas (valga la redundancia) de leer otras de sus novelas, de saber más sobre este autor, y sus ideas sobre la escritura. No había vuelto sobre Mendicutti hasta esta noche insomne. “Googlé” su nombre y encontré esta conferencia, que aquí enlazo, sobre  la novela y el lenguaje coloquial, y las voces que el autor maneja, y los homosexuales.  

Al margen del lenguaje coloquial, si leen Ganas de Hablar, descubrirán un tratado sobre el síndrome que tanto afecta a muchos gais, el de Estocolmo…. colonizados y anti-colonizados, que como he escrito en este blog, no hay que nacer en una colonia para estar colonizado.           

“A mí, no hay cosa que me descoloque más cuando estoy leyendo una novela y es que un personaje hable de manera inapropiada a lo que es y a lo que suponemos que es y lo que sabemos de él. Y a veces ocurre, por ejemplo, unos niños que hablan de una manera insólita para ser niños y, a menos que sean muy precoces o muy repipis o tengan una especial capacidad para absorber el lenguaje de no sé quién, resulta raro, ¿no?”

FORO COMPLUTENSE - Escritores en la Biblioteca
Conferencia de Eduardo Mendicutti
La novela y el lenguaje coloquial
Modera: Rosa Falcón

De dos en dos, antes del Stonewall; luego, exactas

                "....mataréis al dios del miedo y entonces seréis libres."
                                                            Eugenio María de Hostos

 - Bajemos de dos en dos - nos dijo el anfitrión. El grupo de por lo menos diez hombres gais que nos encontrábamos en una soirée, en un apartamento en el San Juan de los años ochenta, bajó de dos en dos. Cada tanto salía una pareja de hombres y tomaban el ascensor, bajaban de dos en dos. La razones para dicha directriz y comportamiento estaban fundamentadas en el miedo a que nos leyesen/lo leyesen sus vecinos (leerte en la jerga de la sub-cultura de los gais criados antes de la luchas por los derechos civiles significaba que los demás se daban cuenta que uno era homosexual). El grupo estaba compuesto por hombres de la generación pre-Stonewall, y con la excepción de uno que otro, la mayoría seguía viviendo como si el Stonewall no hubiese ocurrido. El miedo seguía guiando sus actos. Así lo hicimos, bajamos de dos en dos y si había alguien más en el ascensor evitábamos hasta hablar unos con otros, no fuese a que “soltáramos una pluma”

El grado y discusión pública que se estaba llevando a cabo en algunas ciudades de los EEUU y Europa estaba en ciernes en el Puerto Rico de los ochenta; y la generación madurada antes de los sesenta vivía con los temores y criterios de aquellas anteriores épocas. Todavía no existían en Puerto Rico grupos con la fuerza política como las que se encontraban en Nueva York, San Francisco, Toronto: desde las más radicales (Act-up) hasta las religiosas (Dignity), las  revistas ezpecializadas (la excelente Body Politique canadiense), El clandestinaje de aquel grupo, en la fiesta antes mencionada, era contrario a la discusión seria de la homosexualidad y al respeto hacia los hombres y mujeres gais. Atentaba contra la dignidad de cualquier ser. Alli todavía no había llegado el “matar al dios del miedo”.

El discurso que plantea la homosexualidad como un estado de la condición humana que debe ser explorado más  allá  de la moralidad judeo-cristiana; un estado que se transforma en el grupo, la cultura, en cada uno de nosotros; que los homosexuales no escogen serlo; ciudadanos responsables que aportan al bienestar de sus comunidades no había llegado hasta el grupo en aquella fiesta. En otros lares, el que nadie se entere, o ser muy partido, o catalogado como un enfermo sexual, eran temas que  estaban perdiendo su vigencia como valores, expectativas, tipos y estereotipos negativos de la de homosexualidad, transformando su antigua función. Son ahora temas que sirven para criticas los discursos heteronormativos, desligados de las fijaciones, los calabozos mentales y culturales; temas que estaban siendo subvertidos para convertirlos en caminos a explorar, a enriquecer el conocer lo humano y todas sus manifestaciones. No en aquella fiesta, allí la mayoría de aquellos cincuentones y sesentones seguían atemorizados, estancados, protegiendo sus cuerpos,  sus egos: reflejo del miedo a los controles que ejercían/ejercen los heterosexuales,

Tres décadas más tarde, en otra fiesta en el San Juan del siglo XXI, una muy liberada madre decía sin miramientos que cuando su hijo le confesó su homosexualidad, lo único que le preocupó fue que se fueran a burlar de él. Allí frente al joven hijo, estudiante universitario, la pareja del hijo, y otros amigos mayorcitos, se discutía el tema con una libertad y el respeto que hubiese sido imposible oír hace treinta años.

-¿Cómo me veo? -  me preguntó uno de los asistentes, un querido amigo sesentón, que decidió soltar sus trenzas y salir del closet.

- Exacta -  le respondí, en femenino, con el humor y transgresión que caracteriza la brillante e ingeniosa sub cultura gay. Ni miedo ni vergüenza acompañaron la respuesta; una aceptación del ser distinto sin ser nocivo.

Mi amigo sonrió; sabia que a esa edad no se es tan exacta como cuando se tenía veinte o cuarenta años menos. Nos reímos porque caminábamos la vereda de la libertad, y es esa la que nos permite estar “exactas”.

