“Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.” (Popol Vuh)
I. El Guanín
Del mundo virtual al de los eunucos que poblaban el Caribe pre-colonial hay una distancia de más de 500 años; del mundo eunuco contemporáneo al de ellos, ni un minuto. Del mundo gay al de los legionarios de la fe, una eternidad. Y de pronto, sin esperarlo, frente a esos mundos y sus intersecciones descubres placeres, laberintos, voces y silencios.
Me gustan los hombres mayores; y encontrar un blog sobre un gay sesentón, mientras navegaba el océano cibernético, fue un manjar al paladar, la libido activada. Lo que no imaginaba era que esos platos incluían algunos frutos prohibidos, unas lecturas enlazadas, anexadas, obligados pulses sobre conjuntos de números y grafías enfilados hacia otros mundos, otros pulses sobre otros enlaces, otros anexos, otras lecturas del mundo que creía conocido.
No fueron las lecturas sobre chulos, ni las lecturas sobre falsos valores entre los gay proto-burgueses de San Juan, ni los recuerdos, ni los testimonios sobre travestis, amigos muertos o amantes vivos los que provocaron el desvío de mis intenciones originales - el morbo por un sesentón - hacia un personaje sobre el cuál no existe evidencia alguna en los libros de texto e historias oficiales.
Aparece este personaje en mi radar por primera vez en las anteriormente citadas memorias del gay sesentón, quien sostiene que las cartas, crónicas, documentos fueron encontrados "...... en los prohibidos Archivos de Indios Eunucos en el Convento de Monjas Enclaustradas de Caparra, Puerto Rico."
Sostiene el bloguero de la tercera edad, que los documentos "Forman parte de un conjunto de crónicas que documentan las vidas de hombres europeos e indígenas que por ser considerados como seres especiales, honrados con cemíes, eran protegidos por los míticos guerreros caribes.
Por razones de seguridad personal, el nombre del investigador que encontró y sustrajo estas crónicas no será divulgado hasta tanto no se compruebe la veracidad de las mismas. Algunos de los pasajes en estas crónicas fueron borrados, los nombres que fueron usados para referirse a los pueblos no concordaban, a veces eran llamados taínos y otras arahuacus, arahuacos, calliponaris; sus vínculos confundidos, quiénes fueron los que se mezclaron para formar los garífunas, los mestizos, obligando al investigador a sugerir lo que pudo haber sido escrito. Lo que sí tiene constancia son sus prácticas religiosas."
Las crónicas del sesentón, otras islas, otros documentos, otros signos, claves, relatos pataquíes, estudios antropológicos en otras islas, santeras y babalawos, santiguadores y uragebunas, un cemí, nuevos pueblos que fueron encontrados por todo el Caribe, un misterioso guanín, crucifijos, iconos todos, que una vez estudiados detenidamente, revelaban sus referentes; representaban o recreaban las vidas de un tal Jabibonuco, de otros eunucos caribeños, sus historias, sus viajes, sus calvarios.
“La Enagua, nombre con el que bautizamos la inmensa yola, zarpó a la medianoche, y después de navegar por la bahía mas exuberante que hombre haya visto alejándonos de las costas de la ysla que los nativos llaman Boriken, avistamos una goleta que nos venía siguiendo. Jabibonuco y don Diego de Sotomayor apresurorense a apagar el buren que calentaba el casabe que habiéndonos Guanina preparado antes de partir de la isla, era el único sustento con el cual navegaríamos toda la noche hasta avistar la primera ysla de los Caribes. Jabibonuco conocía la ruta siendo este valiente y leal compañero el eunuco que dedicabase a ayudar en la huida a los eunucos tainos y sus algunos amantes penisulares. Erase Jabibonuco antiguo eunuco de Guanina y llevase a este servidor y su fiel compagnero hasta la ysla de los Caribes donde aposentan los amantes perseguidos por el Santo Obispo y su excelencia...."
Los borrones, tachados, cambios en la sintaxis, correcciones ortográficas, vocablos, páginas que faltaban levantaban sospechas: fueron hechos por alguien que era algo más que un editor o un estudiante de letras. Puede que haya tratado de re-escribir la historia y que paró cuando fue sorprendido por la monja vestida de negro, turbante y botines, con un enorme rosario, colgando de su cintura; la monja bibliotecaria que se negó a abandonar los archivos durante mi primera visita.
Viajar por las islas era más fácil, mas barato, menos rebuscados los barcos durante los primeros siglos de la colonización. No se necesitaban pasaportes y los guardias costaneros no existían. Hoy se viaja o en avión o en crucero, y en cruceros hice algunos de los tantos viajes en busca de la vida y milagros, partidas, calvario, escritos, recuerdos en otros archivos, otras imágenes, otras tierras: San Martin, Santa Cruz, Dominica, La Guajira, Roatán, Cádiz.
Partimos de San Juan hacia el Caribe, parando en cada isla, de puerto en puerto, de barco en barco.
Muchos, pequeños burgueses y proletarios viajan en busca de vivir por una semana lo que el resto del año ven de lejos, atraídos por el deslumbre, la fabulosidad y extravagancia que los cruceros sugieren: cromo, laminados y brillo por doquier: en las paredes, escaleras, cuartos, salones, cafeterías, salas, techos, pasillos. Otros buscan alejarse de la rutina para terminar convirtiendo su viaje en nuevas rutinas: leen en las terrazas, se levantan y acuestan temprano, asisten a los programas culturales que el crucero ofrece, juegan en el casino. Y hay quienes, los menos, al igual que lo sugerido en el poema Ítaca, el destino de todo viaje es menos importante que lo que descubres en la marcha.
Los borrones, tachados, cambios en la sintaxis, correcciones ortográficas, vocablos, páginas que faltaban levantaban sospechas: fueron hechos por alguien que era algo más que un editor o un estudiante de letras. Puede que haya tratado de re-escribir la historia y que paró cuando fue sorprendido por la monja vestida de negro, turbante y botines, con un enorme rosario, colgando de su cintura; la monja bibliotecaria que se negó a abandonar los archivos durante mi primera visita.
Viajar por las islas era más fácil, mas barato, menos rebuscados los barcos durante los primeros siglos de la colonización. No se necesitaban pasaportes y los guardias costaneros no existían. Hoy se viaja o en avión o en crucero, y en cruceros hice algunos de los tantos viajes en busca de la vida y milagros, partidas, calvario, escritos, recuerdos en otros archivos, otras imágenes, otras tierras: San Martin, Santa Cruz, Dominica, La Guajira, Roatán, Cádiz.
Partimos de San Juan hacia el Caribe, parando en cada isla, de puerto en puerto, de barco en barco.
Muchos, pequeños burgueses y proletarios viajan en busca de vivir por una semana lo que el resto del año ven de lejos, atraídos por el deslumbre, la fabulosidad y extravagancia que los cruceros sugieren: cromo, laminados y brillo por doquier: en las paredes, escaleras, cuartos, salones, cafeterías, salas, techos, pasillos. Otros buscan alejarse de la rutina para terminar convirtiendo su viaje en nuevas rutinas: leen en las terrazas, se levantan y acuestan temprano, asisten a los programas culturales que el crucero ofrece, juegan en el casino. Y hay quienes, los menos, al igual que lo sugerido en el poema Ítaca, el destino de todo viaje es menos importante que lo que descubres en la marcha.
Cuando comenzó el primer viaje, uno de tantos, tenía pensado pasar por los museos coloniales en cada una de las islas que íbamos a visitar, identificar archivos y bibliotecas, recoger datos, comprar libros, estudiar los cemíes, los fuertes militares, casas antiguas. No fue así.
Una vez en el barco y en los puertos caribeños aparecen en el radar creador otros personajes, ideas, sensaciones que me llevaron donde un poema de Kavafis, y lo que éste sugiere sobre cada viaje, todo viaje, el viaje de todos los días, toda la vida, el viaje que nunca para. Lo que no sugiere el poeta greco-egipcio es que en el viaje puedes descubrir lo que has abandonado, los vacíos formados por lo dejado, los antiguos espacios que lo nuevo no rellena, o lo que las antiguas historias hoy revelan, recrean.
Miras de lejos, recuerdas, empatas tu vida, las vidas antiguas que informan la presente, las vidas de los viajeros por este gran mar.
"Las luces de las fogatas de los bateyes en los yucayeques Caribes alumbrabasen las costas de las yslas donde estos fuertes y altivos guerreros recibían a los que el Comendador y el Opisbo de Yndias perseguían. En la madrugada cuando hemos sido avistados por las yolas de los Caribes, las fogatas señalaban el camino hacia la mas grande de las yslas donde viven tan amables y libres gentes. Todas estas universas e infinitas gentes a todo género crió Dios los más simples, sin dobleces, sin rencillas ni bullicios, no rijosos, no querulosos, sin rencores, sin odios, sin desear venganzas a menos que se les ataque sin aviso. Son también gentes paupérrimas y que menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas, no codiciosas. Su comida es tal, que la de los sanctos padres en el desierto no parece haber sido más estrecha ni menos deleitosa ni pobre. Sus vestidos, comúnmente, son en cueros, cubiertas sus vergüenzas, e cuando mucho cúbrense con una manta de algodón, que será como vara y media o dos varas de lienzo en cuadra. Sus camas son encima de una estera, e cuando mucho, duermen en unas como redes colgadas aquellos llaman hamacas."
Durante la primera noche del viaje, una sombra cambió mis planes. Me pareció ver el reflejo de una cantante, una fugaz luz, una mujer-leyenda que vaga por los puertos del Caribe. Su nombre, Marina von Kupferschein. Cuentan que lleva años navegando sin rumbo por las islas, trabajando en bares de puertos, goletas, barcos de carga, pasajeros. Dicen que hasta en yolas que navegan entre las islas que conforman el archipiélago caribeño la han visto, transportando todo tipo de mercancía y personajes, enamorándose de marineros y capitanes, hombres y mujeres.
Durante la primera noche del viaje, una sombra cambió mis planes. Me pareció ver el reflejo de una cantante, una fugaz luz, una mujer-leyenda que vaga por los puertos del Caribe. Su nombre, Marina von Kupferschein. Cuentan que lleva años navegando sin rumbo por las islas, trabajando en bares de puertos, goletas, barcos de carga, pasajeros. Dicen que hasta en yolas que navegan entre las islas que conforman el archipiélago caribeño la han visto, transportando todo tipo de mercancía y personajes, enamorándose de marineros y capitanes, hombres y mujeres.
Alegan que desciende por parte de su padre, del pirata Roberto von Kupferschein, y por parte de su madre, de la mezcla entre garífunas de Roatán y mestizos de Curazao; y que estos últimos, a su vez, descendían de la mezcla de indígenas con sefarditas.
Su incierta procedencia étnica y sus manejos de creencias, ritos y lenguas criollas le otorgan un carácter muy particular y una etnicidad misteriosa, difícil de especificar, pero emblemática del Caribe: islas y gentes que, independientemente de la potencia mundial que las controle, generan sus propias formas de ser.
La fugaz luz se pierde por entre las máquinas tragamonedas; las que premian o castigan al jugador que pone su fe en las mismas, o hipnotizan a la señora con cara de secretaria jubilada. Mientras presiona teclas, guiada por la combinación y pareo de símbolos, el semblante continuamente cambia.
Su incierta procedencia étnica y sus manejos de creencias, ritos y lenguas criollas le otorgan un carácter muy particular y una etnicidad misteriosa, difícil de especificar, pero emblemática del Caribe: islas y gentes que, independientemente de la potencia mundial que las controle, generan sus propias formas de ser.
La fugaz luz se pierde por entre las máquinas tragamonedas; las que premian o castigan al jugador que pone su fe en las mismas, o hipnotizan a la señora con cara de secretaria jubilada. Mientras presiona teclas, guiada por la combinación y pareo de símbolos, el semblante continuamente cambia.
La señora pasaba horas muertas frente a las máquinas, y al final de ese corto viaje, la tragamonedas le dejaba saber que se había ganado unas cuantas pesetas, o que las había perdido todas. Su búsqueda no era lo material, era el puro placer que causa la espera frente a la tragamonedas, gane o pierda.
Lo que se busca es sentir aquello que bordea en la ansiedad, causado por la incertidumbre, la sensación que estremece el cuerpo, el qué pasará una vez todos los símbolos que se mueven en la pantalla paren de inmediato. El placer lo causa el geshtalt de sensaciones que recorre el cuerpo antes de saber el resultado de tan corta pero intensa experiencia. Es en ese momento muy particular que la máquina se integra al cuerpo entero.
Lo que se busca es sentir aquello que bordea en la ansiedad, causado por la incertidumbre, la sensación que estremece el cuerpo, el qué pasará una vez todos los símbolos que se mueven en la pantalla paren de inmediato. El placer lo causa el geshtalt de sensaciones que recorre el cuerpo antes de saber el resultado de tan corta pero intensa experiencia. Es en ese momento muy particular que la máquina se integra al cuerpo entero.
El viaje de la señora en el crucero es matizado por el camino que le ofrecen las acompañantes de su soledad: las tragamonedas.
Otros no buscan satisfacer el placer que se vive de repente, o sus necesidad de conocer, o el deseo de viajar en busca de nuevas tierras; quizás solo buscan viajar.
"Viviendo o muriendo aquellas gentes araguacu, llegados en yolas de yslas más grandes a la ysla de Borikén, muchos tiempos atrás de la manera que hemos oído y contado, y recordado en nuestros cemíes, permitió nuestro Yaya que dellos mismos saliese el conocimiento que les diese alguna noticia de la ley natural y respetos que los hombres debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquellos araguacus, procediendo de bien en mejor cultivasen aquellas tierras, y a sus hombres, haciéndoles capaces de razón. Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del origen y principio de los araguacus que fueron, son y serán, me pareció que la mejor traza y el camino más fácil y llano era contar lo que en oí muchas veces acerca de este origen y principio, porque todo lo que por otras vías se dice de Yaya viene a reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será mejor que se sepa por las propias palabras que un Araguacu lo cuente que no por las de otros autores extraños."
A Marina von Kupferschein la vi abandonar el barco en la isla donde hablar lenguas criollas, francés, holandés, inglés es común, muy común: la isla de San Martín. Era ella. De lejos, en camino a unas lanchas de carga al otro lado de la bahía, se dio la vuelta, miró hacia el barco, dijo que no, con la movida de su cabeza, y siguió su rumbo. Me dijo que no y señaló hacia un guanín que llevaba colgado del pecho, uno de los antiguos medallones que indicaban el papel que jugaban los bohiques entre los pueblos primarios del Caribe. El guanín brillaba intensamente, reflejaba la luz del siempre presente sol, el gran Yaya arahuaco.
"Nuestra gran fuente, Yaya, envía sus fuerzas que ayudan a Atabey a crear las tierras, labrar sus bateyes, cultivar las plantas, los frutos como hombres racionales y no como bestias, y les pide que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a comer o a dormir, procurasen agradecer y recordar en sus cemíes las vidas de ahora y de siempre, y con sus guanín alumbrasen los caminos, que a Juracán y Yukiyú le bailasen y tirasen sus flores y granos para ayudarles y agradecer los alimentos y nuevas vidas que las Fuerzas nos llevaban y traían. Viendo los grandes vientos que arropaban y cambiaban estas tierras suyas, mi gran protector, corrí a agradecerle a Juracán y darle las flores, frutos y semillas paras que a otras tierras y en otros momentos allí se cultivasen."
"Viviendo o muriendo aquellas gentes araguacu, llegados en yolas de yslas más grandes a la ysla de Borikén, muchos tiempos atrás de la manera que hemos oído y contado, y recordado en nuestros cemíes, permitió nuestro Yaya que dellos mismos saliese el conocimiento que les diese alguna noticia de la ley natural y respetos que los hombres debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquellos araguacus, procediendo de bien en mejor cultivasen aquellas tierras, y a sus hombres, haciéndoles capaces de razón. Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del origen y principio de los araguacus que fueron, son y serán, me pareció que la mejor traza y el camino más fácil y llano era contar lo que en oí muchas veces acerca de este origen y principio, porque todo lo que por otras vías se dice de Yaya viene a reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será mejor que se sepa por las propias palabras que un Araguacu lo cuente que no por las de otros autores extraños."
A Marina von Kupferschein la vi abandonar el barco en la isla donde hablar lenguas criollas, francés, holandés, inglés es común, muy común: la isla de San Martín. Era ella. De lejos, en camino a unas lanchas de carga al otro lado de la bahía, se dio la vuelta, miró hacia el barco, dijo que no, con la movida de su cabeza, y siguió su rumbo. Me dijo que no y señaló hacia un guanín que llevaba colgado del pecho, uno de los antiguos medallones que indicaban el papel que jugaban los bohiques entre los pueblos primarios del Caribe. El guanín brillaba intensamente, reflejaba la luz del siempre presente sol, el gran Yaya arahuaco.
"Nuestra gran fuente, Yaya, envía sus fuerzas que ayudan a Atabey a crear las tierras, labrar sus bateyes, cultivar las plantas, los frutos como hombres racionales y no como bestias, y les pide que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a comer o a dormir, procurasen agradecer y recordar en sus cemíes las vidas de ahora y de siempre, y con sus guanín alumbrasen los caminos, que a Juracán y Yukiyú le bailasen y tirasen sus flores y granos para ayudarles y agradecer los alimentos y nuevas vidas que las Fuerzas nos llevaban y traían. Viendo los grandes vientos que arropaban y cambiaban estas tierras suyas, mi gran protector, corrí a agradecerle a Juracán y darle las flores, frutos y semillas paras que a otras tierras y en otros momentos allí se cultivasen."
ii. El Idé
"Orula era el babalawo más famoso de su comarca, y el rey lo mandó a buscar. Orula se negaba, se negaba, se negaba a ir. Hasta que un día Oshún se ofreció para ir a buscarlo. Se apareció de visita en la casa del babalawo, y como de conversación en conversación se le hizo tarde, le pidió que la dejara dormir en su cama aquella noche. Oshún se despertó muy temprano y puso el ékuele y el iyefá en su pañuelo. Cuando el babalawo se despertó, Oshún le anunció que ya se tenía que marchar. Orula se había prendado de la hermosa mulata y consintió en acompañarla un trecho del camino.”
Culipandeando sus enormes caderas, la señora, celular en mano, desde el muelle en Santo Tomás, Islas Vírgenes, esperaba que la viniesen a recoger unos parientes, residentes en la hoy nada virginal isla; relataba los ir y venir de su viaje por el Caribe antes de llegar a este puerto.
Para esta señora y su familia de viajeros no hay tours programados. Tienen familia en las islas, miembros de las diásporas que se desplazan o son desplazados por todo el mar de las Antillas, y aprovechan las paradas en las islas para visitarlos, pasar un día con ellos, y seguir camino.
“Orula caminaba y conversaba con la seductora mulata, hasta que llegaron a un río, el el babalawo le dijo que no podía continuar, ya que para cruzar debía consultar con el ékuele para saber si debía hacerlo o no. Ahí fue cuando Oshún le enseñó lo que había traído en el pañuelo y Orula quedó se convenció, y siguió a la diosa, cruzó el río y llegó donde el rey, que desde hacía mucho estaba preocupado por las actividades de sus enemigos políticos, quería preguntar si habría guerra o no en su país, y en caso de haberla, quién sería el vencedor y cómo podría identificar a los que le eran leales. Orula tiró el ékuele y le dijo al rey que debía ofrendar dos eyelé y oú. Luego de limpiar al rey con las palomas, regó el algodón en pequeños pedazos. Orula le dijo al rey que no tendría problemas, que saldría victorioso de la guerra civil que se avecinaba. Luego le dijo que se fijara en todos sus súbditos, y que aquellos que tenían algodón en la cabeza le eran fieles. De esta manera Obegueño, que así se llamaba el rey, gobernó en aquel país hasta el día de su muerte."
Las olas que la muy voluptuosa rubia señora nórdica causó cuando se metió en la piscina llegaron hasta la endilgada quinceañera y bañaron la cola del blanco y rebuscado traje. Las tres de la tarde no es la hora más indicada para tomar fotos en el área de las piscinas, pero cómo le tocaba cenar en el turno de las seis, programado de antemano, fue las tres la hora que le asignaron para las fotos al grupo de boricuas que celebraba el cumpleaños de la nena.
"Avistamos la inmensa bahía - la que una vez fue ruta comercial y frontera de los arahuacos y la última isla visitada por Madame K’lalud - el quinto día del Señor, un diecinueve de octubre del corriente año, después de la enorme goleta haber navegado unas cuantas leguas, y zarpado del puerto de la Martinica."
El crucero hace paradas en Saint Domingue, San Tomás, Santa Cruz, San Bartolomé, Trinidad, Curazao, Puerto Rico, Roatán; islas que siempre andan reinventando, descubriendo sus identidades; islas llenas de espíritus, los que hace siglos fueron asesinados o murieron camino o llegaron a su momento: memorias de cientos de miles de arahuacos, africanos, mestizos, eunucos, y el de Madame K'lalud.
“Madame K’lalud abandonó el liberado Haití, protegida por los oroshas y orientada por su babalawo, en una yola que la llevó hasta una pequeña goleta de carga, y en la misma viajó escondida entre los esclavos, especies y todo tipo de mercancía que la goleta transportaba y comercializaba, contrabandos, entre la Luisiana y las islas. Cerca de la isla de San Juan de Puerto Rico, Madame K’lalud desembarcó tarde en la noche, y en nuevas yolas fue recogida por cimarrones y otros aliados anti-esclavistas.”
