Durante su estadía en Long Island, Francisco aprende dos lecciones morales al lado de Charles, hijo de Warthon. La primera tiene que ver con la libertad. Francisco se empecina en enjaular unos gorriones que le seducen con su canto para conservarlos en su cuarto. Charles lo corrige: los gorriones enjaulados se sentirían prisioneros y dejarían de cantar. El tema del egoísmo autoritario de uno y el respeto reverente a la libertad como el estado natural de las cosas, diafaniza la oposición maniquea entre el hispano egoísta y el sajón altruista.
La segunda lección ilustra al lector sobre el asunto de los prejuicios de clase. Francisco, sobre la base de su “honor” herido, trata mal a un muchacho mayor que él porque no le obedece cuando le da una orden. La narración insiste en que lo humilla de modo análogo al que lo haría con la esclava negra Juana, su nana. La moraleja del episodio se completa cuando, al final del texto, ese mismo chico salva a Francisco de ahogarse en un lago. El villano y pícaro de mala sangre al cual ha humillado le demuestra con aquel acto que el “honor” hispano es un valor inútil. La transparenta la oposición maniquea entre el hispano aristocrático y el sajón liberal.
Las preconcepciones que la autora manifiesta a través del personaje de Francisco son el modelo de una representación cultural generalizada y comprensible. En los chicos se manifiesta el choque de dos mentalidades antinómicas. Aquella mirada devaluadora del otro dominó la opinión estadounidense sobre la hispanidad decadente a lo largo de todo el siglo 19. El etnocentrismo del discurso de Blackford es notable: los valores sajones, altruistas y liberales, son superiores a los hispanos, egoístas y aristocráticos. La devaluación de Francisco y lo que este significa culturalmente se completa mediante un proceso de infantilización de sus valores más caros. De igual modo, Charles manifiesta la voluntad sajona de actuar como mentora del hispano por medio de ese juego en el cual un Charles civilizado pontifica de buena fe a un Francisco bárbaro que, a la larga, conviene con el proceso.
La idea de que ser portorriqueño equivale a ser español, perceptible por demás en el contexto de la escritura de este relato, me parece crucial. Los procedimientos discursivos de esta escritora mostraban una tendencia que se repetiría una y otra vez en el contexto generado a raíz de la invasión de 1898. Lady Isabella Wellwood Stoddart, alias Martha Blackford, la circunstante, la espectadora y observadora desde la distancia, expresaba bien un interés y un forcejeo presente en un segmento de las elites estadounidenses respecto al tema la hispanidad."
Mario Cancel Sepúlveda. http://www.80grados.net/el-circunstante-el-visitante-el-residente-tres-miradas-sajonas-sobre-puerto-rico-parte-1/
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