Lo gay no es absolutamente un estado sexual, es también un estado de ánimo, un derivado y variación de las otras culturas. Espejo de la otredad dirían los nuevos contenidos estructuralistas, post modernistas.

Y juntos, no bajamos de dos en dos, en grupo,, caminamos a cenar temprano. Temprano, con la conciencia tranquila, que a esta edad el cuerpo te lo pide.

 

Sunday, March 24, 2013

City College of NY, 1973-2003: Círculos Epistemológicos (cont.)



El Liberal Conkuni No-Liberado

Agarrado de aquellas  ideas, armado
De palabras hasta los dientes, lo/gozaba
Defendió sus derechos, los del otro
Protestó, fuera y fuera dogmas y abusos
Desplantó los esquemas anteriores
Hasta que le tocó aceptar estudiantes
Vagos verdes en su curso.

 
 

Saturday, March 23, 2013

El carga pelotas

No pudo gritar, se ahogaba, cuando el bate le dio a la bola, y vio su vuelo sobre la iluminada tabla de anotaciones, al final del estadio, para luego caer al otro lado, abandonaba el equipo, sus queridos compañeros, la celebración del triunfo, las botellas de champán que bañaban los hermosos y delineados cuerpos masculinos; la gritería del público.

Despertó bañado en sudor, se agarró los testículos, estaban allí, intactos, se puso el uniforme de carga bates;  feliz, en camino al gran estadio de San Francisco, a servirle a sus queridos jugadores en la final entre Puerto Rico y la República Dominicana, para luego  ir a su cita con el médico y que le examinara la próstata; orinar se le estaba haciendo difícil, le dolían las pelotas.

Poesías de La Ralea de la Academia y Lengua Española

Los poemas que aparecen en la colección Poesías de La Ralea de la Academia y Lengua Española fueron escritos durante la década de los setenta, publicados en los poemarios Poesías Puchungas (1980) y Boleto de Ida y Vuelta (1987). Han sido ligeramente revisados, y luego (marzo, 2013) posteados en el blog.
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/04/barruntos.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/04/despedida-diagramada.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/logocentricoter.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/adios-te-has-ido.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/playboy-en-guayama.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/guayama-pos-tembandumba.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/disco-de-sida-1987.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/bolero-de-frente-al-espejo.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/afrancesado.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/nieblas-hierbas.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/boleto-de-ida-y-vuelta.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/transportacion-publica.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/secuestros-en-manhattan.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/02/huellas-al-reves.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/02/palabras-ajenas.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/01/fumar-es-un-placer.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/01/las-torres-romanticas-de-buesa-y-becquer.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2012/10/pendejos.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2012/09/poemas-de-angustia-relajada.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2012_09_01_archive.html
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2009/09/desahuciado-por-la-moda.html

Logocéntrico.ter

Ibas a escribir los versos
Más tristes d'esta noche
Escogiste su terapia
Enredaste las palabras
Te engañé

Solo quedaba la memoria
Desligada del dolor
Ibas a escribir el poema
Y el sujeto más triste
No era yo.



(Poesías de La Ralea de la Academia y Lengua Española, 1975-2013)

http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/poesias-de-la-ralea-de-la-academia-y_23.html

Thursday, March 21, 2013

Wednesday, March 20, 2013

Blogging theories: To read and reflect; to pause (a draft)

To pause in front of a powerful sentence is a luxury that does not seem to be possible in the age of speed, efficiency and standardized tests. A pause enables the reader to experience the choices made by the author, the order of the words, the importance of the idea, the histories and reasons behind each aspect of what is written, how is written, where was written: the past places, the contemporary one, its related esthetics, the joy of the rhythm, the silences required by the text; when to stop and reflect. But this joy and reflection must be learned, and for many is not possible at all.

Reading has been turned by schools into passing exams, looking for details and finding digested, programmed ideas. In the highly programmed and behaviorist controlled classroom, the reader cannot answer the larger questions and possibilities posed and presented by an all encompassing reading experience. Within the context of contemporary reductive curricula, what is possible with the printed page – which also includes, nowadays, the screen, visual arts, even graffiti - is limited by the bureaucratization and industrialization of knowledge. The personal as well as collective reading experience goes beyond simply meeting immediate objectives or mastering, often, quite obvious skills and ideas. Those who argue in favor of basic skills or specific principles and standards fail to realize that we haven't stopped teaching basic skills or delineate standards. What the schools stopped is the pleasure of reading.

In a rather schematic history of USA education, it can be argued that the early stages of the reduction of the reading experience into delineated skills and pre-digested ideas began during the early part of the twentieth century when depending on standardized testing, behaviorist theories and its related programmed education and texts began to rule educational practices. But this century old school programmed and controlled approach to the reading experience is being counterattacked and transformed from the outside of the schooling institution. It’s being challenged by the new reading mechanism, medium: the computer and its virtual space.

The reductive approach created by the schools during the early nineteen hundreds is, perhaps, one more phase in the history of reading and the last one before the computer began to transform once more the reading experience. It has been suggested (Aries, 1960; Manguel, 1997; Marrou, 1956; Oppenheimer, 1989) that the western world’s modern era of what and how to read began with the invention of the printing press; and that parallel to this technological innovation, two events (the phase out of the collective nature of reading and the birth of new literary genres) shaped the history and function of the reading experience.  