Los fragmentos que conforman la historia, sus historias, sus gentes, se encuentran en un sincretismo antillano, con ritos y creencias que trascienden sus orígenes: algo de cristianismo, algo de dioses yorubas, algo de espíritus arahuacos, eunucos y palos santos.
"Orula apostó con Olofin a que el maíz tostado daba frutos. Olofin estaba seguro de que era imposible que el maíz tostado germinara, aceptó la apuesta muy seguro de que iba a ganar. Orula llamó a Eleguá y a Shangó y se puso de acuerdo con ellos para ganarle la apuesta a Olofin. Orula acudió con un saco de maíz tostado y lo sembró. Por la noche Shangó hizo que el cielo tronara y ayudado por la luz de los relámpagos, Eleguá cambió todos los granos, puso otros en perfecto estado. Después de unos cuantos días, una mañana Olofin le dijo a Orula que irían a ver si el maíz tostado había germinado. Olofin, cuando vio que los granos que Eleguá había sembrado comenzaban a germinar, el pagó la apuesta a Orula, quien luego, la compartió con Shangó y Eleguá."
La trigueña familia, vestida a la usanza de grand ball en country club norteamericano, lucía algo incómoda, fuera de sitio. El vapor y la humedad de la tarde, el bochorno caribeño, rizaron los estirados pelos y derritieron las blancuzcas máscaras que servían de maquillaje a las enjoyadas señoras de traje largo. Despojadas de malas vibras por gracia y gracias a una limpia espiritual mediunizada por un miembro del séquito, bien temprano en la mañana. Alzaron medallones -versión moderna del guanín, que siempre cuelga sobre su cuerpo-, soltaron bruscamente, movieron las manos y brazos hacia fuera, arriba, sobre la cabeza hasta apuntar hacia el cielo para limpiar el cuerpo de malos espíritus. Un despojo antes de salir a cenar, los distinguía de los pasajeros europeos y norteamericanos.
"Madame K’lalud, hija de Tembandumba, estaba al tanto que en la última y fiel colonia española, una de las cédulas de gracia emitidas por las cortes de Cádiz permitía que todo esclavo que escapara podía asentarse en unos de los mangles designados para los que, aunque libertos, trabajaran en la plantaciones de caña de azúcar."
No eran fiestas de cumpleaños ni jugar en los casinos lo que cambió el rumbo de Fe, Esperanza y Caridad: tres cubanas tras un palo santo, viajan por las distintas islas en busca de una dirección espiritual. Unos hombres y mujeres que conversan en otras lenguas cambiaron el rumbo de Fe, Esperanza y Caridad.
Los dogmas enmarcan. Los palos santos aclaran. Los bohiques, babalawos, santiguadores dirigen.
Fe, Esperanza y Caridad llegan hasta San Juan de Puerto Rico y caminan por la Calle Loíza, al mando de sus tacos, en busca de Altagracia, oriunda de otro San Juan, el de la Maguana en la República Dominicana. Un palo santo las dirigió hacia Altagracia, plena de dones, cura males, espanta los malignos y atrae seres de luz. En su patio tiene una ceiba que ilumina los caminos.
"El pueblo le deseaba la muerte Orula, pero como Orula, que es adivino, vio la suerte en el tablero con sus dieciséis nueces y decidió que tenía que hacer una ceremonia de rogación con un ñame, y con los pelos de la vianda, untarse la cara. Ikú vino por primera vez buscando a Orula y él mismo le dijo que allí no vivía ningún Orula. La Muerte se fue. Ikú estuvo averiguando y pudo darse cuenta de que Orula lo había engañado. Ikú regresó. Orula la vio regresar y la invitó a comer, le sirvió una gran cena con mucha bebida. Como comió y bebió tanto, Ikú se quedó dormida. Y ahí Orula se aprovechó y le robo la mandarria con que Ikú mataba a la gente. Cuando se despertó, Ikú se dio cuenta que le faltaba la mandarria. Ya que sin este instrumento Iku no era nadie, Orula le dijo que se la devolvería si prometía que no mataría a ninguno de sus hijos, a menos que él lo autorizara. Es por eso que la Muerte se cuida mucho de llevarse al que tiene puesto un idé de Orula."
El medallón que el guía de los turistas tiene colgado en el cuello está hecho de plástico, es una copia de los guanín que usaban los bohiques en los pueblos araguacus. En la isla de Dominica, el descendiente de los Caribes lleva a los viajeros del crucero, después de pasar por las comunidades de afro-dominicos y zonas urbanas, hasta su territorio en las montañas.
Su identidad marcada por la historia estaba más fija en su físico, que en su cultura. Hablan inglés y criollo. ¿Hasta cuánto atrás en el tiempo pueden llegar si el idioma que recoge las vidas de todos los días es el de otro?
Puede que sea Yaya, más allá de las lenguas, quien los mantenga atados. Puede que sea Atabey quien les provee la tierra y sus alimentos. Puede que los collares de camándulas que cuelgan de sus cuellos hayan llegado con sus vecinos, los que una vez también cruzaron estos mares, este mar, para terminar enredados con ellos, con otros, con los palos santos. Puede que haya sido Madame K'lalud.
"En la islas de Barlovento, Madame K'lalud se une a los guerreros garífunas y participa en las batallas contra los colonizadores ingleses. Pierden la guerra, pero no su dignidad, su orgullo, y no se dejan someter. En el trayecto del destierro que sufren los garífunas, forzados a vivir en las costas de Centro América, pierden contacto físico con la hija de Tembandumba, pero no con el 'calabó y bambú, bambú y calabó' que ella cantaba. Tampoco perdieron contacto con lo que ellos le entregaron para que lo protegiera, los protegiera, la protegiera: el guanín de sus antepasados caribes."
Fe, Esperanza y Caridad forman un círculo de oración, alrededor del sagrado árbol; reducen los mundos a su núcleo: el Caribe y sus ceibas, mar de todos nosotros, árbol genético, árbol que las pone a bailar, a tirarse al piso, a hablar lenguas, a estar en el presente, pasado y futuro a la misma vez.
No hace tanto que partimos de otro puerto, otra isla, todos los que en viaje al Caribe, atraídos por el deslumbre, la extravagancia que los cruceros sugieren: cromo, laminados, brillo en las paredes, escaleras, cuartos, salones, cafeterías, salas, techos y pasillos buscan vivir otras vidas, revivir anteriores, encontrar las nuevas.
Alejarse de la rutinas para terminar convirtiendo su viaje en nuevas rutinas: leen en las terrazas, se levantan y acuestan temprano, asisten a los programas culturales que el crucero ofrece, juegan en el casino. Los menos quieren llegar de un punto a otro: de Nueva York a San Juan, de San Juan a Dominica, de Dominica a Roatán, y luego seguir camino. Y hay quienes solo desean abandonar sus espacios, tanto los físicos como los existenciales; a ver lo que encuentran en la marcha, sin importar tanto su destino como haberse alejado y encontrar nuevas rutas.
"A las seis horas llegamos aquí a la isla. A ver la isla; que si las otras ya vistas son muy hermosas y verdes y fértiles, ésta es mucho más y de grandes arboledos y muy verdes. Aquí es unas grandes lagunas, y sobre ellas y a la rueda es el arboledo en maravilla, y aquí y en toda la isla son todos verdes y las hierbas como el abril en Andalucía; y el cantar de los pajaritos que parece que el hombre nunca se quería partir de aquí, y las manadas de los papagayos que oscurecen el sol; y aves y pajaritos de tantas maneras y tan diversas que es una maravilla. Y después hay árboles de mil maneras y todos dan de su manera fruto, y todos huelen que es maravilla, que yo estoy el más penado del mundo de no los conocer porque soy bien cierto que todos son cosa de valía y de ellos traigo la demuestra, y asimismo de las hierbas."
En el crucero los amantes clandestinos no se conocieron en los distintos bares con pistas de baile que ofrece el inmenso barco; no fueron a practicar los pasos aprendidos en Arthur Murray, al estilo de la pareja de jubilados, quienes todas las tardes bailan guiados por pasos geométricos, programados, movimientos rápidos de caras, brazos, manos, de izquierda a derecha.
"Andando así en cerco de una de estas lagunas, vi una sierpe, la cual matamos. Ella como nos vio se echó en la laguna, nos le seguimos dentro, porque no era muy honda, hasta que con lanzas la matamos; es de siete palmos en largo; creo que de estas semejantes hay aquí en estas lagunas muchas. Después se llegaron a nos unos hombres de ellos, y uno se llegó aquí. Yo di unos cascabeles y unas cuentecillas de vidrio y quedo muy contento y muy alegre; y porque la amistad creciese más y los requiriese algo, le hice pedir agua."
Dan la vuelta, la pareja estira los brazos hacia afuera, arriba, abajo, y los vuelven a subir para anunciar otro movimiento, un nuevo ángulo. Su meta, bailar por mares y barcos; bailar en cualquier lado, practicar los pasos de “ballroom dance” con su lenguaje programado, numerado.
"Estaban todos desnudos y en parejas abrazándose unos a otros como si fuesen mujer e hombre en mandato cristiano. que después de bien mirado todo lo que aquí he dicho, que no es toda burla lo que escribo acerca de lo acaecido en la ysla de los Caribes donde iban a vivir los eunucos y sus aparejados, torne a proseguir mi relación, porque la verdadera política y agraciado componer es decir verdad en lo que he escrito. La Goleta que nos seguía entró por otra bahia, tomándonos de sorpresa, y matando a todos los hombres que alli se encontraban, y bajo los ruegos de mi persona, explicándole quien era nuestro mas fiel sirviente e inocente creyente, el Capitán don Felipe de de León i Rivera le perdonó la vida a Jabibonuco. Su temperamento huraño, centrado, su cara de cobre, eran teñidos por las lágrimas frente a su mas querida pareja, don Diego de Sotomayor, quemado en una hoguera. Don Diego y los demás hombres que aquella isla poblaban fueron... Hoy día de nuestro Señor.....”
En el trayecto, junto a las piscinas y bares al aire libre, el hombre que se acerca a otro, lo saluda con cordialidad y le pregunta si se siente mejor hoy día. No anda buscando entablar conversación, mitigar la soledad; quiere reafirmar lo prometido la noche anterior. El abordado, asombrado, responde que sí, con frialdad, luego calla y casi obliga al otro a despedirse. Quien responde, el abordado, se vira y con cara de sorprendido, molesto, le dice a una mujer, su esposa, quizás, que no sabe quién es esa persona.
"Madame K'lalud siguió camino, otras islas, otros lenguajes, otras plantaciones, más al sur. el mismo propósito. No pensaba cortar caña. Sus intenciones eran otras.”
Puede que los dos hombres se hayan conocido anoche en uno de los menos frecuentados bares del crucero, donde llegan los que buscan sus iguales o aquellos que esconden sus amores, sus deseos, el lado de su vida que los asusta, que a veces niegan; huyen a otros lugares, viven vidas clandestinas o puede que fuese el arreglo de una relación sin bordes claros.
“Relaçion general que este fiel servidor Marques de Bobadilla hago para le ynformar a nuestro representante en la tierra el Obispo de la isla de Saint Joan y a los señores de su rreal consejo de yndias de las cosas subçedidas e la da ysla de los Caribes dende que por el mandato partia conocer y atestigua las sobre como vivian los indios en pareja con los hombres cristianos della tan diabolica isla ”
III. LA FLOR DE LA CAMPANA
Fe, Esperanza y Caridad llegan donde el ceiba milagroso de Altagracia las ha dirigido, a otro árbol, en las Islas de Sotavento, el de la flor de la campana, un icono sagrado entre algunos de los pueblos que habitaban estas islas, y para los que buscan recuperar sus lejanas conciencias continúa como fuente de conocimiento.
Sembrado en tiempos tan distantes que sus fechas se pierden en la memoria de los que recuerdan el árbol "surgió sobre las cenizas que allí quedaron cuando los hombres de hierro y largas cotas negras quemaron a los amantes y bohiques".
"Muy mi Señor mío, Marqués de Jájome Bajo, si hoy le escribo estas páginas fue a sugerencias de Usted, mi más agradecido protector, y al muy diligente y anciano maestro, el Marqués de Santillana, quien arduas horas estuvo guiándome por las lenguas y letras de Usted y sus hermanos que hoy conozco, y quien quiso conocer sobre aquellos de nosotros que de otros martirios fuimos salvados. La muerte del Marqués de Bobadilla me llevó hasta hoy donde Usted y no puedo dejar de agradecer su bondad y protección."
El árbol de las flor de la campana expande las conciencias y lleva a las tres cubanas a otros lugares, otros tiempos paralelos, otras medíunidades, un santiguador caribe, con su crucifijo en mano y un guanín colgando del cuello, un hombre, un bohique, que ayudará a iluminar y tranquilizar dos almas que todavía viven rondando cerca de la tierra y no logran transformarse en jupías. El santiguador no puede identificarlos, solo este hombre en un barco cerca de ellas podrá lograr aclarar sus pasados y destinos.
Llegan Fe, Esperanza y Caridad donde mí en el crucero, por la señas que en Dominica, el santiguador caribe les indica; y en trance cuentan sobre otras cartas y documentos prohibidos que se encuentran en los Archivos de Indias en Sevilla, quizás en un antiguo monasterio en Cádiz. Otros viajes, otros cuentos sin terminar, otras lenguas en busca de ser descifradas, no paran, no tienen fin.
"¡Ay!, mi amado, no sabe Usted cuánto lo añoro. Es tan grande mi dolor, mi angustia, mi desespero, que muero lentamente de dolor, y no por culpa de este camino que mis pasos guía. Muero en el vivir, nuestro amor fue tan mal comprendido. A ese amor nos llevó el gran Yaya y hoy, otros sin decir ni explicar por qué en castigo nuestro amor han convertido. Son tan frías estas noches, tan obscuras su paredes, que el único consuelo que tengo es saberlo a usted morando en el mundo de los jutías. Un cemí le construí, y sin entender el amor con que fue hecho, los padres de su Santa Iglesia en polvo lo han convertido.
¿De qué vale conocer sus letras, sus hombres santos y sus obras?, si bañado en soledad y lágrimas en este calabozo mis historias están perdidas. Al Marqués mucho agradezco estos folios que para su excelencia escribo, mas estas que a usted dirijo, enredadas en penumbras quedan junto a trapos y caracoles que a la hoguera pronto irán conmigo."
"Sal de aquí”: gritó una voz ronca. Pudo haber sido cualquiera de las tres mujeres que saltaban, se tiraban al piso, se levantaban y daban vueltas sobre sí mismas, vueltas rápidas, brincaban, alzaban brazos, espantaban algo. La que hablaba con voz de hombre, sin dirigirse a nadie en particular, decía con voz de otro espacio: "Esta no es tu casa, esta no es vida, este no es tu tiempo, tu tiempo ya pasó. ¿Qué buscas?"
"Muchos hombres de fe han escrito las Santas Obras de su Padre y de su Hijo, el Señor Jesucristo, y otros que han puesto en palabras equivocadas las muy respetuosas obras de nuestra única Fuente de vidas, Yaya, que no ha sido con la relación entera que dello se pudiera dar, y que lo he notado en las cosas que de nuestras fuerzas creadoras, Juracán y Yukiyú, las que nacen y regresan a la gran Fuente Yaya, he visto escritas, de las cuales, como natural de la isla de Borikén, y su madre tierra, Atabey, que fue, es siempre y será creada por ellos con sus aguas, movimientos, flores y alimentos, tengo más largas y claras noticias que la que hasta ahora los escritores han dado.”
Los bares del crucero tienen horarios programados y quienes los frecuentan saben de antemano qué está pasando dónde y a qué hora. Los de las piscinas hasta las seis, los de baile no prenden las luces hasta la hora de la cena, y a las diez de la mañana el gran salón de los espectáculos está completamente obscuro, y hasta allí se llegaron Fe, Esperanza y Caridad cuando se dieron cuenta que algo las mantenía inquietas, y que no era ni el café ni el desayuno. Ellas sabían que era algo más allá de lo corporal. Pudo haber sido el brebaje de la flor de campana.
“Verdad es que los hombres de fe tocan muchas cosas de las muy grandes que su Padre y su Hijo Jesucristo tuvo, pero lo que escriben sobre nuestra Fuente y sus fuerzas son muy mal escritas para mí, de la manera que las dicen, las entienden mal. Por lo cual, forzado a abandonar el amor natural de las aguas y los vientos, la quietud y los movimientos de las tierras, las montañas, las flores y los alimentos, las bestias que allí le habitan, las gentes de mi isla Boriken y los jupías, que una vez fueron, me ofrecí al trabajo de escribir esta carta, donde clara y distintamente se verán cómo vivimos y ofrecemos gracias a nuestra Fuente por la continua creación de nuestras tierras, y las vidas de nuestras buenas y nobles gentes, las cosas que en Boriken había antes de que mi muy amado y bien recordado Marqués de Bobadilla allí encontrase."
Esperar bajo el infernal sol por el bus de turistas que los lleva hasta los montes en el centro de la isla de Dominica es más desesperante que la cola que hay que hacer para poder reunirse con el santiguador caribe. Después de preguntarle sobre los bohiques, eunucos y los seres de luz que fueron asesinados por los españoles, el santiguador me pidió que siguiera de cerca a las tres mujeres, que a través de ellas conocería otros planos, que no me podía decir más.
“Seres de luz, de antes y después, guíen a los seres en camino. Seres en busca de empatar historias, en este viaje, en otros, de isla en isla, de tiempo en tiempo, de árbol en árbol, repasen las lenguas que hubo, que hay, que hablan sobre los que una vez fueron, que hoy andan en tinieblas y entran en otros cuerpos, en busca de sus amantes perdidos, en los mares, entre reyes y palacios, monasterios y calabozos hablen ahora y abandonen esos dos cuerpos que no le pertenecen.”
Una vez en el barco, sin delatar mi presencia, las seguí hasta el salón de bailes. Era una voz distinta, muy ronca, la que salía de Fe, quizás de Esperanza o de Caridad. No podía distinguir desde lejos. La sala de bailes no la usan de día y en ella las tres cubanas encontraron lo que el palo santo, la flor de campana, el santiguador y Altagracia le habían confiado.
La familia cumpleañera no juega en los casinos, ni se baña en las piscinas, ni van a los bares y su paseo por el barco, explorando sus salas, biblioteca, áreas de juego, los llevó hasta donde creían que era un ensayo, el salón de bailes. Cuando oyeron las voces roncas y vieron los saltos, reconocieron que no era la preparación del espectáculo de por la noche.
Llenos de gozo, los miembros de la familia observaban de lejos a Fe, Esperanza y Caridad en su trance, hasta que unas sombras los asustaron, se persignaron y siguieron camino. Frente a ellos caminaban rápidamente los dos hombres, los amantes furtivos.
"Sal de aquí": gritó la voz ronca; una voz que no esperaban oír los dos hombres que se manoseaban en una esquina de la sala de bailes, detrás de las cortinas de terciopelo que separaban la tarima del salón de bailes. Temerosos de que quienes estaban ensayando los descubrieran, se fueron sigilosamente, protegidos por la obscuridad en el salón y se escurrieron detrás de la familia, con la esperanza de que tampoco éstos los vieran.
"En todo lo demás que de aquellos indios en la isla de Boriken se puede decir por los señores y hombres de fe que la tocaron en parte o en todo; que mi intención no es contradecirles, sino servirles de comento, de intérprete en muchos vocablos y costumbres, que, como extranjeros en aquella lengua, interpretaron fuera de la propiedad de ella, según que largamente se verá en el discurso de la historia, la cual ofrezco a la piedad del que la leyere.”
La señora frente a la tragamonedas no disfrutaba del alboroto que llevaba la familia cumpleañera, ni pudo entender a qué se referían, todos hablaban a la vez, debatían si los dos hombres salieron por detrás de las cortinas, o eran parte de los ritos de santería, o era un santo el que les bajó a las tres mujeres, o era un espíritu en busca de adelantar su ascendencia a planos mayores: "No no, eran santeras cubanas, el acento cubano, pueden haber espiritistas cubanos, no todos son santeros; los dos hombres deben ser creyentes, puertorriqueños los dos; no uno es español, su acento es castellano, casado, lo vimos bailando con su esposa, y el señor sentado cerca de ellas era otra mediunidad, un babalawo, estaba bien quieto. ¡Uy, aléjate, solavaya!"
“Viviendo o muriendo aquellas gentes araguacu, llegados en yolas de islas más grandes a la isla de Borikén, muchos tiempos atrás de la manera que hemos oído y contado, y recordado en nuestros cemíes, permitió nuestro Yaya que dellos mismos saliese el conocimiento que les diese alguna noticia de la ley natural y respetos que los hombres debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquellos araguacu, procediendo de bien en mejor cultivasen aquellas tierras, y a sus hombres, haciéndoles capaces de razón. Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del origen y principio de los araguacu que fueron, son y serán, me pareció que la mejor traza y el camino más fácil y llano era contar lo que en oí muchas veces acerca de este origen y principio, porque todo lo que por otras vías se dice de Yaya viene a reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será mejor que se sepa por las propias palabras que un araguacu lo cuente que no por las de otros autores extraños.”
