"Cómo imaginar que la vida sigue igual": repetían, muy tarde en la noche; desveladas las muchas y distintas voces: Roberto Yanés, Tito Rodríguez, nosotros los que nos hemos amado tanto, en ambos polos continentales; una inquietud mitigada, embadurnada, empapada de placer por el suave silbido de las brisas australes en las aguas del Atlántico Sur y los tímidos golpes de los copitos de nieve sobre el cristal del ventanal en el norte.
Una preocupación delirante, un orgasmo, en cuerpos separados por tierras y mares, formulada en forma de preguntas, sueños, deseos de saber, de ruegos, "escríbeme", ganas y miedos, "cómo despertar si tú no estás", conjugados en las voces de Yanés y Tito, y en las nuestras.
Cómo pretender otra realidad, cómo consolarnos, si falta uno de ustedes o nosotros en Manhattan o en Punta, son las interrogantes que formulamos y vivimos juntos; grabadas en cartas, vídeos, correos cibernéticos, discos y textos en la tableta electrónica con sus silencios y borrones; preguntas que pueden ser alentadas o tranquilizadas por la esperanza, explicadas por los temores o alegrías, subsanadas por las tonterías, las que vivimos juntos en ambos sitios, el frío norte y el caliente sur, nosotros que nos amamos tanto; en un bolero, que hace más falta, que no puede existir sin la "misma vida mía".
-¿Dónde estoy? ¿Dónde? Por favor, digan, respondan, ¿dónde estoy?
- El Porsche, ¿de quién era?
"Cómo imaginar si la vida sigue igual", en las voces de Tito Rodríguez y Roberto Yanés despertaban los temores, traían alegría, aliviaban las inquietudes de los amantes, ¿dos hombres?, los escritores en ambos polos.
"Y aunque sean malas nuevas", escriben, escribes, escríbeme.
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