Up to the point of the invention of the press, reading was used to aid the memory of the student in the event of forgetfulness. As the printing press came about there were more possibilities to read; and thus the multiplication of  texts, translations, and the birth of new genres - the novel, the sonnet - moved the reading experience from its collective and documentation functions to the sphere of the individual, and made it into a reflective tool. Reading was not longer a collective event, solely used as a tool to refresh memory and to transmit the narratives of “nations” or religions in order to shape a particular character or collective purpose. At the time, reading became a reflective, individual experience, even when it remained collectively shared as it was in schools before programmed instruction began to control what was expected of the reader-student during the early part of the twentieth century.

The programming of instruction, instead of a more open and profound approach to education, brought about, for many, the absence of the possibility of exploring multiples layers of what it means to read, what can be found in a text. In spite of the border line fascism approach of the last stages of the modernist classroom, those whose love of reading comes naturally did not stop their need to reflect, to explore the multiple possibilities offered by a text. Whom among us does not remember that teacher who encouraged the students to go beyond the rigidity of the guides, or the parent who read with joy, who stopped and simply smiled, or, like my father often did: threw the paper away with anger at what some author had said; or the brother who transformed himself into the characters in the fairy tale, or orchestrated the sounds of a poem that became a war, a love story; or those whose voices gave us the plot, the ornaments that made the story, the rhythms, the silences.

For many, the silence, the pause is not part of the reading experience but a prerequisite. "Be quiet, we are going to read.” But not for all, since for others the pauses are an integral part of the process as we use them in order to stop, to think, to remember, to enjoy, to question, to wonder without a clear answer. During a recently discussion with a group of teachers most of them remembered the titles of the books read on any given day, but only few remembered the authors of those books or any specifics of the particular books. It was not a surprise since most of the books were objectives oriented textbooks or teacher guides. The classrooms did not provide the opportunities or the texts that would have encouraged the love, the pleasure that can be obtained from the reading experience. For those who come from homes where the collective experience of reading, consciously or unconsciously, takes place the school is a parallel reading experience or serves to validate what they already know. For others, this experience never happens, neither at home, or at the skill oriented classroom.

But we might be experiencing a new phase in the history of reading, a sort of post modernist approach, shaped by the computer era. Carmen Rabell, in an internet journal message board, wonders if speed in cyber space fosters an ephemeral relationship between readers and virtual texts. But isn’t the reader and the text the same? Perhaps the problem is not created by the relationship between the reader and the text, but by the characteristics of the medium transmitting the text. The post-printing page book was no longer the hand made one, nor it was the papyrus one, but still in cyberspace there is a text, an author and a reader. Maybe what Rabell misses is the comfort and personal feelings provided by the very unique individual book; feeling it against her chest. And, perhaps, cyberspace has eliminated the uniqueness of each book but has created a new approach to reading, and has forced schools and readers to once more accept the need to pause, reflect and search for answers in other virtual texts; as opposed to the behaviorists controlled, programmed textbooks’ answers. Perhaps, once more in order to experience the text, its rhythms, the reader will be required to pause.         

                                              

                   Bibliography

Aries, Phillipe.  Centuries of Childhood. Vintage Books, 1962

Manguel, Manuel. A History of Reading. New York: Penguin Books, 1997

Marrou, Henri I. A History of Education in Antiquity. University of Wisconsin Press, 1956

Oppenheimer, Paul. The Birth of the Modern Mind. Oxford University Press, 1989

Rabell, Carmen (comentarios en el foro) en Barradas, Efraín. Ícaro cae y cae. http://www.80grados.net/icaro-cae-y-cae/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Codicia y el Escabeche


Dicen en Wikipedia que la codicia es una inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones;  el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas. De acuerdo al budismo, la codicia está basada en una errada conexión material con la felicidad. Esto es causado por una perspectiva que exagera los aspectos de un objeto.

Los cristianos, aunque sus líderes y muchos de sus seguidores no se lo aplican, consideran la codicia como uno de los "Siete Pecados Capitales", también llamados pecados mortales; uno de los vicios del espíritu.  Al ser cometidos, destruyen la vida de gracia y crean la amenaza de condenación eterna a menos que sean absueltos o perdonados después de una perfecta contrición por parte del penitente. Así que cada cual con su conciencia, pues los encargados de velar porque la codicia no ocurra, pecan “para rato” de codiciosos.

La codicia es usualmente discutida dentro de esquemas que la vincula con lo material, las posesiones, mas la codicia trasciende lo material cuando el deseo del codicioso incluye poseer el espíritu o el ego del otro.

No es tanto que el otro comparta, es que el Yo quiere decidir con quién y cómo comparte el otro. Y para evitar verse como codicioso, decide buscar justificaciones en Su gran amor por el otro, y pues claro,  satisfacer la preocupación que le embarga: que del inocente otro se aprovechen. El ingenuo otro es incapaz de decidir, y sin Su protección lo explotan, lo poseen. Mentira. Es usted ei que desea poseer al otro, y no puede separarse de ese vicio del espíritu,  y justifca su codicia porque no quiere reflexionar, entrar en su muy adentro Yo.  