Ajena a la familia cumpleañera, que en ese preciso momento salía por una de las puertas que daban a la cubierta del barco, y rescatada por la tragamonedas, la señora cambio de semblante, cuando la máquina empezó a sonar, un ruido constante, estridente, y las monedas bajaban por montones y caían en el cubo de cartón. Sonreía, ahogada en un estado de puro placer, absorta, en una relación simbiótica con el casino, la música, los cajeros, las meseras.
“Nuestra gran Fuente, Yaya, envía sus Fuerzas que ayudan a Atabey a nacer, crear las tierras, labrar sus bateyes, cultivar las plantas, los frutos como hombres y no como bestias, y les pide que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a comer o a dormir, procurasen agradecer y recordar en sus cemíes las vidas de ahora y de siempre, y que a Juracán y Yukiyú, bailasen y tirasen sus flores y granos para ayudarles y agradecer los alimentos y nuevas vidas que las Fuerzas nos llevaban y traían. Viendo los grandes vientos que arropaban y cambiaban estas tierras suyas, mi gran protector, corrí a agradecerle a Juracán y ofrecerle las flores, frutos y semillas para que a otras tierras los vientos de Juracán llevasen, y en otros momentos allí se cultivasen.”
Fe, Esperanza y Caridad, exhaustas, cayeron de rodillas, con las cabezas sobre el piso, y los brazos estirados hacia el techo, lloraban desconsoladamente. Ante aquella escena, callar y esperar a que me vieran fue lo único que pude hacer. Se levantaron, vinieron donde mí y como si me hubiesen conocido de mucho antes, de otros mundos, me contaron que los espíritus de los que una vez fueron me seguían y que esperaban que los ayudase a reencontrarse, a completar su misión en la tierra.
"Mi falta de ropas y bailes era llenos de gozo y no ofensa a sus otros siervos y amigos, menos a sus hombres de fe, su Jesucristo y Dios amado. Pero conforme a nuestra lengua, como atrás hemos dicho y diremos de la mucha significación que los araguacu encierran en sola una palabra, Juracán, e nos pide que demos gracias y ofrezcamos algo a todos los poderes anteriores, a todos y al que hace llevar estas flores, estos frutos, dándonos alimentos y vigor para vivir los que acá y allá vivíamos y los que en nuestros cemíes siguen viviendo. Entendemos los araguacu, con lumbre natural, que se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al Yaya, por habernos ayudado en aquel alimento y por nacer de nuevo a la Atabey.”
Ver el tranquilo mar, tomar el fresco desde la cubierta que bordeaba el piso donde se encontraba el casino, fue lo menos que pudo hacer la familia al encontrase de frente al español, Diego, y a su esposa, Isabel, en una fuerte discusión. El otro, el puertorriqueño, Javier, miraba desde una cubierta superior, con su cuerpo que casi colgaba de la baranda, alteraba las tranquilas aguas color turquesa del Caribe.
“De este calabozo escribo estas frasis, mi bien amado protector, frente al enorme crucifijo que cuelga de estas frías paredes, en espera de aquello que dicen es la quema en la hoguera por haber servido al mal espíritu, su diablo. Cuán lejos, cuánto tiempo hace que me llegué hasta sus tierras, cuán mal fue entendido lo que pedía y sentía con mis flores, frutos y semillas a los vientos de Juracán. Mi querido protector, lejos de Boriken, no he sido entendido por sus sacerdotes y reyes. En espera, en este frio aposento, por la quema en la hoguera, de rodillas, obligado, frente a su crucifijo me despido, su servidor, Jabibonuco”.
IV. El Crucifijo
“Edicto: Por ende que nos pedía mandásemos hacer e hiciésemos la dicha Inquisición y visita general leyendo para ello edictos públicos y castigando a los que se hallasen culpados, de manera que nuestra santa fe catholica siempre fuese ensalzada y augmentada, y por nos visto ser justo su pedimento y queriendo proveer y remediar cerca de ello lo que conviene al servicio de nuestro Señor mandamos dar y dimos la presente para cada uno de vosotros en la dicha razón por la qual os exortamos y requerimos que si alguno de vos supiéredes, oviéredes visto o oydo decir que el yndio Jabibonuco haya fecho o dicho alguna cosa que sea contra nuestra santa fe catholica y contra lo que está ordenado y establecido por la sagrada scriptura y ley evangélica y por los sacros concilios y doctrina común de los sanctos y contra lo que tiene y enseña la sancta Iglesia Catholica Romana usos y cerimonias de ella, specialmente lo que hubiere hecho o dicho alguna cosa que sea contra los articulos de la fe mandamientos de la ley y de la yglesia y de los sanctos sacramentos, o si hubiere hecho o dicho alguna cosa en favor de la ley muerta de Moysen de los judíos o hecho cerimonias de ella o de malvada secta de Mahoma o de la secta de Martin Lutero y sus sequaces y de los otros hereges y paganos condenados por la iglesia.”
El acusado debía arrodillarse, poner la mano derecha sobre la imagen de un crucifijo, jurar que no practicaba la religión judía o la musulmana, que no descendía de paganos o herejes; tenía que decir los nombres de sus padres y abuelos, así como los lugares de sus nacimientos. Una persona era designada por el Tribunal de la Inquisición para que a las ciudades o posesiones a interrogar a testigos y hacer otras averiguaciones. Después de presentar el informe, un jurado votaba para decidir si se aceptaba o no al candidato o si era condenado a muerte.
“Edicto: Y si saben que Jabibonuco haya tenido y tenga maracas diabólicas, libros de la secta y opiniones del dicho Martin Lutero y sus sequaces o el alcoran y otros libros de la secta de Mahoma o biblias en romance o otros qualesquiera libros de los reprobados por las censuras y catálogos dados y publicados por el santo oficio de la Inquisicion, y si saben que Jabibonuco no cumpliendo lo que son obligados ha dejado de decir y manifestar lo que saben o que hayan dicho y persuadido a otras personas que no viniesen a decir y manifestar lo que sabian tocante al santo oficio o que haya sobornado testigos para tachar falsamente los que han depuesto en el santo oficio o si algunas personas hubiesen depuesto falsamente contra otras por hacerles daños y macular su honra o que hayan encubierto receptado o favorecido algunos hereges dándoles favor y ayuda ocultando o encubriendo sus personas o sus bienes o que hayan impedido o puesto impedimentos por sí o por otros a la libre administracion del sancto oficio de la Inquisicion para efectos que los tales hereges no pudiesen ser havidos ni castigados o hayan dicho palabras en desacato del santo oficio o oficiales o ministros dél. o que hayan quitado o hecho quitar algunos sambenitos donde estaban puestos por el santo oficio, o hayan usado de las cosas que les son prohibidas por derecho comun, leyes y pragmáticas de estos reynos y instrucciones de este Santo Oficio."
Los dos edictos publicados: el de Fe y de Gracia, obligaban a los cristianos, a denunciar a todos los herejes que conocieran, y les daban un mes de plazo para que decidieran presentarse a delatar a los que cometían actos herejes o practicaban otras religiones. Ambos edictos convertían a la comunidad en agentes de la Inquisición. Jabibonuco fue acusado de hereje, de practicar ritos contrarios a la Santa Iglesia Católica y de adorar a Satanás.
Una vez Jabibonuco fue retirado de la casa del Marqués de Jájome Bajo y las acusaciones fueron finalmente aceptadas, fue ingresado en prisión, sin nunca poder conocer la identidad de sus acusadores y de los testigos. Aunque otros acusados tenían la oportunidad de defenderse, su desconocimiento de los procedimientos y leyes que supuestamente lo protegían, lo dejaron sin amparo. Ante las preguntas de los inquisidores, que lo confundían, y sus firmes creencias en la integración de la naturaleza con la espiritualidad, su situación se complicó mucho más, añadiendo acusaciones, y una muy mal comprendida, manipulada evidencia.
"Carta del Inquisidor del 5 de febrero de 1570. Comprendo, pues, que no convenía dilatar ya por más tiempo el recibimiento del Tribunal, fueron el alcaide y la Audiencia por mi mano derecha y el cabildo de la ciudad por la izquierda, y yo en medio, y la cruz y pendon del Santo Oficio, que llevaba el Fiscal, un poco delante, y salí de la casa del Santo Oficio, e fuemos cavalgando hasta la iglesia mayor, a do me rescibió el clero y todas las ordenes, cantando Te Deum laudamus y se predicó el sermon de la fe, e juró el alcalde y la Audiencia en la forma acostumbrada y despues el pueblo, alzando los brazos derechos arriba, y se leyó el edicto, lo cual se hizo con mucha solemnidad, habiendo precedido el dia antes las notificaciones a las provisiones y mostrado al Ordinario el poder de Inquisidor, y pregonádose con trompetas y atavales el nombre del hereje cuya limpieza de sangre no fue comprobada."
La mayoría de los juicios que se realizaron para comprobar la culpabilidad o inocencia de un acusado fueron hechos en nombre de Dios, y amparándose en la revelación divina, era Dios quien decidía si el condenado era declarado inocente o culpable. Las pruebas a las que fue sometido Jabibonuco, como resultado del ‘juicio divino’ consistieron en hacerle andar sobre brasas de fuego, marcado con hierros candentes, sumergido bajo el agua, colgado boca abajo durante un largo periodo de tiempo. Como era costumbre en aquella época, las pertenencias personales también fueron juzgadas por el juicio divino, y quemadas antes de que Jabibonuco terminara en la hoguera.
Si no había muerto antes devorado por las ratas o infectado por su propia mierda, el alguacil sacaba de la prisión al acusado, le ponía un cono puntiagudo en la cabeza, y lo conducía a la sala de lo penal donde se celebraba el juicio. Durante la misa del domingo el cura decía quién iba a ser juzgado, sermoneaba sobre las acusaciones de las cuales se le acusaba y animaba a la gente a que fuera al juicio y castigo, para que viesen cómo era torturado y matado, como ejemplo para todos aquellos que pensaban como el acusado, aprendieran de la sabiduría divina.
"Sabed que el Ilustrísimo señor cardenal, Presidente del consejo de su Magestad, Inquisidor Apostólico general en todos sus Reynos y señoríos con el celo que tiene al servicio de Dios nuestro Señor y de su Magestad y con acuerdo de los señores del Consejo de la Santa General Inquisición y consultado con su Magestad, entendiendo ser muy necesario y conveniente para el augmento y conservacion de nuestra santa fé cathólica y Religion cristiana el uso y exercicio del santo oficio de la Inquisicion, ha ordenado y proveydo que Nos por su poder y comision, lo usemos y exerzamos, y que de ello se seguia de servicio a nuestro Señor y gran daño y perjuicio a la Religión Christiana."
Cuando se le preguntó si era hereje, sonrió y contestó que sí; y al ser considerado como un reincidente, se le aplicó la pena capital.
Cuando se le preguntó si era hereje, sonrió y contestó que sí; y al ser considerado como un reincidente, se le aplicó la pena capital.
V. El Humo
Ante tanta cantidad de humo que subía y tan sofocante el olor a quemado, los turistas dejaron de prestarle atención a los guías que los ordenaban subir en las lanchas. A falta de un puerto que permitiera que un barco tan grande pudiese anclar en el pequeño muelle, los turistas eran llevados en las pequeñas lanchas, y cuando cambiaron la vista hacia el sitio de donde venía el humo y el olor que impregnaba muy dentro de uno, se encontraron con un cuerpo que yacía sobre la arena y unos hombres y mujeres que lo bañaban con humos y hierbas.
Un muerto, quizás, ahogado, pensaron algunos. Otros hubiesen preferido regresar al barco, pero era muy tarde y no les quedaba más remedio que enfrentarse a una inesperada situación; nada que ver con las hermosas playas que promocionaba el crucero en su visita a Roatán.
El entusiasmo, promovido por los folletines que mostraban fotos de las hermosas islas de la bahía de Honduras, fue reemplazado por semblantes llenos de asombro, miedo, disgusto. Bastantes emociones no esperadas habían sufrido con la desaparición del pasajero en medio del Caribe; y ahora tener que enfrentarse a un muerto y unos ritos poco cristianos no eran parte de sus programadas vacaciones.
"Para quienes sufren los efectos de mala salud, mala suerte, provocadas ya sea por la envidia de otros o por causa de un espíritu errante, se recetan baños de hierbas específicas y de limpias con el humo de cigarros puros. También pueden usarse estas curas como medicina preventiva cuando se sospecha que alguien abriga sentimientos hostiles hacia el afectado por la mala suerte o la envidia”
Sin esperar que la alarma terminara de sonar y comenzara la búsqueda del naufrago, el jefe de seguridad llegó hasta el camarote de Javier, y dados sus conocimientos sobre prácticas religiosas no cristianas en su nativa Jamaica, una vez vio aquel vaso lleno de agua sobre la puerta del camarote, no tuvo que indagar por qué estaba allí; el agua servía para recoger algún tipo de malas vibras que rodeaban al desaparecido: espirituales o humanas. ¿Jupías? Puede que fuesen jupías:
Sabía qué hacer: llevó el vaso lleno de agua hasta la cubierta, prendió un cigarro, sopló humo hacia dentro del vaso, y de espaldas hacia el mar, con la mano izquierda tiró el vaso por encima de su hombro hacia las tranquilas aguas del Caribe. Y en ese preciso momento Diego cayó de espaldas, retorciéndose y vomitando unas aguas color verde, viscosas y llenas de pequeñas partículas.
Nadie le tenía que contar al jefe de seguridad lo qué había pasado antes de que Javier se cayera al mar, o se tirara, o algo lo empujara, cuando miraba, asustado, desde la cubierta superior la discusión entre Diego y su esposa. Todo aquello estaba estrechamente vinculado.
Algunos siguieron a sus guías de turistas y se dirigieron a las playas. Junto a Fe, Esperanza y Caridad nos acercamos unos cuantos, incluyendo al jefe de seguridad del crucero, quien se bajó para asegurarse de que todo estaba en orden y que no tendríamos ningún problema. No le preocupaba actos criminales. No quería que fuésemos a intervenir en lo que posiblemente desconocíamos. ¡Cuál fue la sorpresa cuando nos encontramos que el cuerpo que estaba sobre la arena era el de Javier!
El uragebuna, al ver las caras llenas de interrogantes que teníamos los que nos atrevimos acercarnos al cuerpo que yacía sobre la playa y los movimientos de cuerpos de Fe, Esperanza y Caridad, se acercó al grupo de noveleros y nos llevó aparte. Explicó que él era el historiador de su comunidad, que sus historias incluían las historias personales y las prácticas médico-espirituales. Nos relató con detalles lo que estaba haciendo el buyei, el curandero o chaman; contó cuentos que recordaban otras historias.
"Cuentos que empatan las vidas de antes y después”: nos dijo.
“Un pescador que no tenia herederos se cayó de su bote en medio del mar, y que un áfurugo lo llevó hasta la playa, un espíritu que se corporiza en forma de mujer mestiza, le llaman la Marina, lleva el último guanín sagrado, colgado del cuello, y va de barco en barco, salvando y guiando almas perdidas, cuentan los otros pescadores, y que un buyei encontró el espíritu del pescador enredado en unas algas. Le cantaron oraciones ancestrales, bañaron con hierbas y lo rociaron con humo de cigarros puros. Su espíritu regresó a su cuerpo; y cuando sanó por completo, el pescador construyó casa nueva, y buscó una esposa, tuvieron hijos, para continuar su camino por el mundo.”
Diego no pudo bajar a tierra. En la pequeña clínica del crucero, el médico, diagnosticó un estado de parálisis emocional causado por el haber sido testigo del accidente que sufrió Javier; le recetó medicinas contra la ansiedad, unas pastillas para balancear el sistema digestivo, y reposo durante los tres días que quedaban de viaje hasta llegar al último puerto en Miami.
Javier, por la tarde, una vez algo recuperado y consciente, se negó a que lo llevaran a un hospital en La Ceiba; y escogió quedarse en Roatán. El jefe de seguridad no le puso ningún obstáculo; incluso sonrió, como si conociese el resto de la historia. A las seis de la tarde el crucero zarpó, acompañado por música de punta.
“El dugu es un ritual de sanación que en la mayoría de las ocasiones, el objetivo central de este rito es la curación de una persona gravemente enferma y con grandes posibilidades de morir, al estar poseído por un gubida o espíritu ancestral, que puede ser el de la mamá, del papá o de algún otro familiar. Con la curación más tiempo de vida para el enfermo es lo que busca el dugu, y el cambio en una conducta desviada, tras aplacar al ancestro. Una vez haya sido curado, el enfermo tiene que vivir en una casa nueva, donde no hayan historias familiares o de otros seres pasados. Si el dugu no logra la curación del enfermo y muere, el ritual logra para el enfermo una muerte llena de sentido.”
VI. La Luz
“Llegaron los hombres que brillaban, creíamos que llegaron del sol, la gran fuente Yaya. Saludamos, ñagotados como era costumbre entre los araguacus, el saludo de la paz, y el Agueybana se paró cuando ellos no se ñangotaron, y se acercaron y le tocaron el guanín, y gritaron es oro, es oro, y soltaron fuego de sus palos y murió el Agueybana, y corrimos hacia los montes, y soltaron fuego de sus palos, y no venían del sol, de nuestra fuente Yaya. Venían de adentro de la tierra de donde salen los que derrumban los bohíos y queman las plantas, los frutos. No, no fue como dice Usted mi querido Marqués, que como lo contaron en su lengua denantes, que les tuvimos mucha amistad, que y que como dice en sus folios, que Usted me leio, ‘porque cognosçí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra sancta fe con amor que no por fuerça, les di a algunos d'ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescueço, y otras cosas muchas de poco valor, con que ovieron mucho plazer y quedaron tant nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nos estávamos, nadando, y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocavan por otras cosas que nos les dávamos, como cuentezillas de vidrio y cascaveles. En fin, todo tomavan y daban de aquello que tenían de buena voluntad. ‘ No pida que cuente más , que mi dolor es tan grande, que contar más no puedo. Mintió, el Almirante, mintió, no creáis en las letras de sus hombres, mi estimado Marqués.”
Mi viaje en el crucero por el Caribe terminó en Miami, y de ahí volé a San Juan. No me podía despegar del personaje y quería regresar al Convento en Caparra, continuar leyendo sobre el tal Jabibonuco, y de alguna forma hacer mío lo que los archivos decían sobre el eunuco arahuaco. La desilusión fue más poderosa que las dudas. Las interrogantes aumentaron más allá de Jabibonuco, incluyeron a la monja bibliotecaria.
Una vez llego, me entero que ni la monja bibliotecaria estaba en el convento, ni tampoco los archivos. Sor Bernarda Díaz del Castillo - por fin supe su nombre - pidió que la transfieran a un convento en Cádiz. Tuvo que haber sido ella quien se llevó los documentos.
"Un grillete mantenía a los esclavos atados a sus asientos, donde comían, dormían y evacuaba lo que fuese menester. Iban descalzos y rapados para evitar la acampada de piojos y facilitar su identificación en caso de fuga. A la mayoría de los esclavos que remaban día y noche no les aguardaba más horizonte que el mar, el combate con barcos, y cierta opción de irse al fondo del mar encadenados a su bamboleante prisión.”
Viajar en crucero desde el Caribe hasta el Mediterráneo es un lujo durante ciertos meses del año, sin embargo, si se aprovechan los cambios de puerto cuando las compañías mueven sus cruceros - los reposicionan, ofreciendo sus tours por los mares de Europa, se consiguen muy buenas ofertas. Y eso fue lo que hice en busca de otros archivos donde se documentara la vida de Jabibonuco en España durante el periodo que vivió allí, antes de que lo quemasen en la hoguera.
Las tonalidades de la luz van cambiando en la medida que el barco que me lleva desde San Juan hasta Cádiz va dejando las aguas del Caribe y se adentra en el norte del Atlántico.
“Jabibonuco no remaba, y aunque era motivo de burla, a veces, en otras era deseo, un objeto sexual. También le tenían miedo. Tan distinto a los demás hombres que allí se encontraban; todos conocían sobre los pueblos de donde provenían cada uno de ellos: africanos, moros, turcos, gitanos. El hombre bajito, con su cuerpo cuadrado, pelo largo y grueso, de un color negro azabache, y aquella mirada intensa, profunda, veía más allá de lo que se podía observar por fuera.
Los miraba por dentro. Podía curar con hierbas y cánticos que nadie entendía. Más de una vez sanó una herida, imploraba, danzaba y tiraba caracoles. Protegido por el capitán, lo observaban de lejos, no lo tocaban.”
La tormenta fue anunciada por una misteriosa luz, temprano en la mañana, una luz fantasmal que iluminaba los espacios cada vez más lejanos, más afuera, más ajenos, al borde de la invisibilidad. El buen servicio de partes meteorológicos que ofrecen los cruceros permite organizar la navegación asegurando una previsión aceptable del viento y unas buenas condiciones para navegar sin tener que enfrentarse a lo que sufrían las goletas españolas durante los siglos anteriores. Aunque, a veces, la previsión no se cumplió y nos tocó batallar con más viento del previsto. Por lo demás, los barcos son un medio de transporte tranquilo y seguro.
