Monday, February 1, 2016

MAESTRITOS

Se referían a ellos como "maestritos". Así era que los palesianos duques de la mermelada premiaban y reconocían el trabajo de aquellos jóvenes, pobres en su mayoría, que se dedicaban al magisterio. De lunes a viernes dábamos clases, y los sábados y noches las dedicábamos a seguir estudiando hasta completar un grado universitario.

Ser maestro en Puerto Rico se movió de ser un trabajo de dedicadas señoras burguesas e intelectuales que dictaban cátedras a los pocos que podían estudiar, durante la época de la colonia española, a los sectores más pobres, una vez empezó la segunda colonia -la estadunidense-, cuando comenzaron a educacar a todos y cada uno de los puertorriqueños. Y con ese cambio tan radical, la necesidad de tener maestros obligó al gobierno a contratar primero a todo el que tuviese por lo menos el equivalente de un octavo grado -para alfabetizar a las masas-, y luego a crear las escuelas normales que otorgaban un título universitario con dos años de estudio, hasta el momento cuando ya había suficiente personal, a exigir un grado equivalente a un "baccalaureate". Todo esa historia la reducían los palesianos condes de la limonada a ser un "maestrito".

En su muy geométrico cajón de concreto, el muy culto y cosmopolita anfitrión me introdujo como profesor universitario, y yo aclaré que "era un maestro de escuela elemental que daba clases a otros maestros de escuela elemental en una universidad, pero que seguía siendo un maestro de escuela elemental, que esa era mi profesión". Incluso, bien loca zafia, añadí, "para muchos soy un simple maestrito".  Una palabrita que destapó un conflicto conceptual cargado de prejuicios, una discusión entre los demás gays sobre si era o no un "maestrito". Una vez terminado el soirée, el anfitrión nos pidió (véase otro escrito en este blog sobre ese asunto) que saliésemos de dos en dos para evitar que los vecinos no se perturbaran con tanto hombre junto en los pasillos del condominio, en particular, cuando alguno que otro era bien partido, y peor todavía, uno de ellos era, pues, un "maestrito".

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