Todo este jeringue resulta de…..

No sigo, pues no es asunto de nadie  lo que estimuló este corto tratado sobre los deseos de poseer el otro, el significativo otro.

Amor incondicional no es lo mismo que la muy cómoda y oportunista tolerancia….

Y no sigo con la descarga porque estamos en cuaresma;  es que tengo la sierra acabadita de sofreir, curándose en vinagre de jerez, aceite de oliva, aceitunas, alcaparras, cebollas, sal y pimienta; luego,  guineítos verdes y ensalada de aguacate  para acompañarla.           

Monday, March 18, 2013

Adiós, te has ido


Ya no hace frio, ni calor contigo
Ni tengo que arroparme
Con las plumas del ganso de oro
Te has ido.

Ya la soledad no anda conmigo
Ni me siento solo contigo
Con las pieles sobre otros cuerpos
Te has ido,

Ya el cuerpo rebusca por cada camino
Se encoge, se enrolla
Con las puertas abiertas, se ama
A sí mismo.

Los ruidos se acercan, se extienden
Se expande la cama, incluye la feria
Bocinas de carros, de trenes, de huelgas
Ya no busco el rincón vestido de lanas
Contigo.

Me acompaña una salsa de la otra ventana
Me acompaña una esposa, grita su rabia
Me acompañan sirenas en busca de fuego
Adiós, ¡qué dicha!, te has ido.

 
(Poesías de La Ralea de la Academia y Lengua Española Puertorriqueña, 1965-1985)
http://memoriasdeungaysesenton.blogspot.com/2013/03/poesias-de-la-ralea-de-la-academia-y_23.html
 

Saturday, March 16, 2013

TERAPIA PARA BLOGUEROS EN CIBERNIA.COM


¿Hasta cuándo durará esta relación, este escribir tecleando, texteando, pasteando, posteando, copiando, transfiriendo, bajando y subiendo textos? Este entrelazar, hilvanar, reducir, recrear, revivir del ensayo o el cuento, la crónica u otros esperpentos; contar qué, por dónde, Hoy no, ayer sí, aparece nada, nada aparece frente a la pantalla, no rebota el gusto por jugar con ella, sus deletes cortan el historial de cada buscar, empatar el cuento.

¿Qué no se da? Es que no se da. ¿Qué es lo que no se da? Hace días que no se da @ en el sofá @ se retrata la vida y un smart phone remplaza, engaña el escape de la bloguería. Un smart phone guía al bloguero, y en otro universo paralelo, couch potato empedernido, vestido de literato, teoriza  sobre esa relación bloguero - blog, cognitivista o psicoanalista, y encuentra un caudal de posibilidades empíricas, primigenias. Recoge, recrea, resiste, encausa y explica los obscuros canales que mueven, ordenan ese común consentir, ir y venir en las esferas de cibernia.com

Friday, March 15, 2013

¿Te fuiste?

No, no te fuiste.  Quedan los recuerdos, las palabras, los juegos, las lágrimas y las risas. Se queda Elvira, el nombre que le pusimos al HIV, para así enfrentarnos al mismo, arrebatarle su poder, desarmarlo; travestirlo. Nuestros amigos no morían. Se iban con Elvira. Travestir el virus no disminuía el llanto o la ira, ni la solidaridad frente a tantos que juntos despedimos. Travestirlo desarticulaba todo el montaje que se armó frente al virus.

¿Te acuerdas cuando (ahora no quiero recordar su nombre), al enterarse de la muerte de otro mas -  fueron tantos, llegó a la casa con una lazo amarillo más grande que un girasol, y en vez de llorar, mirabas el enorme lazo y no podías sentir la solidaridad que ella, "really!", buscaba junto a sus “very conveneient gay friends”? Nunca confiaste mucho en los "faghags".

¿Te fuiste? Quedan tu humor, tu atrevimiento, tu irreverencia, las mañanas que pasábamos juntos en el improvisado balcón, “very seventies”, que construiste al lado de las ventanas que daban a la calle 23, frente al Hotel Chelsea.  Las plataformas de madera y el alfombrado gris de aquel balcón interior nunca fueron desmontados. Conservaste la decoración, “period piece, disco seventies”,  y allí, por casi cuatro décadas, frente a la fauna y flora que paseaba por la 23, nos sentábamos a tomar café, fumar, beber,  recibir a tu coterie, hasta que un día dejaste de invitar, y por años nos quedamos nosotros dos.
Continuaste con las irreverencias: La mañana que saliste en bata de baño a comprar cigarrillos, y cuando te pregunté, si no sentías vergüenza, me contestaste, risueño, que eso mismo te preguntaste - ¿me da vergüenza?-, pero que te diste cuenta que los que te pasaban por el lado, cada vez que te veían en bata de baño, viraban la cara y sentían vergüenza por ti. Lo irreverente asustaba: cuando llevaste el cuadro del famoso pintor, ex profesor y ex amante, puertorriqueño, a la basura, y al verme en shock por tan inexplicable acto, me dijiste que te  echaste a reír al ver un (cuadro del famoso colorista y pintor abstracto) en la basura.