“El turco era el esclavo más viejo entre los que remaban, no era musulmán como los moros. Un ciego que no paraba de decir su oración - ¡Oh Shamash, único tú que disipas las tinieblas! Haces arder el mediodía y haces granar los campos. Fielmente sigues tu marcha a través de los cielos y cada día vistes la extendida tierra.”
A falta de puertos donde parar y pasear, estirar las piernas, tocar tierra firme, el aburrimiento que causa estar en un barco durante cuatro días de viaje entre Puerto Rico y las Canarias es aliviado con las conferencias que ofrece el director de entretenimiento del crucero sobre las islas o los mares.
"El agua del Mar Mediterráneo es cálida, salina, y menos densa comparada al agua del Océano Atlántico. Cuando el agua del Mar Mediterráneo entra en el Atlántico sobre la solera de Gibraltar, se mueve varios cientos de kilómetros dentro del Atlántico a una profundidad de cerca de 1.000 metros con sus propias características cálidas, salinas y menos densas, como consecuencia de esa barrera que hace una distinción entre ellos. El mar Mediterráneo se estabiliza a esa profundidad."
“Las aguas cambiaron de color y pensaba que estábamos en el mar nuestro, hasta que vimos la gran piedra, y bajando hasta donde los remeros y contado lo que había visto, el moro, sonreía ante mi asombro, y explicó que Dios le había revelado al último profeta que Él, solo Él, con su poder dejo que los dos mares se encontraran libremente y que creó entre ambos mares un espacio que no traspasaban y que los poderes de vuestro Sustentador no deben ser negados, y luego me preguntaba - ¿Quién podía saber antes de la revelación del Corán que los mares eran distintos? El turco se reía, y respondía que antes de que su profeta dijese que le fueron reveladas esas palabras y sabiduría sobre los mares, y que antes que otros profetas, ya mucho antes, sus antepasados habían navegado por esas aguas, y escribieron sobre las mismas.”
Embelesado ante la luz, encontré en el mar lo que creía ya perdido: la integración en su máximo esplendor, el mejor espejo multiplicador de efectos, de luces, seres, aguas encabritadas bajo la luz transparente de la luna o entre nubes enrojecidas por el sol de poniente, tranquilas en las horas del amanecer en que el cielo y el mar se funden en suaves pinceladas amarillentas, descomunal e intimo a la misma vez; todo en uno.
“Los galeotes recibían a diario un pan cocido y endurecido llamado bizcocho, un potaje de habas y su ración de agua. Las esperanzas de liberación eran mínimas. Sólo si los suyos ganaban un combate o eran intercambiados por presos españoles. La iglesia y el reino eran más inclementes con delitos monetarios o ciertas prácticas sexuales que con el asesinato. A Pedro Jiménez le cortaron ambas orejas, y fue condenado por un crimen de robo a ocho años de galeras. Pero a Juan de Morales, un hombre de unos 35 años, de buena constitución, blanco, ojos azules, lo castigaron con 200 azotes y 10 años de galeras por el pecado de sodomía. El Turco y el Moro estaban allí de por vida.”
Una vez en Cádiz, me encuentro con Sor Bernarda en el convento de su orden en la antigua ciudad andaluza, y distinto al carácter serio en Caparra, con aquella mirada que me dejaba saber que no se fiaba de mí, la encontré afable y receptiva. Lo que no esperaba encontrarme fue con la desaparición de todos los documentos, los traídos de Caparra y los que una vez fueron archivados en Cádiz.
“El Reino y la iglesia quedaron agradecidas al Capitán y al Marqués por tan sabia decisión de traer en buen estado de salud a este pagano, conocido entre los suyos como Jabibonuco y hoy bautizado con el nombre cristiano de Javier, y frente a SM y sus Excelencias se han llevado a cabo los exorcismos."
VII. Las Cenizas
Sor Bernarda escogió un poema de Rafael Alberti para explicarme su visión, como monja feminista, del mundo, la política, las religiones y la razones para la quema de los archivos; un poema donde el autor le pide a los turistas que van de visita por Roma, que no se fijen en sus monumentos, y que presten atención a los perros que están meando. Luego, sin perder el hilo de la conversación, casi en la misma oración en la que citó el poema de Alberti, habló sobre un monje trapista, también poeta, y cómo murió, asesinado, según ella.
A principios, no entendí la relación entre Alberti y el monje trapista, hasta que me dijo que el monje era muy ingenuo. Por no haberse fijado en los perros que meaban cerca de él -así le llamó a la monja a ciertas fuerzas obscuras, neo-góticas, que todavía seguían los principios de la iglesia medieval-, decidieron electrocutarlo. Según Sor Bernarda, las ideas de los miembros de esas cofradías no habían cambiado desde que hace cuatrocientos y pico quemaron a Jabibonuco en la hoguera.
Sugirió, me advirtió, que de yo seguir indagando en textos, lenguas y cultos prohibidos podía correr la misma suerte. Ella estaba muy segura de lo que hacía, y no se sentía amenazada. Era parte de grupos feministas dentro de la iglesia, monjas liberacionistas, incluyendo a sus hermanas en el convento de Caparra, que buscaban una transformación de las doctrinas cristianas. Estaban todas enlazadas a través de conductos electrónicos y distintos medios de comunicación. Se sentía protegida, no corría peligro, por ahora.
Ante la pregunta sobre los archivos y si ella fue quien trató de corregirlos, dijo que ya estaban algo editados cuando las monjas los desempolvaron; y sobre la quema de los mismos: sacó de su bolsillo un pequeño iphone, y lo abanicó.
Caminamos por la solitaria playa hasta el sitio donde había quemado todos los archivos, los de Caparra y los de Cádiz. El día de la incineración no se fue de la playa hasta que la marea subió y su espuma cubrió las cenizas; tierra, agua y cenizas juntas, con la luz del sol poniente que penetraba todo.
VIII. Pecados Capitales
8.1. La Fe
“Cerca de la susodicha ciudad de Khalles estaban surtos 14 grandes navíos bien provistos de toda munición y de cuanto era necesario, que estaban por emprender viaje al Rieo delle Platta en Indiam. También se hallaban allí 2500 españoles y 150 alto-alemanes, neerlandeses y sajones, junto con el capitán general de todos nosotros, que se llamaba tum Pietro Mandossa. Entre estos 14 navíos estaba uno de propiedad de los señores Sewastian Neithart y Jacoben Welser de Niremburgo, quienes mandaban a su factor Heinrich Paimen con mercaderías al Rieo delle Platta. Con estos partimos al Rieo delle Platta yo y otros alto-alemanes y neerlandeses, más o menos en número de 80 hombres armados de arcabuces y ballestas.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
Salimos del puerto de Barcelona un 14 de octubre, cruzamos el estrecho y una vez dejamos las Canarias nos encontramos con la primera de unas cuantas tormentas, las mismas que muchas veces continúan y se llegan hasta el Caribe. Para los acostumbrados a viajar por estas rutas y en barco no resultaban novedosas. Otros, los que querían sol, piscinas y cocteles en las terrazas lucían molestos. Alguno que otro creyente en las fuerzas espirituales se encomendaba a sus santos protectores, se persignaba, y juraba que eran las fuerzas sobrenaturales quienes enviaban las tormentas y quienes las atenuaban.
“…….aparecía en más de una ocasión el Cuerpo Santo, esto es, Santo Elmo, como otra luz entre las nuestras sobre la noche oscurísima; y de tal esplendor cual antorcha ardiendo en la punta de la gabia; y permanecía dos horas, y aún más, con nosotros, para consuelo de los que nos quejábamos. Cuando esa bendita luz determinaba irse, permanecíamos medio cuarto de hora todos ciegos, implorando misericordia y realmente creyéndonos muertos ya. El mar amainó, de súbito.” (Antonio Pigafetta. Primer Viaje Alrededor del Globo)
A pesar de que el personal del crucero explicaba que las inesperadas tormentas, relámpagos y rayos no iban a durar más de cierto tiempo, y que el radar indicaba su extensión, su furia no dejaba de asustar a muchos pasajeros. Para otros, los menos, eran un alivio ya que las inclemencias del tiempo servían para disminuir la cantidad de gente que en otras circunstancias hubiesen caminado por los pasillos, en búsqueda de tal o cual actividad.
Las tormentas amortiguaban las griterías que los eufóricos viajeros formaban en los alrededores de los bares y piscinas durante los cuatro días en alta mar antes de anclar en las costas del noreste de Brasil.
Si para algunos el susto servía para activar sus miedos, sentido de mortalidad, y recordar sus oraciones, para los pocos eran motivos para admirar las maravillas de la naturaleza, observadas desde las ventanas, que podían ser explicadas con los datos e información científica sobre el clima que ofrecía el Capitán y su personal, y para confirmar la eficiencia de la capacidad tecnológica del inmenso barco.
Para quien andaba en busca de otras respuestas a preguntas menos científicas o existenciales, las limitaciones que causaban las tormentas servían como una gran oportunidad para leer, archivar y repasar la correspondencia que Sor Bernarda continuaba enviando electrónicamente.
“Thomas Merton fue un monje que promovió en el intercambio de ideas entre el cristianismo, budismo y otras religiones. Muchas de esas ideas cuestionaban ciertos principios y doctrinas que eran considerados como intocables por la Iglesia. Murió en la India el 10 de diciembre de1968 en circunstancias sospechosas, y que electrocutado, cambiando una bombilla." (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
Sor Bernarda trasladó la importancia de las muertes de Jabibonuco y Diego Sotomayor a otros planos, las convirtió en parte de una narrativa más abarcadora y las vinculó con otros relatos. Las trajo al presente y ayudó a entender los nuevos caminos que Javier, el otro Diego, Fe, Esperanza y Caridad estaban encontrando. Aunque lo que los personajes seguían buscando era esencialmente lo mismo, el segundo viaje del descubrimiento añadió otros propósitos, otros personajes, otras fuentes.
“Antonio Pigafetta, viajero italiano (Vicenza 1490-1534) que estuvo ligado a la Orden de Rodas, de la que era caballero. Llegó a España en 1519, junto al monseñor Francisco Chiericato, y se puso a disposición de Carlos V. Hizo una gran amistad con Magallanes, En los últimos años de su vida, viajó por tierras de Francia para regresar por fin a Italia en 1523. Escribió la relación de aquel viaje, que supuso la primera vuelta al mundo, en lengua italiana y con el título de Relazioni in torno al primo viaggio di circumnavigazione. Notizia del Mondo Nuovo con le figure dei paesi scoperti. Su vida y las violentas justificaciones evangelizadoras continúan hoy en algunas de las ordenes secretas de la iglesia.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
Fuimos recibidos en el puerto por un hombre color cobrizo, ligeramente vestido con un taparrabos, unas sandalias de cuero y un arreglo de plumas sobre su cabeza. En la mano llevaba un tipo de antorcha cuyo humo usaba para rociar a la gente, Algunos se acercaban para que los cubriera con el humo. Otros se tapaban las narices, reían y se alejaban del anfitrión que recibía a los viajeros que se bajaban del crucero.
El guía-bohique-anfitrión de turistas no se reía; cantaba en una lengua desconocida por los viajeros, y parecía creer firmemente en su rito. Las limpias espirituales continúan más allá de los crucifijos de los inquisidores, la sanación de Javier en Roatán, el árbol de Altagracia en Santurce, el efecto de la flor de la campana en los cuerpos de Fe, Esperanza y Caridad, o el baile de agradecimiento de Jabibounco en el patio de su calabozo en Cádiz.
El barco iba a estar en el puerto de la ciudad por un periodo de diez horas, suficiente tiempo para estirar las piernas, después de haber estado encerrados por cuatro días en alta mar, conocer algo de la boca del inmenso rio que estaba cerca de la primera ciudad que visitábamos en camino a Montevideo.
“En una chacra cerca de Montevideo: una vara clavada en la tierra, humo de sahumerio saliendo de un jarrón de barro, botellas de vino, cerveza, agua, café, mate y alcohol, hojas, semillas de maíz, papas y cigarrillos, acomodados alrededor de la frazada que tapaba el pozo donde se iniciaría el ritual. Así, en aquel paisaje, uno por uno, los estudiantes universitarios y sus profesores se arrodillaron para ofrendarle las bebidas y comidas a la madre tierra, y luego se limpiaron con el agua del pozo.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
8.2. La vergüenza
“No son negros completamente; más bien oliváceos; llevan al aire las partes vergonzosas, y carecen de vello en cualquiera. Y así hombres como mujeres, andan del todo desnudos.” (Antonio Pigafetta. Primer Viaje Alrededor del Globo)
Que no sentían vergüenza fue mi primera idea, reacción ante los nibelungos que viajaban conmigo en el tren de Cádiz a Sevilla. Sus ajustados pantalones marrones delineaban el tamaño, las formas de sus partes privadas; y sus pelos rubios, sucios, entrenzados y entrelazados con hojas los distinguía de los otros y algo rudimentarios pasajeros, vestidos con ropas comunes para la época de verano.
Saqué mi smart-phone, les pedí permiso - no quería que se molestaran y me avergonzaran, cuestionando públicamente mi atrevimiento -, si les podía tomar unas fotos.
Sonrieron, dijeron que sí, y posaron, como si fuesen payasos en un circo: muecas, abrazados, piernas abiertas, estiradas, unos sobre otros. Nos reímos y entablamos amistad.
El más obscuro, maquillado, de ellos se interesó mucho en mi investigación y lectura de las crónicas, ya que sus estudios en historia lo familiarizaron con los escritos de Ulrico Schmildel, un soldado alemán que acompañó a Cabeza de Vaca, durante la colonización de los territorios que hoy son conocidos como Argentina, Uruguay, Paraguay; y quien escribió sobre sus expereincias colonizadoras.
Sor Bernarda me había enviado por correo electrónico las copias de los archivos quemados junto a otras fichas y títulos de crónicas que servían para empatar las vidas de los colonizadores, sus contradicciones cristianas y deseos muy humanos. Una vez en Sevilla, transferí las crónicas a mi ordenador y se las mostré a Gunter, el joven actor que había conocido en el tren, y con quien luego me reuní en el hotel sevillano.
“Allí nos encontramos con un pueblo de indios llamados zechuruass que constaba como de unos 2.000 hombres, y que no tenían más de comer que pescado y carne. Estos al llegar nosotros, habían abandonado el pueblo huyendo con mujeres e hijos, de suerte que no pudimos dar con ellos. Esta nación de indios se anda en cueros vivos, mientras que sus mujeres se tapan las vergüenzas on un paño de algodón que les cubre desde el ombligo hasta la rodilla.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
No más me vio, Günter me abrazó, trató de darme un beso en el lobby del hotel, y yo, mas avergonzado y recatado que él, controlé mis deseos, le dije o- Aquí no.
Cuando llegó al hotel ya no estaba disfrazado de nibelungo. Su ropa estrujada, sin peinar, su cigarrillo listo para caerse, en el borde de los labios le daban un porte de poeta tipo beat, neo-existencialista. El descarado atrevimiento no era desfachatez, era su estado normal. Lo que para mí se limitaba a un planteamiento teórico, para él era pura praxis. Había transcendido los valores del pequeño burgués que tanto detestaba.
Para servir de testigo tengo a las flechas de San Sebastián que apuntaban hacia nosotros. Por lo menos, eso fue lo que percibí cuando lo empujé y me encontré de frente con una mala copia del cuadro que decoraba el recibidor del muy antiguo hotel. Juro que fue en ese momento cuando las flechas de San Sebastián adquirieron su verdadero significado.
Después de aquel día, cada uno tenía planes distintos: él pensaba viajar hacia Alemania y yo iba en camino a pasar unos meses entre Barcelona y Génova antes de tomar el barco que me llevaría a Sur América, la mismas rutas de Colón, Magallanes, pero esta vez en un crucero.
Ni él, después de llevar unos cuantos meses deambulando por España, regresó inmediatamente a Alemania – regresó mucho después, ni yo me fui a Barcelona en aquel momento.
Nos mudamos a un hotel que le debía estrellas a cualquier guía de turistas, con puertas que no llegaban al piso; por donde entraban y salían ruidos, aullidos y gemidos que acompañaban a las servidoras sexuales que por allí venían con sus clientes, y a nuestra lujuria; nuestra insaciable lujuria.
8.3. La Lujuria
“Mas después de esto, mientras nuestro general, tum Pietro Manthossa se hallaba a unas 8 ó 9 millas distante de nosotros, resultó que habíamos tenido a bordo de nuestro navío a ton Jerg Manthossa primo del señor tonn Pietro Manthossa: este se había enamorado de la hija de un vecino en Palman y como estábamos por salir al día siguiente, el dicho thonn Jerg Manthossa bajó a tierra esa misma noche, a las 12, con 12 compañeros de los buenos, y sin ser sentidos se robaron de la isla Palman a la dicha hija de aquel vecino, con la doncella, ropa, alhajas y algún dinero, volviendo en seguida al navío muy ocultamente para no ser sentidos ni por nuestro capitán, Heinrich Paimen, ni por otra persona alguna de los del navío; sólo la guardia se apercibió de ello, por ser la media noche.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)El pene, rojo de tanta fricción, con la erección en espera de completar su misión, apuntaba el camino. No le hice caso, lo guardé y me llegué hasta la mesa, el mantel, a terminar de sacar las manchas dejadas por el vino tinto, muy buen año. Cada cama es una escuela; cada amante, un maestro.
Me quité los manchados calzoncillos. Busqué ropa limpia. Me cambié. El pene seguía medio erecto. Se me salió por los lados de los malgastados jockeys. Lo acomodé con mucho cuidado. Me puse unos pantalones largos. Un vaso de agua. Me cambié de camisa. Debí peinarme con cepillo, me dije. Me quité la camisa. Me peiné de nuevo. Encendí unos de los ilegales. Puse música de jazz latino; acompaña muy bien la reflexión sobre lo aprendido en la cama. Hacer de activo requiere firmeza y dirección clara. Deseaba música lenta y de amor, me dije a mí mismo. Siempre, Gato Barbieri.
Aquel agosto caluroso, humedad y aire acondicionado, la ciudad llena de turistas, el apartamento, acabado de limpiar, impecable, sabe a romance en plenilunio. El timbre del teléfono. No podía ser el alemán que conocí en el tren ni el uruguayo que había conocido en Génova. Era mi mejor amigo. Estaba de vuelta en Nueva York.
- Hola, ¿qué haces?
- Soñando bajo los efectos de un pitillo.
- ¿En qué o quién?
- En ellos. ¿Qué quieres que haga?
- ¿En cuáles?
- En muertos y vivos. En estos momentos, en Gunter y Daniel. El de anoche fue una lección para aprender a acostumbrarme
- ¿No te da vergüenza andar con uno y soñar con otros? Bueno, si no tienes más nada que hacer.
- Todos los affaires me dejan mal y bien a la vez. Sevilla tuvo que ser, con su lunita plateada. Se quedarán grabados, y Manhattan no los rellena.
- C’est la vie
- Muchos años más tarde sigo "a la recherche du tricks perdu".
- Sigues con el monotema. Bloomingdales está ofreciendo una venta especial de zapatos. ¿Vamos?
- Sí, vamos.
“Estaba también otro capitán presente que tenía su navío a la par del nuestro, con rumbo a New-Hispanien , o sea, Mechssekhen: este se hallaba en tierra con 150 hombres, y cuando supo de nuestro combate, trató de hacer las paces entre nosotros y los de la ciudad, bajo la condición de entregarles las personas de ton Jerg Manthossa, la hija del vecino y su sirvienta. No tardaron en presentarse el Stathalter y el Richter en nuestro navío, pretendiendo llevarse presos a thon Jerg Manthossa y a sus cómplices. Al punto les contestó él que era ella su legítima mujer, y a ella no se le ocurrió decir otra cosa, casándose en seguida, con gran disgusto del afligido padre; y nuestro navío quedó muy estropeado de resultas de los balazos.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
El hombre cuarentón, fornido, me miró directamente, sonrió libidinosamente y siguió estudiando la pieza en el museo que visité después de pasar por la casa de Colón en Génova. Lo miré, sonreí y seguí caminando por otras galerías. No recuerdo su cara. Recuerdo el pasarnos, mirarnos, desearnos, y no hacer nada más. Recuerdo su pasión por la obra que el allí observaba. No recuerdo la pieza. El estudiaba con detenimiento las obras. Yo las paseaba.
Siempre me han atraído la gente de mi edad o un poco más viejos, y en Génova pude haber parado, conocido al cuarentón, hablar con alguien; decidí que prefería la imagen, la memoria, el deseo sin las complicaciones de lo concreto. Escribí unas notas sobre ese momento y seguí caminando por el puerto, tomé un café, esperé la tarde; las que siempre me angustiaban antes de mi viaje al pueblo donde nació Colón.
Nos dice Lacan que el deseo erótico en los humanos está tan ligado a las fantasías, que al fin de cuentas es un acto narcisista, es a nuestro ego enamorado al que amamos. Si para los animales la copulación es el foco de la sexualidad; para nosotros es la fantasía la que nos guía el acto sexual. De encontrar fallas en nuestra pareja, perdemos el deseo.
Las tardes del pueblo caluroso, caribeño, rodeado de cañaverales, despertaban una especie de melancolía que no comprendía; aprendí a vivir con ella, disfrutarla. El pueblo se acostaba y no había salida ni espacio para satisfacer los deseos de un adolescente que curioseaba otros nortes, otros cuerpos. Pensaba que al dejar el pueblo, el saudade, aquel estado de ánimo que me arropaba una vez la luz tenue, algo amarillenta, barruntaba la llegada de la noche, iba a ser amortiguado. Llegaban las tardes, llegaba la melancolía, llegaba el deseo. En Génova ocurrió el milagro.
El cuarentón del museo sirvió de catarsis. En el café, aquella tarde de verano, después de visitar a Colón, la melancolía no hizo su aparición. Tampoco surgió el deseo de poseer al otro. Quizás la melancolía vivida en aquel pueblo era causada por la falta de una experiencia concreta que hubiese permitido canalizar mis deseos de ser europeo y encontrar mi descubridor, y al no poder satisfacer lo que estimulaba el deseo, la melancolía se apoderaba de mi estado de ánimo. Quizás, a saber.
Lacan, un vez más: nuestros deseos se fundamentan en una ausencia, ya que la fantasía no responde a nada real. Colón se concretizó en una pequeña y humilde casita de Génova, perdió su magia; y al descartar al cuarentón del museo, controlé mis fantasías. La melancolía sin substancia no podía volver a arroparme.
“Cuenta la leyenda guaraní que un día cuando Pitá estaba cortando frutos de tacú apareció junto a una roca un animal que parecía querer atacarlo. Para defenderse, Pitá tomó una gran piedra y se la arrojó con fuerza, pero en lugar de alcanzarlo, la piedra dio contra la roca, y al chocar saltaron algunas chispas. Este era un fenómeno desconocido hasta entonces y Pitá, al notar el hermoso efecto producido por el choque de las dos piedras volvió a repetir una y muchas veces la operación, hasta convencerse de que siempre se producían las mismas vistosas luces. En esta forma descubrió el fuego. Sirve dicha leyenda para comprender la función de otro fuego y su continua aparición entre los descendientes de los pueblos originarios y los de los colonizadores. Es el mismo fuego que nos lleva al deseo de juntarnos unos con los otros.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
Algunas de las tardes en Frankfurt parecían tomas de escenas de la películas “Hiroshima mon amour”, con las conversaciones sobre dos pueblos distintos, dos visiones del mundo, y no un retrato de la vida de una pareja de amigos y amantes. Todavía para aquella época la palabra que se usaba para referirse a las parejas de hombres gays era amigos; son amigos, decían los que hablaban de ellos, nosotros.
Günter vivía en un complejo de viviendas, construidas y manejadas por el gobierno, habitadas por proletarios, en su mayoría, inmigrantes turcos y sus hijos. Yo vivía en lo que el aquel entonces era todavía el barrio más bohemio y liberal de la ciudad de Nueva York, Greenwich Village. Él era escritor y trabajaba a tiempo parcial para la radio alemana. Yo era maestro.
- Ahmed, Ahmed - gritaba una madre, continuamente, desde la ventana en algún apartamento contiguo, llamando a algún chiquillo que parecía que nunca estaba en casa. Por dónde estará Ahmed a estas horas de la cena, decíamos cargados de sarcasmo, nos reíamos, hacíamos el amor, fumábamos un ilegal, y seguíamos con nuestras extensas conversaciones.
- No puedes ser tan categórico. ¿Qué sabes tú de ellos? ¿Qué sabes tú de la guerra? No estuviste allí.
Los deseos sexuales eran tan poderosos como los debates. El restregar ideas como parte integral del deseo de conquistar al otro es una experiencia inigualable: eros y cerebro juntos. Nada que ver con los poemitas románticos de damiselas y tenorios decimonónicos. El deseo guía la palabra bien pensada, busca al que quiere ser conquistado. Retos verbales, disimuladas alegorías eróticas, nuevos retos verbales, ideas de peso, una guiñada, forman un rompecabezas sexual donde cada jugador coloca las piezas sin saber cómo lucirá en su totalidad. No importa, el placer se ha ido consumiendo.
- ¿Has pasado hambre? ¿Sabes lo que es ver a tus vecinos comer sus bizcochitos con chocolate y tú solo haber comido un poco de arroz blanco con un huevo frito encima? ¡Qué importa quién ha colonizado a quién! ¿Tú, colonizado?
Una sonrisa, el brillo intenso de los ojos, la movida del cuello hacia el lado son claves concluyentes que sirven para asegurarte que estás en camino a lograr el propósito, que te puedes mover de la silla al sofá, sentarte a su lado.
- Qué importa lo que digan los libros. Los colonizados son todos los que le sirven al estado, el que sea, sin cuestionarlo.
Los labios, los ojos, las cejas, las manos, el cuerpo revelan la intensidad de la sensación, el placer de saber que ese cuerpo será tuyo.
- ¿Por qué no le preguntaste sobre los campos de concentración que estaban cerca de tu casa? ¿Cómo no iban a saber en un pueblo de mil habitantes?
Dos cuerpos con muy altas temperaturas, dos hombres de treinta y pico de años, sobre-testorenados, emiten tanta energía como una micro explosión atómica; un sofá es demasiado pequeño para contenerla. La energía devora, mueve fuerzas, transforma la razón, la desplaza.
- Cuando no hay comida, no se puede teorizar. Tienes que comer primero. ¿Has luchado alguna vez contra el poder de una masa?
Una mano agarrando la cintura mientras la otra señala hacia la cama, la habitación, dirige los tremores, pequeños temblores corporales, hacia un espacio más intimo, más cómodo. El deseo requiere menos accidentes. Un sofá limita, demasiado pequeño para la magnitud de la explosión que generan dos hombres.
- ¿Por qué esperaste tanto para ir a los campos de concentración?
Sobre los cuerpos desnudos de los dos hombres, las sábanas forman olas; inmensas, algunas; lentas y suaves, otras. La punta de la lengua trazando un cuerpo, erizando la piel, revienta el vaivén de las sábanas para revelar un par de piernas, dos pares de piernas, nuevas olas; ya no son sábanas, son cuerpos de hombres. Caricias. Un gemido, otro, estimulados por el aceite que súbitamente enfría la piel, tranquiliza las olas; acompañan la tenue y amarillenta luz solar que entra por la ventana.
- Ahmed, Ahmed - grita la madre musulmana, cubierta de negro, mientras los dos hombres hablan, beben cervezas, fuman y se compenetran.
“Una hermosa doncella española, Mburukuyá, y un joven guaraní. Tabaré, estaban enamorados. Mburukuyá no era su nombre, sino el apodo que le había dado Tabaré. Se amaban en secreto, a escondidas, ya que su padre jamás habría aprobado tal relación. Su padre ya había decidido que ella se casara con un capitán a quién creía digno de obtener la mano de su única hija.
Mburukujá fue confinada en su casa y tenia que contentarse con ver a su amado desde la ventana de su habitación. Tabaré no se resignó a perder a su amada, y todas las noches se acercaba a la casa intentando verla y para dejarle saber a su amada que estaba en los alrededores, tocaba una melancólica melodía en su flauta.
Mburukujá no podía verlo, pero esos sonidos llegaban hasta sus oídos y la llenaban de alegría, ya que confirmaban que el amor entre ambos seguía tan vivo como siempre, hasta que una mañana ya no fue arrullada por los agudos sones de la flauta. En vano esperó noche tras noche la vuelta de su amado.
Por días permaneció sentada frente a su ventana, soñando con ver aparecer algún día a su amante. Luego de varios días se acercó una la anciana madre de su enamorado, quien le contó que el joven había sido asesinado por el padre después de descubrir el oculto romance de su hija.
Mburukujá decidió escapar, y siguió a la anciana madre hasta el lugar donde reposaba el cuerpo de su amado. Enloquecida por el dolor cavó una fosa con sus propias manos, y luego de depositar en ella el cuerpo de su amado, tomó una de las flechas de su amado, y la clavó en medio de su pecho. Mburukujá se desplomó junto al cuerpo de aquel que en vida había amado.
La anciana observó sorprendida como las plumas adheridas a la flecha comenzaban a transformarse en una extraña flor que brotaba del corazón de Mburukujá. No pasó mucho tiempo antes de que los vecinos que recorrían la zona comenzaran a hablar de una extraña planta que nunca antes habían visto, y cuyas flores se cierran por la noche y se abren con los primeros rayos del sol.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
8.4. La Codicia
“Estos carendies traían a nuestro real y compartían con nosotros sus miserias de pescado y de carne por 14 días sin faltar más que uno en que no vinieron. Entonces nuestro general thonn Pietro Manthossa despachó un alcalde llamado Johann Pabón, y él y 2 de a caballo se arrimaron a los tales carendies, que se hallaban a 4 millas de nuestro real. Y cuando llegaron adonde estaban los indios, acontecioles que salieron los 3 bien escarmentados, teniéndose que volver en seguida a nuestro real. Pietro Manthossa, nuestro capitán, luego que supo del hecho por boca del alcalde (quien con este objeto había armado cierto alboroto en nuestro real), envió a Diego Manthossa, su propio hermano, con 300 lanskenetes y 30 de a caballo bien pertrechados: yo iba con ellos, y las órdenes eran bien apretadas de tomar presos o matar a todos estos indios carendies y de apoderarnos de su pueblo..…allí nos detuvimos 3 días y recién nos volvimos al real, dejando unos 100 de los nuestros en el pueblo para que pescasen con las redes de los indios y con ello abasteciesen a nuestra gente; porque eran aquellas aguas muy abundantes de pescado. (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
Hijo de la guerra (su padre fue soldado en la misma), al igual que otros alemanes de su generación, le tocó enfrentarse a los demonios que le dieron pie al genocidio, racismo, nacionalismo que fomentaron la invasión de otros países y el exterminio de judíos, gitanos, homosexuales. Una generación representada por algunos cuyas voces no negaban lo que ocurrió y que usaron esa funesta gesta para plantearse quiénes eran, cómo, y a criticar sin miramientos todo tipo de postura ideológica y exigir una sociedad más justa y equitativa.
En sus casas y reuniones, con el mismo peso que se discutían la historia occidental, sus ideas y escalas de valores subyacentes, las décadas pos-modernistas, la contra cultura, las ideas de Adorno, Marx, Gramsci y otros tantos que superan cualquier prontuario de un curso sobre las civilizaciones, la codicia también era discutida.
Conocer a Günter me llevó a conocerlos y aprender de ellos. Más de una vez, mi cómoda vida de pequeño-burgués-socialista de salón fue transformada por esa experiencia y por esos jóvenes.
No más llegar por primera vez a Alemania, fuimos a visitar una comuna de hombres gay que vivían en una finca, en una aldea a dos horas al norte de Frankfurt. Allí verdaderamente aprendí lo que era compartir. Nadie era dueño de nada y quien primero agarrara el suéter, cepillo de dientes, cama se apoderaba del mismo, lo usaba, lo soltaba, y así seguían sus usos y deslindes.
La comida era de todos y para todos; incluyendo a las visitas que continuamente entraban y salían de la antigua casa. Por las puertas también entraban algunos animales de la finca: cabros, ovejas, gatos y perros. Los platos sucios eran dejados en el fregadero, pasaban los días y los platos se acumulaban hasta que a alguien sin protestar los fregaba.
Visité otras comunas (casi todos vivían en grupos) y unas más anárquicas que otras pero todas dentro de un marco de libertad y respeto mutuo. Claro, no negaban decir la verdad como la sentían, y en esos grupos, esas verdades eran analizadas hasta más no poder.
Si la generación de Günter en Alemania se vio obligada a enfrentar los demonios del nazismo, la nuestra en Nueva York tuvo que mirar de frente a la epidemia del siglo: el Sida. Y aquellas experiencias en Alemania me servían para entender y mirar de frente lo que acá estaba forjándose.
Marchar, asistir a reuniones de grupos de apoyo, visitar amigos en los hospitales, ayudar a otros a cuidar a sus amantes se convirtieron en tareas muy comunes entre muchos de nosotros. Darle cara a los homofóbicos en el trabajo, en círculos de amigos de ideologías progresistas, de la cintura para arriba; y a unos cuantos tuve que tolerar, oír y contrarrestar sus prejuicios.
De Alemania a Nueva York y de Nueva York a Alemania el pos-modernismo vino acompañado de unos esquemas que han servido de base para seguir apreciando la vida y frente al SIDA, por el post mortem.
“Así aconteció que llegaron a tal punto la necesidad y la miseria que por razón de la hambruna ya no quedaban ni ratas, ni ratones, ni culebras, ni sabandija alguna que nos remediase en nuestra gran necesidad e inaudita miseria; llegamos hasta comernos los zapatos y cueros todos.
Y aconteció que tres españoles se robaron un rocín y se lo comieron sin ser sentidos; mas cuando se llegó a saber los mandaron prender e hicieron declarar con tormento; y luego que confesaron el delito los condenaron a muerte en horca, y los ajusticiaron a los tres. Esa misma noche otros españoles se arrimaron a los tres colgados en las horcas y les cortaron los muslos y otros pedazos de carne y cargaron con ellos a sus casas para satisfacer el hambre. También un español se comió al hermano que había muerto en la ciudad de Bonas Ayers.
La mitad de la gente se nos murió en este viaje de esta hambre sin nombre, y la otra mitad hubo que hacerla volver al susodicho pueblo, do se hallaba nuestro Capitán General. Thonn Pietro Manthossa quiso tomar razón a Jergen Lichtensteinen287, nuestro capitán en este viaje, porque tan pocos habíamos vuelto siendo que la ausencia sólo había durado 2 meses288; a lo que le contestó éste que de hambre habían muerto, porque los indios habían quemado la comida que tenían y habían huido, como ya se dijo antes en pocas palabras. (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
8.5. La Envidia
“Al Ilustrísimo y Excelentísimo Señor Filippo Villers Lisleadam Ínclito gran maestre de Rodas y su observantísimo señor… relación de tales cosas: así pudiesen proporcionarme a mí mismo satisfacción y me alumbraran también renombre en la posteridad.” (Antonio Pigafetta. Primer Viaje Alrededor del Globo)
- ¿Y qué lo trajo por aquí?”, me preguntó la señora encargada de de la pequeñita casa-museo donde alegan nació o vivió el genovés que comenzó la europeización de las Américas.
- Ando buscando a Colón - le contesté. Sonrió, me dio, no recuerdo, qué información. Puede que la usara luego para mi planeado libro sobre los colonizadores, su moral, sus creencias. sus contradicciones. Ni la revise, ni pedi mas información. Caminé un poco por la pequeña casa, salí y seguí paseando por Génova sin rumbo, sin deseos de trabajar.
La envidia, el cinismo, y otros males aquejan/caracterizan a los colonizados/ neo-colonizados/oprimidos/proto-colonizados: los homosexuales que se odian por serlo, los negros que se tiñen el pelo de rubio, los mulatos que juran ser descendientes de europeos.
Cuentan las leyendas que Esopo, el más conocido de todos los cínicos, era un esclavo egipcio que creaba, de haberlas creado, las fábulas porque si hablaba literalmente de los faraones podía ser ejecutado. ¿A cuántos no siguen/ seguimos ejecutando o tratando de ejecutar los modernos faraones? Deseamos, envidiamos lo que tiene el otro.
“Disponen de infinidad de papagayos, y cambian ocho o diez por un espejo; y gatos maimones pequeños, semejantes a los cachorros de león, pero amarillos: una preciosidad. Amasan un pan redondo, blanco, de médula de árbol, de sólo regular sabor; se halla dicha médula bajo la corteza, y parece requesón. Tienen cerdos con la particularidad del ombligo en la espalda, y grandes pájaros con el pico como un cuchara.” (Antonio Pigafetta. Primer Viaje Alrededor del Globo)
Todos los doce de octubre cantábamos - “En un pueblito de Italia nació Cristóbal Colón/ y la gente se burlaba/ al palacio del rey…” - los estudiantes en la elegante escuela elemental al final de la cuesta en la Calle Nueva, en aquel pueblo caluroso, seco, de frente al quieto Mar Caribe; nos españolizaban. Ellos tan gloriosos, nosotros tan subordinados.
Todos los doce de octubre teatralizábamos la “gesta descubridora” y nos alegrábamos de haber sido parte de la colonización de las Américas.
En un pueblo donde la mayoría de la población era de ascendencia africana, nunca aprendíamos canciones ni leyendas sobre las gestas de los esclavos. De los pataquíes, relatos yorubas, se hablaba en las casas, en secreto. Mirábamos hacia España y Europa, y un poco hacia los EEUU; pero era España nuestro norte.
Génova era parte de la memoria colectiva de mi generación en el Puerto Rico de los cincuenta. Hasta esa generación, si tenías recursos, era a Europa donde los jóvenes económicamente pudientes de la isla de los encantos iban a estudiar. Con el tiempo, al ser tomada por curas y monjas estadounidenses, la colonización y control de la educación privada cambio el “status symbol”: las generaciones que nos siguieron deseaban poder asistir a las universidades norteamericanas. Ya no se habla de Génova, ni cantan “en un pueblito de Italia; todavía no leen sobre los pataquíes. Siguen envidiando al otro.
En la entrada al cementerio del ya mencionado pueblo caribeño se encontraban los muy elegantes panteones de las familias fundadoras del pueblo. Aquellos blancos panteones servían para reafirmar quienes eran los que definían la historia y la colonización. Hoy, de vuelta al pueblo, uno de los panteones fue comprado por unos nuevos ricos chinos y transformaron el panteón en una petite pagoda color rojo subido.
“Después navegamos de esta isla a otra que se llama Río Genna a 500 millas de la anterior, dependencia del rey de Portugal: esta es la isla de Río Genna en Inndia y los indios se llaman thopiss. Allí nos quedamos unos 14 días. Fue aquí que thonn Pietro Manthossa, nuestro capitán general, dispuso que Hanss Ossorio, como que era su hermano adoptivo, nos mandase en calidad de su lugarteniente; porque él seguía siempre sin acción, tullido y enfermo. Así las cosas él, Hans Ossorio, no tardó en ser malquistado y calumniado ante thonn Pietro Manthossa, su hermano jurado, y la acusación era que trataba de sublevarle la gente a thonn Pietro Manthossa, el capitán general. Con este pretexto él, thonn Pietro Manthossa, ordenó a otros 4 capitanes llamados Joan Eyolas, Hanns Salesser, Jerg Luchllem y Lazarus Sallvaischo que matasen al dicho Hanns Assario a puñaladas, o como mejor pudiesen, y que lo tirasen al medio de la plaza por traidor. Más aún, hizo publicar por bando que nadie osase compadecerse de Assirio so pena de correr la misma suerte, fuere quien fuere. Se le hizo injusticia, como lo sabe Dios el Todopoderoso, y que Él lo favorezca; porque fue aquel un hombre piadoso y recto, buen soldado, que sabía mantener el orden y disciplina entre la gente de pelea.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)La melancolía puede ser activada por el deseo reprimido, la ira, quizás por el tedio, o por la envidia de no haber sido el otro, el vecino con mas juguetes, el más blanco, el más guapo, el que tiene más comida, el que se iba a Europa, el descendiente directos de los colonizadores. En Génova se dio el milagro. El deseo de poseer al otro desapareció.
8.6. Reencarnación
“I-Yará pasó por una región de la tierra donde el hombre aún no había llegado y al ver despoblado un lugar tan hermoso, decidió llevar a Tupá un trozo de tierra de ese lugar. Tupá amasando la tierra y le dio forma humana, creó dos hombres destinados a poblar la región. Uno era blanco y lo llamó Morotí, y al otro de color rojizo, Pitá. Los hermanos se enemistaron, la codicia se apoderó de ellos, hicieron la guerra y Tupá, lleno de cólera, envió a I-Yará para que lograra la paz y el amor guiaran sus vidas. Los dos hermanos se arrepintieron, se abrazaron, y mientras se abrazaban iban perdiendo sus formas humanas hasta transformarse en una planta que dio hermosas azucenas moradas. Con el tiempo, las flores también se transformaron, de moradas a blancas. Pitá y Morotí se convirtieron en flores.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
El navegar por la red durante el viaje en barco entre España y Sur América sirvió para reencontrarme con el cuarentón que había visto en Génova. Aparece por segunda vez en dicho viaje, en una monografía que colgó en la pared de su página socio-cibernética. No supe que era él hasta más tarde cuando lo conozco en persona, y entablamos una gran amistad. Concordábamos en cuanto a asuntos espirituales, las relaciones personales y el estudio de pueblos originarios; en lo demás, distinto a Gunter, en pocas cosas estábamos de acuerdo. El deseo nunca es suficiente para entrelazar los cuerpos. Gunter y yo teníamos gustos muy afines en la política, literatura, justicia social, en el deseo el uno por el otro. Lo que no concordaba era nuestra capacidad para ser amados con armonía. Una relación intensa llena de luchas irresolutas. Luchas que no eran producto de las ideas sobre el arte, la política, las relaciones humanas fuera de la nuestra; eran producto de nuestra incapacidad de amar sin condiciones. Gunter era un ser muy libre. Yo, un controlador sin límites.
Nos tocó vivir la peor década del Sida, y ser testigos de lo que estaban padeciendo algunos de nuestros mejores amigos, morir lenta y cruelmente: la medicina no sabía qué hacer, ni sabe todavía, pero hoy está mejor preparada.