¿Te fuiste? No creo. Ni te llevó Elvira, ni te llevó Pateco*. Escogiste tus propios caminos, antes que sucumbir a la coherencia de los “normalitos” que tanto gustabas desenmascarar. Escogiste las simetrías que siempre nos unen (por ahí tengo unos cuantos libros que me regalaste sobre esos temas); no te interesaban sus muy inestables substancias. Si tus pinturas - ¿piedras o huecos negros?, ¿adelantos a las partículas de Higgs?,  ¡a saber! – servían de túneles por donde te ibas, con pocos lo compartías. Desconocían tu gusto por los nuevos argumentos de las ciencias físicas y los estructuralistas franceses. No tenias que andar de presumido enciclopédico. Leías y pintabas y por esos espacios te ibas. Que si te perdías en los miles de puntitos que cubren tus - ¿piedras?, ¿universos? – cuadros no era para alardear sobre tu paralelo mundo. Era tu camino y por ahí escogiste andar. Las coherencias de los que rigen el mundo no te interesaban y por ellos no te fuiste.
¿Dónde estás ahora? No me interesa saber. Quedan los recuerdos, las palabras, los gestos, la afinidad, las risas y los llantos, los bailes y los entierros. Quedas tú. Distinto a la canción de Alberto Cortés, contigo nadie tiene que llenar el espacio de un amigo que se va. El espacio nunca se vació. No te fuiste.  

*http://sociedadherenciaprsa.org/articles/se_lo_llev.pdf

Wednesday, March 13, 2013

Divertimentos: La Carreta al revés en busca de otra Ítaca

En marzo del 1887 nació mi padre en un campo en la región montañosa de Cidra, Puerto Rico. Estudió durante el régimen español su primaria, y luego hasta un grado que pocos para aquella época lograban, el octavo. Pudo haber sido uno de los miles de maestros que formaron parte de la activa escolarización que el nuevo gobierno llevó a cabo a principios del siglo veinte.

De Jájome a Guayama, otro jibaro que se movía y aspiraba a subir de clase. Se fue de dependiente en un colmado enorme, a la entrada de la antigua central Aguirre, en un histórico edificio de dos pisos, hoy abandonado, mampostería, arcos y galería para proteger del sol, cuatro anchas y algo ovaladas puertas de dos hojas en metal. Por aquellos entonces no tuvo que enfrentarse a papagayos con ínfulas de intelectuales, los que hoy repiten peligrosos estereotipos, describiendo lo qué es o no es un jíbaro del cerro, ni tuvo que leer cuentos costumbristas, escritos o estudiados por aquellos que nunca tocaron danzas en cuatros, cantaron un seis, hilvanaron unas cadenas mientras movían las carretas.  

El viejo dejó Aguirre para seguir caminos, dar más vueltas por el mundo; el mundo más allá de Jájome. Las tierras comprendidas entre Cayey, Salinas y Guayama fueron su Ítaca, y en una época donde el pie o las carretas eran los medios de transportación por excelencia, la tierra explorada entre los cerros y la costa era una geografía bien amplia y diversa, distinta, vista a través de su curiosa mirada, ojos llenos de chispa y su gusto por el buen vivir.

De Jájome al Puerto de Jobos, los vecinos y parientes le despidieron a puertas abiertas, y el saludo de aquellas épocas, con la palma de la mano hacia adentro, abanicando, le dijo al viajero, adiós y buen ir.

Sus cuentos sobre cómo llegó y lo que encontró en el Puerto de Jobos tenían el mismo tono y sentir de cualquier relato de viajero contemporáneo. No contó relatos sobre lo que los soldados de la segunda guerra encontraron en el puerto de Hamburgo o en Marsella, ni tristezas sobre los que inmigran, lo que muchos han convertido en el perenne lamento borincano. Otros personajes e historias de puerto sedujeron al joven dependiente en un almacén de Aguirre. A los diecisiete años, trabajó, subió y bajó “jaldas”, conoció nuevos comercios y gentes. Junto a Eros se desnudó ante las hijas de Tembandumba, culipandeando por la calle antillana..

De Jájome a Jobos hay un largo trecho, a pie o en carreta, y, a veces, a caballo.

 

Sunday, March 10, 2013

Fragmento de la novela Radio Transistor. Terranova Editores, 20011


  La Voz de las Valkirias

Otro domingo más. Otra tarde de verano en el Nueva York de escándalos y ruidos multi sonoros, otra vez caminando por la Quinta Avenida, extasiándose frente a los grandes almacenes: Saks, Berdorf and Goodman, Lord and Taylor. Otra tarde de buen gusto, de maniquíes y ropa de última moda, de emocionarse ante los nuevos equipos de discos compactos, que la llevaban a niveles de placer inmensurables junto a su música preferida, hasta de pronto encontrarse pasmada, sobresaltada y tiesa frente a lo que le parecía era un tipo de música parecida a su compañera de siempre, la marchas, pero a la vez, distinta: tocaban La Cabalgata de las Valkirias.

El mismo día y en el mismo sitio donde chocó con un joven parecido al que apareció en la fotografía publicada por el periódico El Diario de Nueva York, bajo sospecha de haber cometido una serie de asesinatos en San Juan de Puerto Rico, Carmelita oyó por primera vez la música que conformaría la tercera etapa en su desarrollo musical. Desorientada por el golpe que le propinó la frente del joven, acompañada por las trompetas y el coro que le servían de fondo, aterrorizada por la idea de ser acusada de estar al tanto de la trayectoria de un criminal, indecisa ante el llamar la policía o quedarse callada, con el corazón volcado ante el dilema en que se encontraba, entró a la tienda, y no como lo hacía en otras ocasiones, cuando se tomaba su tiempo, revisando equipos, discos, precios, diseño y calidad, caminó directamente hasta la dependienta y compró la nueva versión de la ópera de Wagner.

Ni el joven, ni la voz de la soprano, ni la cara de asombro de la mujer encuernada del anuncio que promovía la venta de la versión en disco compacto de la Sinfónica de Viena, dirigida por Sir Georg Solti, se le habían ido de la mente. Una vez llegó a su casa, abrumada por la incertidumbre que le causó su encuentro con un posible criminal e incapaz de decidir el próximo paso, se recostó en su cama vestida con sábanas color de rosa, fundas de almohadas bordadas por mamá, rodeada de cortinas con volantes y copias de cuadro de Botero, a escuchar, en su nuevo equipo toca disco compacto, las trompetas, el coro, y la soprano interpretando La Cabalgata de las Valkirias, y al hojear el último ejemplar de la revista Vanidades, quedó totalmente desconcertada cuando leyó el titulo de un artículo que discutía un tema vinculado a las experiencias que había tenido durante el día: De Día a Día con Nuestras Hadas Madrinas, excelentes ideas sobre la función de los mitos y los súper héroes en la resolución de problemas existenciales, psicológicos y sociales.

Con un lenguaje sencillo y cotidiano, a través de ejemplos tomados de la literatura folclórica latinoamericana y europea, la escritora del artículo ofrecía consejos y ejemplos de como usar la vida de los personajes y tramas de la narración oral, cuentos, canciones populares o leyendas para enfrentar y resolver los asuntos del diario vivir. La autora comparaba estos consejos con los usos que distintos escritores, artistas, músicos y compositores le habían dado a estos mitos y arquetipos para presentar el desarrollo y desenlace de novelas, cuentos, dramas, comedias u operas como hizo Wagner en la teratología de El Aro de los Nibelungos.

Buscar en su diccionario las definiciones de términos que desconocía la llevaron a darse cuenta de que cualquier situación conflictiva tenia solución, desde los más críticos, como las guerras, hasta los domésticos, como los de la vecina del apartamento 4B, que hacía rato había terminado sus quehaceres y la estaba observando por la ventana que daba a su dormitorio, deseosa de descargar su aburrimiento.

—Que mucho te gusta leer —fue el comentario cargado de deseos de hablar de cualquier cosa, de interrumpir su día de trabajo casero, de sacar a Carmelita de su estado de incertidumbre.

—Hay que educarse —contestó Carmelita.

—Yo no tengo tiempo —le dijo la vecina.

—Hay que sacarlo —le respondió Carmelita, seca y cortante, con la esperanza de que la otra se diera cuenta que ella no quería seguir hablando para poder continuar leyendo. La cara de nena vulnerable y sonrisa de bonachona de la vecina la convencieron de que lo mejor era seguir con la conversación.

—En los momentos cuando me siento abrumada por preocupaciones, leo y sueño con irme a una isla, pasarme una temporada vacacionando entre sus playas, comer de noche en los mejores restaurantes, meterme a un casino y jugar, apostar sin tener que preocuparme por la cantidad de dinero que gastar, sin pensar en los problemas de la vida. Sería feliz. Cuando veo por televisión las promociones de viajes al Caribe, sueño con ser una turista. Que rico deben sentirse los que hacen esos viajes tan fabulosos. Por eso disfruto tanto de Corín Tellado, porque son gente que viven sin preocupaciones de dinero. Me encantaría vivir así.

—Nena, y a quien no, te entiendo. A mí me encantaría vivir así. Pero yo, ni soñar puedo. Con cuatro hijos en la escuela y el sueldo de mi marido, que no me da ni para ir a Coney Island. Tú no te puedes quejar, ¿qué preocupaciones tienes?

—Sobre eso, después te cuento. Pero por ahora, sueño con darme el lujo de unas vacaciones en el Caribe.

—¿Dónde? ¿En Puerto Rico?

—¡Ay no! En Puerto Rico están mis tías. Yo no quiero ir a meterme a Ponce a oír cuentos de viejas encerradas detrás de rejas porque le tienen miedo a los pillos. Uno va allí y lo que oye es que si los pillos, que si los extranjeros, que si quieres dulces abrillantados, que si vamos al mall. ¿A qué? Para pasarme la vida oyendo bobadas me quedo aquí. Por lo menos, aquí, cuando me quiero despistar, me voy por la Quinta Avenida y me siento como si fuese una mujer rica. No, yo quiero ir a un sitio como San Martín o San Bartolomé. Cada vez que las anuncian por televisión me transporto con el anuncio y a tomar tragos exóticos en sus playas, conocer hombres guapos.

—Esos sitios, ni sé donde están. Si te oye tu mamá le da un ataque.

—Muchacha, no se lo digas.

—Oye hablando de televisión. ¿Tú viste las noticias el otro día? En Puerto Rico y aqui en Nueva York están matando patos,

—No digas, patos. Se dice gays.