Fuimos testigos del lento deterioro y sufrimiento que Frank, Joachim, Paul, Gary, Guillermo, Michael, Albert, José (por nombrar los más cercanos) enfrentaron durante ese terrible periodo. Cuando Bárbara, otra de los nibelungos, para decirme que Günter también había muerto, el vacío y dolor que sentí todavía no se apagó; se transformo en una nueva búsqueda; reencarnó en una nueva compresión de la sexualidad y sus vínculos con los espíritus.
Si se quiere a alguien de veras no se olvida el dolor, se aminora y se armoniza, pero el espacio que llenaba esa persona no puede ser rellenado. Quedan las alegrías y las penas, y el agradecimiento de haberle conocido. El dolor de no poder envejecer juntos reaparece y enfurece; se encamina en nuevos proyectos, nuevas introspecciones. Se transforma.
Hablábamos extensamente, largas horas, confrontando nuestras ideas, debatiendo, rechazando, aceptando la razón del otro, defendiendo la personal. Él, al igual que muchos de sus amigos y conocidos, no iba a olvidar lo particular de su generación: hijos de la guerra, con padres que fueron soldados, militantes en el partido de los nazis. No podía dejar de defender su compromiso con la transformación social.
Nuestras tardes fueron clasificadas como sesiones de concienciación político-sexual por uno de los auto-nominados gurús en una de las muchas, “gay friendly”, comunas “heteros” que existían en el Frankfurt de los setentas y ochentas. En aquellas extensas y muy dinámicas casas la vida gay había tomado otro giro, seguía el modelo impuesto por los movimientos de liberación sexual. Ya no eran vidas clandestinas, ni se tenían que jugar papeles copiados de las reprimidas vidas de los pequeños burgueses o las nuevas masas de clases medias.
Terminó la relación porque no tenía más camino. Se había completado un ciclo. El muere cuatro años mas tarde. No regresé a Frankfurt hasta después de su muerte. Las comunas desparecieron para ser reemplazadas por yuppies y condominios. Los nibelungos solo existen en las operas y cuentos mitológicos. Frankfurt es otro Manhattan.
Montevideo todavía no lo es. El camino a Uruguay estaba todavía minado por lo que dejaron los colonizadores, los correos sobre la evangelización que me enviaba Sor Bernarda así lo comprueban, detonados por los trabajos que explican el mestizaje cultural y religioso que surge de ese proceso colonizador que se transforma en uno de revelación.
“La imposición colonizadora, como bien le llama Rama, produce unas alianzas y luchas que destruyen, y sobre esa destrucción construimos un nuevo país.
‘Cuartel General
Arroyo Grande Febrero 20 de 1831
Deseoso el Presidente General en Jefe de dar cumplimiento a los últimos acuerdos del Excelentísimo Gobierno que por conducto del Secretario del Ejército le han sido transmitidos recientemente, y también, de activar en cuanto sea posible, las disposiciones anunciadas ya, para llevar al cabo las operaciones de la nueva Campaña sobre los Salvajes, que tanto promete a los más caros intereses de la nación; es que juzga de su deber instruir al Excelentísimo Gobierno de su marcha en el día de mañana a situarse en el Cantón del Durazno, para consagrar sus primeras atenciones a aquellos importantes objetos. Entretanto, tiene el honor de saludar al Excelentísimo Gobierno, con los sentimientos de su más alta consideración y distinguido aprecio. Fructuoso Rivera’
Los salvajes a los que se refería Fructuoso Rivera no era solamente los pueblos originarios, incluía a otros grupos: los mestizos y los gauchos.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
Si Gunter tenía muy claro la historia de su pueblo, sus horrores y engaños, el papel de las instituciones en manipular los hechos, censurarlos, Daniel todavía anda buscando entender quién es, encontrar coherencia narrativa en los fragmentos, los documentos que la memorizan, y la desvirtúan; en la religión transformada por el sincretismo; en el mestizaje cultural que resulta,
- No me gusta el mate, ni ningún tipo de té.
- El mate no es un té. Es nuestra historia común.
- Si entiendes esa relación entre lo material y la historia, ¿por qué te parece tan extraño que me guste comer plátanos fritos como acompañante de las carnes?
La sonrisa fue su respuesta. Estaba tratando de entender su vida en virtud de las vidas de otros más cercanos a él, y no estaba listo para asimilar las otra, las que le faltaban conocer. Abandonar su cómoda vida de hombre gay, burgués uruguayo y empezar de nuevo no lo había llevado todavía a trascender lo inmediato. El Caribe estaba muy lejos. Jabibonuco no era Tabaré, ni Yara era Tupá, ni mucho menos Fructuoso Rivera era Madame K’lalud.
Las leyendas guaraníes le servían para rellenar las lagunas que la historia oficial había dejado en blanco, fragmentado su sentido de pertenencia en un país tan joven. Su estricta educación y formación católica no incluía las historias de los otros pueblos y sus creencias que de alguna forma seguían influyendo sobre su vida. Empatar todo aquello no dejaba espacio para conocer lo que parecía tan lejos.
“La Leyenda del Chajá sirve para comprender las ideas religiosas de los pueblos originarios en las Américas que creían firmemente en la reencarnación, fundamento para otra de sus creencias, la transformación espiritual.
Aguará, el Cacique de una tribu guaraní, envió a su hija Taca, quien manejaba el arco con toda maestría, y a Ará-Naró, un valiente guerrero quien era su novio. a cazar un jaguar que merodeaba continuamente y atacaba a los pobladores; muchas fueron las víctimas del sanguinario animal.
Ará-Ñaró y Taca partieron una noche de luna lena. Los deseos de matar eljaguar les daba fuerza. Cuando llegaron al bosque, Ará-Ñaró aconsejó prudencìa a su compañera, pero ella, en el deseo de terminar de una vez por todas con el carnívoro, adelantándose, lo animaba y le decía - “yahá!”…, “yahá!”… (vamos, vamos)
La fiera los esperaba en el bosque. En aquella lucha ninguno de los tres salió triunfante. Taca, Ará-Ñaró y el jaguar pagaron con sus vidas.
Pasaron los días. Cuando en el poblado se convencieron de que los jóvenes guerreros habían muerto, el viejo Cacique, por causa de la tristeza se fue consumiendo lentamente, hasta que Tupá, lleno de compasión, le quitó la vida.
Todos lloraron al anciano Aguará, que había sido bueno y valiente, y de quien su pueblo recibiera tantos beneficios. Prepararon una gran urna de barro, y después de colocar en ella el cuerpo del Cacique, pusieron sus prendas y, como era costumbre, provisiones de comida y bebida.
En el momento de enterrarlo, en el lugar que le había servido de vivienda, una pareja de aves, hasta entonces desconocidas, hizo su aparición gritando: -- “yahá!”…, “yahá!”. Eran Taca y Ará-Naró, que convertidos en aves por Tupá, volvían al poblado de sus hermanos.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
- ¿Cómo estuvo el viaje?
- Bien, aburrido. Viajar en un avión es como estar dentro de una lata. No compara con un viaje en barco. Me tengo que acostumbrar a mi nueva vida en Nueva York.
- Estuviste mucho tiempo fuera, en un campo, si comparas a Montevideo con la City.
- No es eso solamente. Tengo que juntar todo, leer de nuevo, escribir desde otra perspectiva, comenzar una nueva vida, darle coherencia al material que recogí, lecturas, entrevistas y enfrentar los demonios que, no dudo, esa nueva lectura me va a desentrañar, despertar. Esperaré unas semanas, quizás me sirvan para limpiarme por dentro, y entonces vuelvo sobre lo que voy a escribir. No estoy listo para el nuevo paso. Todavía, me hacen falta/
- ¿Quién te hace falta? ¿Gunter, Daniel, los estudiantes, los santeros, bohiques, guaraníes?
- Todos.
8.1. La Fe
“Cerca de la susodicha ciudad de Khalles estaban surtos 14 grandes navíos bien provistos de toda munición y de cuanto era necesario, que estaban por emprender viaje al Rieo delle Platta en Indiam. También se hallaban allí 2500 españoles y 150 alto-alemanes, neerlandeses y sajones, junto con el capitán general de todos nosotros, que se llamaba tum Pietro Mandossa. Entre estos 14 navíos estaba uno de propiedad de los señores Sewastian Neithart y Jacoben Welser de Niremburgo, quienes mandaban a su factor Heinrich Paimen con mercaderías al Rieo delle Platta. Con estos partimos al Rieo delle Platta yo y otros alto-alemanes y neerlandeses, más o menos en número de 80 hombres armados de arcabuces y ballestas.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
Salimos del puerto de Barcelona un 14 de octubre, cruzamos el estrecho y una vez dejamos las Canarias nos encontramos con la primera de unas cuantas tormentas, las mismas que muchas veces continúan y se llegan hasta el Caribe. Para los acostumbrados a viajar por estas rutas y en barco no resultaban novedosas. Otros, los que querían sol, piscinas y cocteles en las terrazas lucían molestos. Alguno que otro creyente en las fuerzas espirituales se encomendaba a sus santos protectores, se persignaba, y juraba que eran las fuerzas sobrenaturales quienes enviaban las tormentas y quienes las atenuaban.
“…….aparecía en más de una ocasión el Cuerpo Santo, esto es, Santo Elmo, como otra luz entre las nuestras sobre la noche oscurísima; y de tal esplendor cual antorcha ardiendo en la punta de la gabia; y permanecía dos horas, y aún más, con nosotros, para consuelo de los que nos quejábamos. Cuando esa bendita luz determinaba irse, permanecíamos medio cuarto de hora todos ciegos, implorando misericordia y realmente creyéndonos muertos ya. El mar amainó, de súbito.” (Antonio Pigafetta. Primer Viaje Alrededor del Globo)
A pesar de que el personal del crucero explicaba que las inesperadas tormentas, relámpagos y rayos no iban a durar más de cierto tiempo, y que el radar indicaba su extensión, su furia no dejaba de asustar a muchos pasajeros. Para otros, los menos, eran un alivio ya que las inclemencias del tiempo servían para disminuir la cantidad de gente que en otras circunstancias hubiesen caminado por los pasillos, en búsqueda de tal o cual actividad.
Las tormentas amortiguaban las griterías que los eufóricos viajeros formaban en los alrededores de los bares y piscinas durante los cuatro días en alta mar antes de anclar en las costas del noreste de Brasil.
Si para algunos el susto servía para activar sus miedos, sentido de mortalidad, y recordar sus oraciones, para los pocos eran motivos para admirar las maravillas de la naturaleza, observadas desde las ventanas, que podían ser explicadas con los datos e información científica sobre el clima que ofrecía el Capitán y su personal, y para confirmar la eficiencia de la capacidad tecnológica del inmenso barco.
Para quien andaba en busca de otras respuestas a preguntas menos científicas o existenciales, las limitaciones que causaban las tormentas servían como una gran oportunidad para leer, archivar y repasar la correspondencia que Sor Bernarda continuaba enviando electrónicamente.
“Thomas Merton fue un monje que promovió en el intercambio de ideas entre el cristianismo, budismo y otras religiones. Muchas de esas ideas cuestionaban ciertos principios y doctrinas que eran considerados como intocables por la Iglesia. Murió en la India el 10 de diciembre de1968 en circunstancias sospechosas, y que electrocutado, cambiando una bombilla." (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
Sor Bernarda trasladó la importancia de las muertes de Jabibonuco y Diego Sotomayor a otros planos, las convirtió en parte de una narrativa más abarcadora y las vinculó con otros relatos. Las trajo al presente y ayudó a entender los nuevos caminos que Javier, el otro Diego, Fe, Esperanza y Caridad estaban encontrando. Aunque lo que los personajes seguían buscando era esencialmente lo mismo, el segundo viaje del descubrimiento añadió otros propósitos, otros personajes, otras fuentes.
“Antonio Pigafetta, viajero italiano (Vicenza 1490-1534) que estuvo ligado a la Orden de Rodas, de la que era caballero. Llegó a España en 1519, junto al monseñor Francisco Chiericato, y se puso a disposición de Carlos V. Hizo una gran amistad con Magallanes, En los últimos años de su vida, viajó por tierras de Francia para regresar por fin a Italia en 1523. Escribió la relación de aquel viaje, que supuso la primera vuelta al mundo, en lengua italiana y con el título de Relazioni in torno al primo viaggio di circumnavigazione. Notizia del Mondo Nuovo con le figure dei paesi scoperti. Su vida y las violentas justificaciones evangelizadoras continúan hoy en algunas de las ordenes secretas de la iglesia.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
Fuimos recibidos en el puerto por un hombre color cobrizo, ligeramente vestido con un taparrabos, unas sandalias de cuero y un arreglo de plumas sobre su cabeza. En la mano llevaba un tipo de antorcha cuyo humo usaba para rociar a la gente, Algunos se acercaban para que los cubriera con el humo. Otros se tapaban las narices, reían y se alejaban del anfitrión que recibía a los viajeros que se bajaban del crucero.
El guía-bohique-anfitrión de turistas no se reía; cantaba en una lengua desconocida por los viajeros, y parecía creer firmemente en su rito. Las limpias espirituales continúan más allá de los crucifijos de los inquisidores, la sanación de Javier en Roatán, el árbol de Altagracia en Santurce, el efecto de la flor de la campana en los cuerpos de Fe, Esperanza y Caridad, o el baile de agradecimiento de Jabibounco en el patio de su calabozo en Cádiz.
El barco iba a estar en el puerto de la ciudad por un periodo de diez horas, suficiente tiempo para estirar las piernas, después de haber estado encerrados por cuatro días en alta mar, conocer algo de la boca del inmenso rio que estaba cerca de la primera ciudad que visitábamos en camino a Montevideo.
“En una chacra cerca de Montevideo: una vara clavada en la tierra, humo de sahumerio saliendo de un jarrón de barro, botellas de vino, cerveza, agua, café, mate y alcohol, hojas, semillas de maíz, papas y cigarrillos, acomodados alrededor de la frazada que tapaba el pozo donde se iniciaría el ritual. Así, en aquel paisaje, uno por uno, los estudiantes universitarios y sus profesores se arrodillaron para ofrendarle las bebidas y comidas a la madre tierra, y luego se limpiaron con el agua del pozo.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
8.2. La vergüenza
“No son negros completamente; más bien oliváceos; llevan al aire las partes vergonzosas, y carecen de vello en cualquiera. Y así hombres como mujeres, andan del todo desnudos.” (Antonio Pigafetta. Primer Viaje Alrededor del Globo)
Que no sentían vergüenza fue mi primera idea, reacción ante los nibelungos que viajaban conmigo en el tren de Cádiz a Sevilla. Sus ajustados pantalones marrones delineaban el tamaño, las formas de sus partes privadas; y sus pelos rubios, sucios, entrenzados y entrelazados con hojas los distinguía de los otros y algo rudimentarios pasajeros, vestidos con ropas comunes para la época de verano.
Saqué mi smart-phone, les pedí permiso - no quería que se molestaran y me avergonzaran, cuestionando públicamente mi atrevimiento -, si les podía tomar unas fotos.
Sonrieron, dijeron que sí, y posaron, como si fuesen payasos en un circo: muecas, abrazados, piernas abiertas, estiradas, unos sobre otros. Nos reímos y entablamos amistad.
El más obscuro, maquillado, de ellos se interesó mucho en mi investigación y lectura de las crónicas, ya que sus estudios en historia lo familiarizaron con los escritos de Ulrico Schmildel, un soldado alemán que acompañó a Cabeza de Vaca, durante la colonización de los territorios que hoy son conocidos como Argentina, Uruguay, Paraguay; y quien escribió sobre sus expereincias colonizadoras.
Sor Bernarda me había enviado por correo electrónico las copias de los archivos quemados junto a otras fichas y títulos de crónicas que servían para empatar las vidas de los colonizadores, sus contradicciones cristianas y deseos muy humanos. Una vez en Sevilla, transferí las crónicas a mi ordenador y se las mostré a Gunter, el joven actor que había conocido en el tren, y con quien luego me reuní en el hotel sevillano.
“Allí nos encontramos con un pueblo de indios llamados zechuruass que constaba como de unos 2.000 hombres, y que no tenían más de comer que pescado y carne. Estos al llegar nosotros, habían abandonado el pueblo huyendo con mujeres e hijos, de suerte que no pudimos dar con ellos. Esta nación de indios se anda en cueros vivos, mientras que sus mujeres se tapan las vergüenzas on un paño de algodón que les cubre desde el ombligo hasta la rodilla.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
No más me vio, Günter me abrazó, trató de darme un beso en el lobby del hotel, y yo, mas avergonzado y recatado que él, controlé mis deseos, le dije o- Aquí no.
Cuando llegó al hotel ya no estaba disfrazado de nibelungo. Su ropa estrujada, sin peinar, su cigarrillo listo para caerse, en el borde de los labios le daban un porte de poeta tipo beat, neo-existencialista. El descarado atrevimiento no era desfachatez, era su estado normal. Lo que para mí se limitaba a un planteamiento teórico, para él era pura praxis. Había transcendido los valores del pequeño burgués que tanto detestaba.
Para servir de testigo tengo a las flechas de San Sebastián que apuntaban hacia nosotros. Por lo menos, eso fue lo que percibí cuando lo empujé y me encontré de frente con una mala copia del cuadro que decoraba el recibidor del muy antiguo hotel. Juro que fue en ese momento cuando las flechas de San Sebastián adquirieron su verdadero significado.
Después de aquel día, cada uno tenía planes distintos: él pensaba viajar hacia Alemania y yo iba en camino a pasar unos meses entre Barcelona y Génova antes de tomar el barco que me llevaría a Sur América, la mismas rutas de Colón, Magallanes, pero esta vez en un crucero.
Ni él, después de llevar unos cuantos meses deambulando por España, regresó inmediatamente a Alemania – regresó mucho después, ni yo me fui a Barcelona en aquel momento.
Nos mudamos a un hotel que le debía estrellas a cualquier guía de turistas, con puertas que no llegaban al piso; por donde entraban y salían ruidos, aullidos y gemidos que acompañaban a las servidoras sexuales que por allí venían con sus clientes, y a nuestra lujuria; nuestra insaciable lujuria.
8.3. La Lujuria
“Mas después de esto, mientras nuestro general, tum Pietro Manthossa se hallaba a unas 8 ó 9 millas distante de nosotros, resultó que habíamos tenido a bordo de nuestro navío a ton Jerg Manthossa primo del señor tonn Pietro Manthossa: este se había enamorado de la hija de un vecino en Palman y como estábamos por salir al día siguiente, el dicho thonn Jerg Manthossa bajó a tierra esa misma noche, a las 12, con 12 compañeros de los buenos, y sin ser sentidos se robaron de la isla Palman a la dicha hija de aquel vecino, con la doncella, ropa, alhajas y algún dinero, volviendo en seguida al navío muy ocultamente para no ser sentidos ni por nuestro capitán, Heinrich Paimen, ni por otra persona alguna de los del navío; sólo la guardia se apercibió de ello, por ser la media noche.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)El pene, rojo de tanta fricción, con la erección en espera de completar su misión, apuntaba el camino. No le hice caso, lo guardé y me llegué hasta la mesa, el mantel, a terminar de sacar las manchas dejadas por el vino tinto, muy buen año. Cada cama es una escuela; cada amante, un maestro.
Me quité los manchados calzoncillos. Busqué ropa limpia. Me cambié. El pene seguía medio erecto. Se me salió por los lados de los malgastados jockeys. Lo acomodé con mucho cuidado. Me puse unos pantalones largos. Un vaso de agua. Me cambié de camisa. Debí peinarme con cepillo, me dije. Me quité la camisa. Me peiné de nuevo. Encendí unos de los ilegales. Puse música de jazz latino; acompaña muy bien la reflexión sobre lo aprendido en la cama. Hacer de activo requiere firmeza y dirección clara. Deseaba música lenta y de amor, me dije a mí mismo. Siempre, Gato Barbieri.
Aquel agosto caluroso, humedad y aire acondicionado, la ciudad llena de turistas, el apartamento, acabado de limpiar, impecable, sabe a romance en plenilunio. El timbre del teléfono. No podía ser el alemán que conocí en el tren ni el uruguayo que había conocido en Génova. Era mi mejor amigo. Estaba de vuelta en Nueva York.
- Hola, ¿qué haces?
- Soñando bajo los efectos de un pitillo.
- ¿En qué o quién?
- En ellos. ¿Qué quieres que haga?
- ¿En cuáles?
- En muertos y vivos. En estos momentos, en Gunter y Daniel. El de anoche fue una lección para aprender a acostumbrarme
- ¿No te da vergüenza andar con uno y soñar con otros? Bueno, si no tienes más nada que hacer.
- Todos los affaires me dejan mal y bien a la vez. Sevilla tuvo que ser, con su lunita plateada. Se quedarán grabados, y Manhattan no los rellena.
- C’est la vie
- Muchos años más tarde sigo "a la recherche du tricks perdu".
- Sigues con el monotema. Bloomingdales está ofreciendo una venta especial de zapatos. ¿Vamos?
- Sí, vamos.
“Estaba también otro capitán presente que tenía su navío a la par del nuestro, con rumbo a New-Hispanien , o sea, Mechssekhen: este se hallaba en tierra con 150 hombres, y cuando supo de nuestro combate, trató de hacer las paces entre nosotros y los de la ciudad, bajo la condición de entregarles las personas de ton Jerg Manthossa, la hija del vecino y su sirvienta. No tardaron en presentarse el Stathalter y el Richter en nuestro navío, pretendiendo llevarse presos a thon Jerg Manthossa y a sus cómplices. Al punto les contestó él que era ella su legítima mujer, y a ella no se le ocurrió decir otra cosa, casándose en seguida, con gran disgusto del afligido padre; y nuestro navío quedó muy estropeado de resultas de los balazos.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
El hombre cuarentón, fornido, me miró directamente, sonrió libidinosamente y siguió estudiando la pieza en el museo que visité después de pasar por la casa de Colón en Génova. Lo miré, sonreí y seguí caminando por otras galerías. No recuerdo su cara. Recuerdo el pasarnos, mirarnos, desearnos, y no hacer nada más. Recuerdo su pasión por la obra que el allí observaba. No recuerdo la pieza. El estudiaba con detenimiento las obras. Yo las paseaba.
Siempre me han atraído la gente de mi edad o un poco más viejos, y en Génova pude haber parado, conocido al cuarentón, hablar con alguien; decidí que prefería la imagen, la memoria, el deseo sin las complicaciones de lo concreto. Escribí unas notas sobre ese momento y seguí caminando por el puerto, tomé un café, esperé la tarde; las que siempre me angustiaban antes de mi viaje al pueblo donde nació Colón.
Nos dice Lacan que el deseo erótico en los humanos está tan ligado a las fantasías, que al fin de cuentas es un acto narcisista, es a nuestro ego enamorado al que amamos. Si para los animales la copulación es el foco de la sexualidad; para nosotros es la fantasía la que nos guía el acto sexual. De encontrar fallas en nuestra pareja, perdemos el deseo.
Las tardes del pueblo caluroso, caribeño, rodeado de cañaverales, despertaban una especie de melancolía que no comprendía; aprendí a vivir con ella, disfrutarla. El pueblo se acostaba y no había salida ni espacio para satisfacer los deseos de un adolescente que curioseaba otros nortes, otros cuerpos. Pensaba que al dejar el pueblo, el saudade, aquel estado de ánimo que me arropaba una vez la luz tenue, algo amarillenta, barruntaba la llegada de la noche, iba a ser amortiguado. Llegaban las tardes, llegaba la melancolía, llegaba el deseo. En Génova ocurrió el milagro.
El cuarentón del museo sirvió de catarsis. En el café, aquella tarde de verano, después de visitar a Colón, la melancolía no hizo su aparición. Tampoco surgió el deseo de poseer al otro. Quizás la melancolía vivida en aquel pueblo era causada por la falta de una experiencia concreta que hubiese permitido canalizar mis deseos de ser europeo y encontrar mi descubridor, y al no poder satisfacer lo que estimulaba el deseo, la melancolía se apoderaba de mi estado de ánimo. Quizás, a saber.
Lacan, un vez más: nuestros deseos se fundamentan en una ausencia, ya que la fantasía no responde a nada real. Colón se concretizó en una pequeña y humilde casita de Génova, perdió su magia; y al descartar al cuarentón del museo, controlé mis fantasías. La melancolía sin substancia no podía volver a arroparme.
“Cuenta la leyenda guaraní que un día cuando Pitá estaba cortando frutos de tacú apareció junto a una roca un animal que parecía querer atacarlo. Para defenderse, Pitá tomó una gran piedra y se la arrojó con fuerza, pero en lugar de alcanzarlo, la piedra dio contra la roca, y al chocar saltaron algunas chispas. Este era un fenómeno desconocido hasta entonces y Pitá, al notar el hermoso efecto producido por el choque de las dos piedras volvió a repetir una y muchas veces la operación, hasta convencerse de que siempre se producían las mismas vistosas luces. En esta forma descubrió el fuego. Sirve dicha leyenda para comprender la función de otro fuego y su continua aparición entre los descendientes de los pueblos originarios y los de los colonizadores. Es el mismo fuego que nos lleva al deseo de juntarnos unos con los otros.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
Algunas de las tardes en Frankfurt parecían tomas de escenas de la películas “Hiroshima mon amour”, con las conversaciones sobre dos pueblos distintos, dos visiones del mundo, y no un retrato de la vida de una pareja de amigos y amantes. Todavía para aquella época la palabra que se usaba para referirse a las parejas de hombres gays era amigos; son amigos, decían los que hablaban de ellos, nosotros.
Günter vivía en un complejo de viviendas, construidas y manejadas por el gobierno, habitadas por proletarios, en su mayoría, inmigrantes turcos y sus hijos. Yo vivía en lo que el aquel entonces era todavía el barrio más bohemio y liberal de la ciudad de Nueva York, Greenwich Village. Él era escritor y trabajaba a tiempo parcial para la radio alemana. Yo era maestro.
- Ahmed, Ahmed - gritaba una madre, continuamente, desde la ventana en algún apartamento contiguo, llamando a algún chiquillo que parecía que nunca estaba en casa. Por dónde estará Ahmed a estas horas de la cena, decíamos cargados de sarcasmo, nos reíamos, hacíamos el amor, fumábamos un ilegal, y seguíamos con nuestras extensas conversaciones.
- No puedes ser tan categórico. ¿Qué sabes tú de ellos? ¿Qué sabes tú de la guerra? No estuviste allí.
Los deseos sexuales eran tan poderosos como los debates. El restregar ideas como parte integral del deseo de conquistar al otro es una experiencia inigualable: eros y cerebro juntos. Nada que ver con los poemitas románticos de damiselas y tenorios decimonónicos. El deseo guía la palabra bien pensada, busca al que quiere ser conquistado. Retos verbales, disimuladas alegorías eróticas, nuevos retos verbales, ideas de peso, una guiñada, forman un rompecabezas sexual donde cada jugador coloca las piezas sin saber cómo lucirá en su totalidad. No importa, el placer se ha ido consumiendo.
- ¿Has pasado hambre? ¿Sabes lo que es ver a tus vecinos comer sus bizcochitos con chocolate y tú solo haber comido un poco de arroz blanco con un huevo frito encima? ¡Qué importa quién ha colonizado a quién! ¿Tú, colonizado?
Una sonrisa, el brillo intenso de los ojos, la movida del cuello hacia el lado son claves concluyentes que sirven para asegurarte que estás en camino a lograr el propósito, que te puedes mover de la silla al sofá, sentarte a su lado.
- Qué importa lo que digan los libros. Los colonizados son todos los que le sirven al estado, el que sea, sin cuestionarlo.
Los labios, los ojos, las cejas, las manos, el cuerpo revelan la intensidad de la sensación, el placer de saber que ese cuerpo será tuyo.
- ¿Por qué no le preguntaste sobre los campos de concentración que estaban cerca de tu casa? ¿Cómo no iban a saber en un pueblo de mil habitantes?
Dos cuerpos con muy altas temperaturas, dos hombres de treinta y pico de años, sobre-testorenados, emiten tanta energía como una micro explosión atómica; un sofá es demasiado pequeño para contenerla. La energía devora, mueve fuerzas, transforma la razón, la desplaza.
- Cuando no hay comida, no se puede teorizar. Tienes que comer primero. ¿Has luchado alguna vez contra el poder de una masa?
Una mano agarrando la cintura mientras la otra señala hacia la cama, la habitación, dirige los tremores, pequeños temblores corporales, hacia un espacio más intimo, más cómodo. El deseo requiere menos accidentes. Un sofá limita, demasiado pequeño para la magnitud de la explosión que generan dos hombres.
- ¿Por qué esperaste tanto para ir a los campos de concentración?
Sobre los cuerpos desnudos de los dos hombres, las sábanas forman olas; inmensas, algunas; lentas y suaves, otras. La punta de la lengua trazando un cuerpo, erizando la piel, revienta el vaivén de las sábanas para revelar un par de piernas, dos pares de piernas, nuevas olas; ya no son sábanas, son cuerpos de hombres. Caricias. Un gemido, otro, estimulados por el aceite que súbitamente enfría la piel, tranquiliza las olas; acompañan la tenue y amarillenta luz solar que entra por la ventana.
- Ahmed, Ahmed - grita la madre musulmana, cubierta de negro, mientras los dos hombres hablan, beben cervezas, fuman y se compenetran.
“Una hermosa doncella española, Mburukuyá, y un joven guaraní. Tabaré, estaban enamorados. Mburukuyá no era su nombre, sino el apodo que le había dado Tabaré. Se amaban en secreto, a escondidas, ya que su padre jamás habría aprobado tal relación. Su padre ya había decidido que ella se casara con un capitán a quién creía digno de obtener la mano de su única hija.
Mburukujá fue confinada en su casa y tenia que contentarse con ver a su amado desde la ventana de su habitación. Tabaré no se resignó a perder a su amada, y todas las noches se acercaba a la casa intentando verla y para dejarle saber a su amada que estaba en los alrededores, tocaba una melancólica melodía en su flauta.
Mburukujá no podía verlo, pero esos sonidos llegaban hasta sus oídos y la llenaban de alegría, ya que confirmaban que el amor entre ambos seguía tan vivo como siempre, hasta que una mañana ya no fue arrullada por los agudos sones de la flauta. En vano esperó noche tras noche la vuelta de su amado.
Por días permaneció sentada frente a su ventana, soñando con ver aparecer algún día a su amante. Luego de varios días se acercó una la anciana madre de su enamorado, quien le contó que el joven había sido asesinado por el padre después de descubrir el oculto romance de su hija.
Mburukujá decidió escapar, y siguió a la anciana madre hasta el lugar donde reposaba el cuerpo de su amado. Enloquecida por el dolor cavó una fosa con sus propias manos, y luego de depositar en ella el cuerpo de su amado, tomó una de las flechas de su amado, y la clavó en medio de su pecho. Mburukujá se desplomó junto al cuerpo de aquel que en vida había amado.
La anciana observó sorprendida como las plumas adheridas a la flecha comenzaban a transformarse en una extraña flor que brotaba del corazón de Mburukujá. No pasó mucho tiempo antes de que los vecinos que recorrían la zona comenzaran a hablar de una extraña planta que nunca antes habían visto, y cuyas flores se cierran por la noche y se abren con los primeros rayos del sol.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
8.4. La Codicia
“Estos carendies traían a nuestro real y compartían con nosotros sus miserias de pescado y de carne por 14 días sin faltar más que uno en que no vinieron. Entonces nuestro general thonn Pietro Manthossa despachó un alcalde llamado Johann Pabón, y él y 2 de a caballo se arrimaron a los tales carendies, que se hallaban a 4 millas de nuestro real. Y cuando llegaron adonde estaban los indios, acontecioles que salieron los 3 bien escarmentados, teniéndose que volver en seguida a nuestro real. Pietro Manthossa, nuestro capitán, luego que supo del hecho por boca del alcalde (quien con este objeto había armado cierto alboroto en nuestro real), envió a Diego Manthossa, su propio hermano, con 300 lanskenetes y 30 de a caballo bien pertrechados: yo iba con ellos, y las órdenes eran bien apretadas de tomar presos o matar a todos estos indios carendies y de apoderarnos de su pueblo..…allí nos detuvimos 3 días y recién nos volvimos al real, dejando unos 100 de los nuestros en el pueblo para que pescasen con las redes de los indios y con ello abasteciesen a nuestra gente; porque eran aquellas aguas muy abundantes de pescado. (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
Hijo de la guerra (su padre fue soldado en la misma), al igual que otros alemanes de su generación, le tocó enfrentarse a los demonios que le dieron pie al genocidio, racismo, nacionalismo que fomentaron la invasión de otros países y el exterminio de judíos, gitanos, homosexuales. Una generación representada por algunos cuyas voces no negaban lo que ocurrió y que usaron esa funesta gesta para plantearse quiénes eran, cómo, y a criticar sin miramientos todo tipo de postura ideológica y exigir una sociedad más justa y equitativa.
En sus casas y reuniones, con el mismo peso que se discutían la historia occidental, sus ideas y escalas de valores subyacentes, las décadas pos-modernistas, la contra cultura, las ideas de Adorno, Marx, Gramsci y otros tantos que superan cualquier prontuario de un curso sobre las civilizaciones, la codicia también era discutida.
Conocer a Günter me llevó a conocerlos y aprender de ellos. Más de una vez, mi cómoda vida de pequeño-burgués-socialista de salón fue transformada por esa experiencia y por esos jóvenes.
No más llegar por primera vez a Alemania, fuimos a visitar una comuna de hombres gay que vivían en una finca, en una aldea a dos horas al norte de Frankfurt. Allí verdaderamente aprendí lo que era compartir. Nadie era dueño de nada y quien primero agarrara el suéter, cepillo de dientes, cama se apoderaba del mismo, lo usaba, lo soltaba, y así seguían sus usos y deslindes.
La comida era de todos y para todos; incluyendo a las visitas que continuamente entraban y salían de la antigua casa. Por las puertas también entraban algunos animales de la finca: cabros, ovejas, gatos y perros. Los platos sucios eran dejados en el fregadero, pasaban los días y los platos se acumulaban hasta que a alguien sin protestar los fregaba.
Visité otras comunas (casi todos vivían en grupos) y unas más anárquicas que otras pero todas dentro de un marco de libertad y respeto mutuo. Claro, no negaban decir la verdad como la sentían, y en esos grupos, esas verdades eran analizadas hasta más no poder.
Si la generación de Günter en Alemania se vio obligada a enfrentar los demonios del nazismo, la nuestra en Nueva York tuvo que mirar de frente a la epidemia del siglo: el Sida. Y aquellas experiencias en Alemania me servían para entender y mirar de frente lo que acá estaba forjándose.
Marchar, asistir a reuniones de grupos de apoyo, visitar amigos en los hospitales, ayudar a otros a cuidar a sus amantes se convirtieron en tareas muy comunes entre muchos de nosotros. Darle cara a los homofóbicos en el trabajo, en círculos de amigos de ideologías progresistas, de la cintura para arriba; y a unos cuantos tuve que tolerar, oír y contrarrestar sus prejuicios.
De Alemania a Nueva York y de Nueva York a Alemania el pos-modernismo vino acompañado de unos esquemas que han servido de base para seguir apreciando la vida y frente al SIDA, por el post mortem.
“Así aconteció que llegaron a tal punto la necesidad y la miseria que por razón de la hambruna ya no quedaban ni ratas, ni ratones, ni culebras, ni sabandija alguna que nos remediase en nuestra gran necesidad e inaudita miseria; llegamos hasta comernos los zapatos y cueros todos.
Y aconteció que tres españoles se robaron un rocín y se lo comieron sin ser sentidos; mas cuando se llegó a saber los mandaron prender e hicieron declarar con tormento; y luego que confesaron el delito los condenaron a muerte en horca, y los ajusticiaron a los tres. Esa misma noche otros españoles se arrimaron a los tres colgados en las horcas y les cortaron los muslos y otros pedazos de carne y cargaron con ellos a sus casas para satisfacer el hambre. También un español se comió al hermano que había muerto en la ciudad de Bonas Ayers.
La mitad de la gente se nos murió en este viaje de esta hambre sin nombre, y la otra mitad hubo que hacerla volver al susodicho pueblo, do se hallaba nuestro Capitán General. Thonn Pietro Manthossa quiso tomar razón a Jergen Lichtensteinen287, nuestro capitán en este viaje, porque tan pocos habíamos vuelto siendo que la ausencia sólo había durado 2 meses288; a lo que le contestó éste que de hambre habían muerto, porque los indios habían quemado la comida que tenían y habían huido, como ya se dijo antes en pocas palabras. (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)
8.5. La Envidia
“Al Ilustrísimo y Excelentísimo Señor Filippo Villers Lisleadam Ínclito gran maestre de Rodas y su observantísimo señor… relación de tales cosas: así pudiesen proporcionarme a mí mismo satisfacción y me alumbraran también renombre en la posteridad.” (Antonio Pigafetta. Primer Viaje Alrededor del Globo)
- ¿Y qué lo trajo por aquí?”, me preguntó la señora encargada de de la pequeñita casa-museo donde alegan nació o vivió el genovés que comenzó la europeización de las Américas.
- Ando buscando a Colón - le contesté. Sonrió, me dio, no recuerdo, qué información. Puede que la usara luego para mi planeado libro sobre los colonizadores, su moral, sus creencias. sus contradicciones. Ni la revise, ni pedi mas información. Caminé un poco por la pequeña casa, salí y seguí paseando por Génova sin rumbo, sin deseos de trabajar.
La envidia, el cinismo, y otros males aquejan/caracterizan a los colonizados/ neo-colonizados/oprimidos/proto-colonizados: los homosexuales que se odian por serlo, los negros que se tiñen el pelo de rubio, los mulatos que juran ser descendientes de europeos.
Cuentan las leyendas que Esopo, el más conocido de todos los cínicos, era un esclavo egipcio que creaba, de haberlas creado, las fábulas porque si hablaba literalmente de los faraones podía ser ejecutado. ¿A cuántos no siguen/ seguimos ejecutando o tratando de ejecutar los modernos faraones? Deseamos, envidiamos lo que tiene el otro.
“Disponen de infinidad de papagayos, y cambian ocho o diez por un espejo; y gatos maimones pequeños, semejantes a los cachorros de león, pero amarillos: una preciosidad. Amasan un pan redondo, blanco, de médula de árbol, de sólo regular sabor; se halla dicha médula bajo la corteza, y parece requesón. Tienen cerdos con la particularidad del ombligo en la espalda, y grandes pájaros con el pico como un cuchara.” (Antonio Pigafetta. Primer Viaje Alrededor del Globo)
Todos los doce de octubre cantábamos - “En un pueblito de Italia nació Cristóbal Colón/ y la gente se burlaba/ al palacio del rey…” - los estudiantes en la elegante escuela elemental al final de la cuesta en la Calle Nueva, en aquel pueblo caluroso, seco, de frente al quieto Mar Caribe; nos españolizaban. Ellos tan gloriosos, nosotros tan subordinados.
Todos los doce de octubre teatralizábamos la “gesta descubridora” y nos alegrábamos de haber sido parte de la colonización de las Américas.
En un pueblo donde la mayoría de la población era de ascendencia africana, nunca aprendíamos canciones ni leyendas sobre las gestas de los esclavos. De los pataquíes, relatos yorubas, se hablaba en las casas, en secreto. Mirábamos hacia España y Europa, y un poco hacia los EEUU; pero era España nuestro norte.
Génova era parte de la memoria colectiva de mi generación en el Puerto Rico de los cincuenta. Hasta esa generación, si tenías recursos, era a Europa donde los jóvenes económicamente pudientes de la isla de los encantos iban a estudiar. Con el tiempo, al ser tomada por curas y monjas estadounidenses, la colonización y control de la educación privada cambio el “status symbol”: las generaciones que nos siguieron deseaban poder asistir a las universidades norteamericanas. Ya no se habla de Génova, ni cantan “en un pueblito de Italia; todavía no leen sobre los pataquíes. Siguen envidiando al otro.
En la entrada al cementerio del ya mencionado pueblo caribeño se encontraban los muy elegantes panteones de las familias fundadoras del pueblo. Aquellos blancos panteones servían para reafirmar quienes eran los que definían la historia y la colonización. Hoy, de vuelta al pueblo, uno de los panteones fue comprado por unos nuevos ricos chinos y transformaron el panteón en una petite pagoda color rojo subido.
“Después navegamos de esta isla a otra que se llama Río Genna a 500 millas de la anterior, dependencia del rey de Portugal: esta es la isla de Río Genna en Inndia y los indios se llaman thopiss. Allí nos quedamos unos 14 días. Fue aquí que thonn Pietro Manthossa, nuestro capitán general, dispuso que Hanss Ossorio, como que era su hermano adoptivo, nos mandase en calidad de su lugarteniente; porque él seguía siempre sin acción, tullido y enfermo. Así las cosas él, Hans Ossorio, no tardó en ser malquistado y calumniado ante thonn Pietro Manthossa, su hermano jurado, y la acusación era que trataba de sublevarle la gente a thonn Pietro Manthossa, el capitán general. Con este pretexto él, thonn Pietro Manthossa, ordenó a otros 4 capitanes llamados Joan Eyolas, Hanns Salesser, Jerg Luchllem y Lazarus Sallvaischo que matasen al dicho Hanns Assario a puñaladas, o como mejor pudiesen, y que lo tirasen al medio de la plaza por traidor. Más aún, hizo publicar por bando que nadie osase compadecerse de Assirio so pena de correr la misma suerte, fuere quien fuere. Se le hizo injusticia, como lo sabe Dios el Todopoderoso, y que Él lo favorezca; porque fue aquel un hombre piadoso y recto, buen soldado, que sabía mantener el orden y disciplina entre la gente de pelea.” (Ulrich Schmidel. Viaje al Rio de la Plata, 1534-1554)La melancolía puede ser activada por el deseo reprimido, la ira, quizás por el tedio, o por la envidia de no haber sido el otro, el vecino con mas juguetes, el más blanco, el más guapo, el que tiene más comida, el que se iba a Europa, el descendiente directos de los colonizadores. En Génova se dio el milagro. El deseo de poseer al otro desapareció.