—¿Gays? Patos, y no de los que sirven para fricasé, las locas. Según la reportera, la que anuncia desde San Juan. ¿Cómo se llama?

—Marcela Pujol.

—Esa misma. Pues dijo que se sospecha que los asesinos se vinieron paran Nueva York. Salieron bajo fianza y se vinieron para acá. ¡Qué cosa!

—Aquí los atrapan. Porque aquí la policía no come cuentos.

—Nah. No cogen na’. Son tan iguales de farfulleros como son los de allá.

—No creo. Mira lo rápido que agarraron a los que mataron a la hija de Luisa.

—Pero claro, Luisa se les presentó con medio barrio y los politiqueros del Bronx; les montó un piquete frente al cuartel de la policía. Los tenía que no los dejaba sentarse. Lo que pasa es que la gente les tiene miedo y no se atreven hablar.

—No todo el mundo.

—Verdad es. Ayer, la Pujols esa, entrevistó a una señora que era vecina del muerto, muy fina ella, y dijo de todo. Yo no entiendo como es que hay gente que se atreve servir de testigos.

—¿Qué tú harías, de saber que hay un criminal en tu vecindario?

—No sé. Se lo diría a mi marido y que él se encargue. Después de todo él es el jefe de casa. Aunque, imagínate que se enteren y me lo maten. O a mis hijos. No. Creo que me callaría. Allá la policía.

Carmelita optó por oírla y hacer preguntas abiertas a múltiples contestaciones. Una vez más su decisión de ser la que guiaba la conversación, actividad que manejaba a la perfección, gracias a los ejercicios sobre el buen conversar programados en serie, publicados mensualmente, le permitían no ofender a sus vecinas ni exponerse a que interviniesen en sus ideas ni preocupaciones. Oía y hacía preguntas hasta que el olor a arroz quemado entró por la ventana y cambió el estado de ánimo de la vecina, quien, al sentirlo, se excusó y corrió a la cocina para asegurarse que no era el arroz que ella tenía sobre las hornillas. No regresó. Carmelita volvió donde las valkirias.

Comer y rezar el acostumbrado rosario, acompañándolo con Las Valkirias, lograron un sentido de integración completa, de armonía psico-corporal, y de claridad mental con carácter de revelación, un estado parecido al que sufrió con el 1812 de Tchaikosky, y sin perder la conciencia, cayó en cuenta que ella podía ayudar a esclarecer el crimen. Sus lecturas sobre psicología le habían enseñado a aceptar nuevos retos, crecer y a estar consciente sobre su crecimiento. Carmelita se movía hacia nuevos planos, acompañada por voces de mujeres coronadas con cuernos. Se sintió aliviada. Bajó del estado casi catatónico con el último Ave María Purísima. Dio gracias a Dios por su ayuda, y continuó oyendo a Wagner.

Su sonrisa de placer espiritual, etéreo, se difundió a través de las caras de su mama, las otras tres vecinas, las del 4B, 4C y 4D, coro del rosario, sin pecado concebidas, todas empezaron a sonreír suavemente, la del 4B soltó una pequeña carcajada, la del 4C la acompañó, la del 4D pujaba por no reírse demasiado fuerte y la del 4B las sacó del risueño coro.

—Lo más seguro los capturan cuando los encuentren con lo que se llevaron del apartamento.

—¿De qué tú hablas, mujer?

—De los jóvenes que acusaron del asesinato en el Condado en Santurce. A ellos no les tienen pruebas, excepto que los vieron por el apartamento el día del crimen. Yo estoy segura que quien asesinó al otro joven se llevó algo del apartamento y por ahí lo cogen.

—Por Dios, acabamos de rezar un rosario y tú sales hablando de cosas malas.

—¿La prueba de qué?, le preguntó la del 4C.

—De que esos dos pobres diablos no son los asesinos —contestó la del 4D.

—¿Y qué se pudieron haber llevado?

—Un aro, no sé, prendas, algo valioso, de oro.

—¿Y si ellos son los asesinos, aunque no se hayan llevado nada?— medio preguntó la del 4B.

—Pues ellos son.

—Vamos a dejarnos de conversaciones tontas que yo quiero oír la radio.

—¿Cómo dijo que se llamaba? Sí, si la oigo. Un vez más. Doña Carmen Socarrás. ¿Doña Carmen, en qué podemos complacerla?

—Joven.

—Gracias por lo de joven.

—Todo es relativo. Mire Machito, lo estoy llamando desde mi hotel aquí en Nueva York, aunque vivo en Puerto Rico, y allá se oye su programa, grabado, claro, no en vivo.

—Ven mis queridos radio-oyentes, radio la concha no tiene fronteras. Un miembro más de la gran cadena Latino Waves. Dígame Doña Carmen.

—Mire Machito, lo estoy llamando porque usted acaba de mencionar que el alto índice de la criminalidad en San Juan se debe a los inmigrantes extranjeros que hoy abundan por el país. Me parece bien irresponsable culpar a los extranjeros por todo lo malo que pasa en cualquier país. Los problemas de este país tiene más que ver con la moral que con los inmigrantes. Después de todo, al igual que aquí, en Puerto Rico, el que más o el que menos desciende de inmigrantes. Sobre el caso al que usted se refiere existen bastantes conjeturas.

—Doña Carmen, perdone que la interrumpa pero vamos a complacerla con una canción de la inigualable Iris Chacón. Voz y caderas. No se vaya de la línea.

—No, no se preocupe.

—Gracias por esperar. Doña Carmen, algunos de mis mejores amigos son extranjeros. Perdone si la ofendí. Dígame sobre ese el crimen.

—No, yo no soy extranjera, soy puertorriqueña pero de la isla, no hablo español como los puertorriqueños de Nueva York, pero soy puertorriqueña como usted. Así que no tiene que disculparse. ¿Por eso fue que me sacó del aire? Déjeme decirle que yo fui la señora que descubrió el cadáver, o por lo menos quien llamó a la policía, y estoy consciente de que de que allí entraban lo mismo extranjeros que locales y norteamericanos. Que conste que todo esto se lo dije a la policía pero ellos no quisieron hablar más conmigo porque les dije que los dos muchachos de quienes ellos sospechaban, a quienes luego acusaron de ser los criminales, no podían ser los asesinos puesto que ellos eran los que menos ruidos hacían cuando visitaban el apartamento y, aunque parecían medio chusma, no tenían caras de ser violentos sino más bien parecían estar confundidos. Usted sabe la cantidad de gente joven que andan viviendo de sueños.

—Gracias, por llamarnos. Tengo una pregunta, ¿por qué me llamo para contarme esto? La llamo más tarde porque se acabó la canción que estábamos transmitiendo y tengo que volver al aire.

—Y ese sabroso merengue que acabamos de oír fue interpretado por el grupo de mujeres mas calientes de toda Latinoamérica, Mili y los Vecinos. Y ahora a otra llamada. Su nombre. Carmelita Martorell, del Bronx. ¿En qué podemos complacerla?

—No llamo para que me complazcan. Le quiero decir También que...

—Como no. Espere un momento y ya la atendemos. Volvemos a nuestro día dedicado a las mujeres. Continuamos con la voz única de Mona Bell.

—Gracias por atenderme. Mire, mis vecinas y yo estamos oyendo su programa y nos parece que quizás esos muchachos no cometieron el crimen y los están acusando sin la policía tener pruebas suficientes.

—Gracias, por darnos su opinión tan siempre apreciada, junto a todo el Bronx, Brooklyn, Manhattan, el noreste de los Estados Unidos y el Caribe, y sus lindísimas vecinas oyendo el programa de más audiencia en todo el noreste, sur centro y el Caribe de los Estados Unidos.

—No se vaya que mis vecinas...

—Un placer complacer a tan lindas damitas.

—Si, yo soy la vecina....

—¿Y cuál es su cantante favorita? Ya que hoy es el día dedicado a las mujeres.

—A mí me gustan todas. Cualquiera está bien.

—Gracias, Señora. Ponga otra vecina para así complacerlas a todas.

—Hola, Machito. Estoy tan emocionada. Yo siempre quise llamarlo. ¡Ay, que emoción!

—Que bolero le gustaría oír para que acompañe esa emoción tan genuina y abarcadora.

—A la Sofy, en Tierra de Nadie.

—¿Quedan más vecinas?

—Sí.

—Su voz es voz de actriz de televisión. ¿Cómo se llama?

—Mire si mi marido se entera, me mata. Pero nosotras queremos dejarle saber que aquí todas creemos que ese crimen no lo cometieron esos muchachos.

—¿Cómo lograron llegar a un juicio tan contundente?

—Mírele la cara de pazguato que tiene ese muchacho.

—Gracias por su llamada y las complaceremos con...

—No cuelgue el teléfono que...

—Soy yo, Carmelita, de nuevo. Yo vi el muchacho en Nueva York.

—Ahora mis queridos radio oyentes. Nos vamos a unos comerciales.

—¿Dónde lo vio? Puede hablar tranquila, estamos fuera del aire.

[—En una tienda en Manhattan, por la Quinta Avenida.

—Perdone Carmelita, que tengo otra llamada.

—Hello. ¿En qué podemos complacerle?

—Con nada Machito. Soy yo. Me vas a matar. Es que, como te dije, Papo y Tita se están quedando aquí y Papo salió en el periódico, acusándolo de un crimen. Él dice que es inocente y el pobre no tiene donde irse.

¿Qué hago? Dime.

—Gracias, Carmelita, por su llamada.

—Por ahora, no hagas nada. Dile que ya alguien lo vio en la calle, y lo reconoció.

—¿Cómo lo sabes?

—La persona que acaba de llamar. Que se queden ahí hasta que yo llegue. Que no salgan.

—Ya salió de nuevo.

—¿Es bobo o se hace? ¿Para dónde se fue?

—Es que él no sabe que salió en el periódico. A la Calle Cuarenta y Dos, Según él, a despejar su mente. Tita está aquí.

—Tampoco sabe que en la calle lo van a reconocer inmediatamente. Cuando regrese, que espere a que yo llegue.

—Machito, yo no sé qué hacer. Ellos no me habían dicho nada del crimen.

—Claro que no te iban a decir nada. No le digas nada a más nadie. Te veo después.

—Carmelita, pero, ¿usted está todavía en el teléfono?