8.6. Reencarnación
“I-Yará pasó por una región de la tierra donde el hombre aún no había llegado y al ver despoblado un lugar tan hermoso, decidió llevar a Tupá un trozo de tierra de ese lugar. Tupá amasando la tierra y le dio forma humana, creó dos hombres destinados a poblar la región. Uno era blanco y lo llamó Morotí, y al otro de color rojizo, Pitá. Los hermanos se enemistaron, la codicia se apoderó de ellos, hicieron la guerra y Tupá, lleno de cólera, envió a I-Yará para que lograra la paz y el amor guiaran sus vidas. Los dos hermanos se arrepintieron, se abrazaron, y mientras se abrazaban iban perdiendo sus formas humanas hasta transformarse en una planta que dio hermosas azucenas moradas. Con el tiempo, las flores también se transformaron, de moradas a blancas. Pitá y Morotí se convirtieron en flores.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
El navegar por la red durante el viaje en barco entre España y Sur América sirvió para reencontrarme con el cuarentón que había visto en Génova. Aparece por segunda vez en dicho viaje, en una monografía que colgó en la pared de su página socio-cibernética. No supe que era él hasta más tarde cuando lo conozco en persona, y entablamos una gran amistad. Concordábamos en cuanto a asuntos espirituales, las relaciones personales y el estudio de pueblos originarios; en lo demás, distinto a Gunter, en pocas cosas estábamos de acuerdo. El deseo nunca es suficiente para entrelazar los cuerpos. Gunter y yo teníamos gustos muy afines en la política, literatura, justicia social, en el deseo el uno por el otro. Lo que no concordaba era nuestra capacidad para ser amados con armonía. Una relación intensa llena de luchas irresolutas. Luchas que no eran producto de las ideas sobre el arte, la política, las relaciones humanas fuera de la nuestra; eran producto de nuestra incapacidad de amar sin condiciones. Gunter era un ser muy libre. Yo, un controlador sin límites.
Nos tocó vivir la peor década del Sida, y ser testigos de lo que estaban padeciendo algunos de nuestros mejores amigos, morir lenta y cruelmente: la medicina no sabía qué hacer, ni sabe todavía, pero hoy está mejor preparada.
Fuimos testigos del lento deterioro y sufrimiento que Frank, Joachim, Paul, Gary, Guillermo, Michael, Albert, José (por nombrar los más cercanos) enfrentaron durante ese terrible periodo. Cuando Bárbara, otra de los nibelungos, para decirme que Günter también había muerto, el vacío y dolor que sentí todavía no se apagó; se transformo en una nueva búsqueda; reencarnó en una nueva compresión de la sexualidad y sus vínculos con los espíritus.
Si se quiere a alguien de veras no se olvida el dolor, se aminora y se armoniza, pero el espacio que llenaba esa persona no puede ser rellenado. Quedan las alegrías y las penas, y el agradecimiento de haberle conocido. El dolor de no poder envejecer juntos reaparece y enfurece; se encamina en nuevos proyectos, nuevas introspecciones. Se transforma.
Hablábamos extensamente, largas horas, confrontando nuestras ideas, debatiendo, rechazando, aceptando la razón del otro, defendiendo la personal. Él, al igual que muchos de sus amigos y conocidos, no iba a olvidar lo particular de su generación: hijos de la guerra, con padres que fueron soldados, militantes en el partido de los nazis. No podía dejar de defender su compromiso con la transformación social.
Nuestras tardes fueron clasificadas como sesiones de concienciación político-sexual por uno de los auto-nominados gurús en una de las muchas, “gay friendly”, comunas “heteros” que existían en el Frankfurt de los setentas y ochentas. En aquellas extensas y muy dinámicas casas la vida gay había tomado otro giro, seguía el modelo impuesto por los movimientos de liberación sexual. Ya no eran vidas clandestinas, ni se tenían que jugar papeles copiados de las reprimidas vidas de los pequeños burgueses o las nuevas masas de clases medias.
Terminó la relación porque no tenía más camino. Se había completado un ciclo. El muere cuatro años mas tarde. No regresé a Frankfurt hasta después de su muerte. Las comunas desparecieron para ser reemplazadas por yuppies y condominios. Los nibelungos solo existen en las operas y cuentos mitológicos. Frankfurt es otro Manhattan.
Montevideo todavía no lo es. El camino a Uruguay estaba todavía minado por lo que dejaron los colonizadores, los correos sobre la evangelización que me enviaba Sor Bernarda así lo comprueban, detonados por los trabajos que explican el mestizaje cultural y religioso que surge de ese proceso colonizador que se transforma en uno de revelación.
“La imposición colonizadora, como bien le llama Rama, produce unas alianzas y luchas que destruyen, y sobre esa destrucción construimos un nuevo país.
‘Cuartel General
Arroyo Grande Febrero 20 de 1831
Deseoso el Presidente General en Jefe de dar cumplimiento a los últimos acuerdos del Excelentísimo Gobierno que por conducto del Secretario del Ejército le han sido transmitidos recientemente, y también, de activar en cuanto sea posible, las disposiciones anunciadas ya, para llevar al cabo las operaciones de la nueva Campaña sobre los Salvajes, que tanto promete a los más caros intereses de la nación; es que juzga de su deber instruir al Excelentísimo Gobierno de su marcha en el día de mañana a situarse en el Cantón del Durazno, para consagrar sus primeras atenciones a aquellos importantes objetos. Entretanto, tiene el honor de saludar al Excelentísimo Gobierno, con los sentimientos de su más alta consideración y distinguido aprecio. Fructuoso Rivera’
Los salvajes a los que se refería Fructuoso Rivera no era solamente los pueblos originarios, incluía a otros grupos: los mestizos y los gauchos.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
Si Gunter tenía muy claro la historia de su pueblo, sus horrores y engaños, el papel de las instituciones en manipular los hechos, censurarlos, Daniel todavía anda buscando entender quién es, encontrar coherencia narrativa en los fragmentos, los documentos que la memorizan, y la desvirtúan; en la religión transformada por el sincretismo; en el mestizaje cultural que resulta,
- No me gusta el mate, ni ningún tipo de té.
- El mate no es un té. Es nuestra historia común.
- Si entiendes esa relación entre lo material y la historia, ¿por qué te parece tan extraño que me guste comer plátanos fritos como acompañante de las carnes?
La sonrisa fue su respuesta. Estaba tratando de entender su vida en virtud de las vidas de otros más cercanos a él, y no estaba listo para asimilar las otra, las que le faltaban conocer. Abandonar su cómoda vida de hombre gay, burgués uruguayo y empezar de nuevo no lo había llevado todavía a trascender lo inmediato. El Caribe estaba muy lejos. Jabibonuco no era Tabaré, ni Yara era Tupá, ni mucho menos Fructuoso Rivera era Madame K’lalud.
Las leyendas guaraníes le servían para rellenar las lagunas que la historia oficial había dejado en blanco, fragmentado su sentido de pertenencia en un país tan joven. Su estricta educación y formación católica no incluía las historias de los otros pueblos y sus creencias que de alguna forma seguían influyendo sobre su vida. Empatar todo aquello no dejaba espacio para conocer lo que parecía tan lejos.
“La Leyenda del Chajá sirve para comprender las ideas religiosas de los pueblos originarios en las Américas que creían firmemente en la reencarnación, fundamento para otra de sus creencias, la transformación espiritual.
Aguará, el Cacique de una tribu guaraní, envió a su hija Taca, quien manejaba el arco con toda maestría, y a Ará-Naró, un valiente guerrero quien era su novio. a cazar un jaguar que merodeaba continuamente y atacaba a los pobladores; muchas fueron las víctimas del sanguinario animal.
Ará-Ñaró y Taca partieron una noche de luna lena. Los deseos de matar eljaguar les daba fuerza. Cuando llegaron al bosque, Ará-Ñaró aconsejó prudencìa a su compañera, pero ella, en el deseo de terminar de una vez por todas con el carnívoro, adelantándose, lo animaba y le decía - “yahá!”…, “yahá!”… (vamos, vamos)
La fiera los esperaba en el bosque. En aquella lucha ninguno de los tres salió triunfante. Taca, Ará-Ñaró y el jaguar pagaron con sus vidas.
Pasaron los días. Cuando en el poblado se convencieron de que los jóvenes guerreros habían muerto, el viejo Cacique, por causa de la tristeza se fue consumiendo lentamente, hasta que Tupá, lleno de compasión, le quitó la vida.
Todos lloraron al anciano Aguará, que había sido bueno y valiente, y de quien su pueblo recibiera tantos beneficios. Prepararon una gran urna de barro, y después de colocar en ella el cuerpo del Cacique, pusieron sus prendas y, como era costumbre, provisiones de comida y bebida.
En el momento de enterrarlo, en el lugar que le había servido de vivienda, una pareja de aves, hasta entonces desconocidas, hizo su aparición gritando: -- “yahá!”…, “yahá!”. Eran Taca y Ará-Naró, que convertidos en aves por Tupá, volvían al poblado de sus hermanos.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
- ¿Cómo estuvo el viaje?
- Bien, aburrido. Viajar en un avión es como estar dentro de una lata. No compara con un viaje en barco. Me tengo que acostumbrar a mi nueva vida en Nueva York.
- Estuviste mucho tiempo fuera, en un campo, si comparas a Montevideo con la City.
- No es eso solamente. Tengo que juntar todo, leer de nuevo, escribir desde otra perspectiva, comenzar una nueva vida, darle coherencia al material que recogí, lecturas, entrevistas y enfrentar los demonios que, no dudo, esa nueva lectura me va a desentrañar, despertar. Esperaré unas semanas, quizás me sirvan para limpiarme por dentro, y entonces vuelvo sobre lo que voy a escribir. No estoy listo para el nuevo paso. Todavía, me hacen falta/
- ¿Quién te hace falta? ¿Gunter, Daniel, los estudiantes, los santeros, bohiques, guaraníes?
- Todos.
IX. El Libro de Daniel
9.1. El Verbo
"En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada." (Evangelio según San Juan 1:1. Nueva Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brower, 1999.)
- En mi pueblo, hablar fino, No se podía hablar fino, se burlaban
- Perdona, no te llamé brava por ser femenino. Es un uso más. Que el significado no está tanto en la palabra. Si algo aprendí con las lecturas de las conferencias inéditas de la Coster, fue que el significado está en el conjunto de elementos: el acento, la entonación, y éstos le añaden o restan seriedad, importancia a lo que dices, o le otorga sensualidad, o lo caricaturiza. ¿Por qué se burlaban de hablar bien?
- Por la misma razón que los planchas hablan cómo hablan. El tuyo parece sacado de una película de Niní Marshall. ¿Sabías que Perón la expulsó del país por depreciar el idioma o por alguna razón relacionada con el idioma?
- No lo sabía. El de ustedes es el más influenciado por el inglés.
- Y es el más cursi, si oyes a las señoras clases medias de San Juan.
- Te deseo, en parte, por tu acento.
- No es deseo, entonces. Es otra cosa, pero no es deseo
- Los planchas uruguayos, al igual que los villeros en Buenos Aires o los cafres en Puerto Rico, pueden aprender a hablar como nosotros, pero muchos terminan como Jabibonuco, quien aprendió todos los códigos, y no aprendió a distinguir todos sus usos ni lo que guiaba a quien lo oía. Por eso lo quemaron en la hoguera.
- Tu interés en mí, en mi forma de hablar, extranjero con unas experiencias muy distintas debido a mi procedencia de clase y fusión cultural, desplaza y reemplaza tu verdadero deseo y niega la posibilidad de desenfrenar y desenmascarar tu vida por completo. Por eso es mejor conocernos, que acostarnos, tener sexo.
- Si vos lo dices.
“Ni el lenguaje ni las expresiones culturales dependen completamente del organismo, de lo biológico. Antes de la palabra, está la experiencia, el asombro. Canetti lo explica muy bien. Los principios espirituales universales de las culturas en todos los tiempos así lo comprueban. Las búsquedas, nuevas investigaciones, los trabajos comparativos, interculturales, ayudan a aclarar estas ideas y a trascender lo dogmático de las iglesias. Si las iglesias trascendieron el animismo, trataron, las ideas contemporáneas sirven para abrir nuevas esperanzas y cambios que la inteligencia por sí sola, el muy medido cociente de inteligencia, tan detallado por los genetistas no puede explicar. Arthur Jensen, equivocadamente, sostiene que los determinantes biológicos de la inteligencia y su expresión cultural lingüística dependen fundamentalmente de determinados aspectos de la fisiología cerebral que modifican la sensibilidad y eficiencia de los procesos básicos en el procesamiento de la información que modelan las respuestas del individuo. Por el contrario Leon Kamin no dice que las teorías racistas de Jensen y Hermstein sobre la determinación genética de la inteligencia no tienen consistencia científica. Se puede argumentar que no está demostrado que los pueblos originarios - sean charrúas, arahuacos, africanos - tengan una inteligencia distinta a la de los europeos y sus descendientes en las Américas. Usaron su inteligencia en entornos que requerían un uso diferente de sus capacidades, y ese factor tan importante, los Jensen del mundo lo descartan, no lo entienden. (Bárbara Coster, “Conferencias inéditas”, Frankfurt - NY: 1973-2003)
“Los trabajos de Daniel sirven para continuar investigando y delatando las muy tristes historias de los pueblos originarios. Muy triste lo que cuenta sobre los charrúas, quienes después de haber luchado por el beneficio del Uruguay, fuesen desterrados y vendidos como conejillos de indias y como artefactos para un espectáculo. Muy triste. Antes de Jensen estuvieron otros que usaron como excusas la ciencia para justificar sus prejuicios. Los nuevos cronistas, incluyendo a Daniel Mujica, tienen que seguir recogiendo información sobre las nuevas colonizaciones y delatando las anteriores. " (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
“Los alumnos y maestros intervenían directamente en todas las fases de la confección de los primeros libros. Cada libro, a su vez, era de cada uno y de toda la clase. En distintas etapas de su desarrollo lingüístico (véase evidencia tomada de la conceptualización y verbalización de la lecto-escritura entre niños y niñas de distintos países y grupos étnicos, raciales) el niño demuestra, al igual que los adultos, que el aprendizaje del lenguaje se mueve en una continua descontextualización del mismo hasta llegar a las abstracciones y logra la posibilidad de desvincular el yo del objeto discutido, categorizado. El lecto-escritor, al igual que el hablante, principiante empieza mezclando las funciones, signos, estilos, y significados, que paulatinamente se van aclarando y respondiendo o subvirtiendo los estándares de una comunidad en particular.
El hablante/lector/escritor va balanceando, comprendiendo la relación entre la conceptualización del yo y el entorno socio-histórico; el yo, su entorno y su historia”. (Bárbara Coster, “Conferencias inéditas”, Frankfurt - NY: 1973-2003)
“La oración fundamental del cristianismo, El Padre Nuestro, tiene dos versiones: San Lucas da de ella un texto breve (con cinco peticiones [cf Lc 11, 2-4]), San Mateo una versión más desarrollada (con siete peticiones [cf Mt 6, 9-13]). La tradición litúrgica de la Iglesia ha conservado el texto de San Mateo. Como resultado de los nuevos estudios teológicos, los hallazgos arqueológicos en el Oriente Medio y dado que los evangelios fueron escritos mucho después del asesinato de Cristo, hay quienes dudan sobre la veracidad de la segunda versión. Recuerda que ya para el siglo tercero después de la muerte de Cristo el cristianismo había sido consolidado y ciertos grupos comenzaron a ejercer control lingüístico e ideológico sobre los muy diversos y pluralistas cristianos primitivos, y que puede que hayan sobre-impuesto los intereses de ciertos grupos en particular sobre la versión original de Cristo.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
9.2. La Comunión
"Durante una entrevista sobre las vidas de los habitantes en uno de los barrios populares de Montevideo, el crimen como tema, pocas personas quisieron hablar y quien lo hizo intercaló español estándar con frases dialectales montevideanas, 'Yo no sé nada. Y aunque supiera tampoco te diría, no me voy a regalar. Raja de acá porque te van a picar como a un queso. No me importa lo que seas, acá está todo el mundo caliente'. Estas formas de expresión popular, estas diferencias en el lenguaje, la música -en particular, la música de origen mestizo: la cumbia, la salsa, el reguetón- sirven para identificar los valores étnico-raciales, el mestizaje cultural, la influencia de pueblos originarios, afro-descendientes y de otras culturas populares en la vida americana. Estas transformaciones históricas, cambios en las percepciones del yo y la comunidad, se manifiestan en el dialecto plancha, el lenguaje de las clases mas propensas a fusionarse, transgredir." (Daniel Mujica. "El mestizaje cultural y las influencias de los pueblos originarios en el Uruguay contemporáneo", monografía inédita, 1984)
“Cuando Merton nos dice que el paraíso es simplemente la persona, su yo radical en su libertad, libre de inhibiciones, el yo que dejó de estar vestido con su ego, mueve la misma idea que por tantos siglos y culturas nos ha preocupado a un plano personal, uno que exige de eso yo una relación distinta con el otro, reta la doctrina y el absolutismo de los ritos tradicionales de la iglesia, fuera de supersticiones y objetos sagrados. Sus escritos reflejan unas muy modernas intuiciones, con su pluralidad de formas que no pertenecen a un solo tiempo o a un mundo exclusivo; infinitos laberintos, mitos, ritos, leyendas, criptografías que de cierta forma, algo mundana, sirven de explicación para poder entender la relación tan de cerca y simbiótica que tienen ustedes dos. Lo mestizo del arahuaco-africano-europeo-charrúa-guaraní, y sabrá Dios qué más, se aclara y se junta. Me atrevo jurar, que ustedes han empezado a reivindicar a Jabibonuco, Diego, Micaela, Guanina, y han retomado y redefinido la labor de, entre muchos, Madame K’lalud. Me rio, pero que Dios me perdone, si blasfemo.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
El metal de voz de Daniel, estreñido, no cuadraba con su inteligencia, ni con su formación, donde el raciocinio era fundamental y que aplicaba con una impresionante frialdad; oía a sus interlocutores sin el continuo estar a la defensiva. Era distinto a mí.
Yo, siempre a la defensiva, de guardia, al acecho. Él, flemático, desprendido del otro, podía esperar sin preocuparse, oía y recogía lo que le interesaba, esperaba, calculaba y respondía de acuerdo a sus intereses. Documentaba las historias, las vidas, los relatos, las leyendas de los pueblo originarios sin aparentemente sentirse afectado por los mismos.
- Gracias a la terapia primigenia, “primal therapy” pude explorar mis sensaciones y sentimientos, mis neurosis. En oposición a lo que proponían o siguen proponiendo los terapeutas más ortodoxos, el lenguaje como punto de partida. Cuando participé en los ritos afro-caribeños, se me activó un estado animo desagradable, que no podía atribuir a los espíritus solamente, que para poder entenderlo y explicarlo, necesitaba encajarlo en unos esquemas más amplios, que incluyesen los demás campos del saber, otras historias, otros pueblos, que ayudasen a que la tracción creada por las dos fuerzas opuestas dentro de mi cuerpo lograran integrarse.
- Puede que lo que hicieron tus espíritus en el Caribe, sea lo mismo que los que han hecho los ritos en el cerro donde se encuentra el cementerio charrúa; me ayudaron a encontrar el camino dentro de ese laberinto que me ha tocado caminar.
- Ya empezaste con la crisis, tus estudios, lecturas abrieron el camino, no podrás dar marcha atrás.
“La tracción sobre la que escribe Bárbara Coster, se manifiesta en el plano individual, en lo vivido por dentro, en los controles de la voz. En el plano social, en los estudios de culturas, se puede argumentar que la tracción puede llevar a los cuerpos primero a un choque y luego a una integración, un mestizaje, una comunión, como los puede llevar a la locura, tanto a los que la estudian científicamente, como a sus sujetos. La practicada por un tal Francois Curel con un grupo de charrúas llevados a París en 1833, documentada por Paul Rivet en ‘Les Derniers Charrúas’ y en trabajos posteriores entre estudiantes de antropología e historia en Uruguay ayuda a delatar y revelar lo demencial de los controles religiosos, étnicos, lingüísticos, sexuales. Jabibonuco no fue el único que sufrió, o que siguen sufriendo, las consecuencias de esas tracciones.
La tracción causada por sus estudios y las mal informadas tradiciones llevan a Daniel a pensar que tiene que redimir sus pecados. La sensualidad no es pecado. Lo agobia su sexualidad y la mira de lejos, en otros, como mira a los guaraníes y a los charrúas en sus ritos y relatos. Los pecados no fueron los de sus antepasados. Fueron los de los grupos siniestros que los manipulaban. Su camino lo va llevando por un proceso de cambio, igual que a Jabibonuco.
No es tan atropellada su vida como fue la del eunuco, quien en menos de una generación vivió siglos de diferencias conceptuales sin tener la oportunidad de conocer todas las historias que le precedían. Jabibonuco no pudo asimilar e integrar en su ser un pasado tan complejo, ni pudo integrarse a los nuevos mundos, ni se lo permitieron. Daniel puede lograrlo.
Puede continuar con lo que Merton comenzó. El monje no se preocupó por los relatos pataquíes, el Popol Vuh o las versiones guaraníes, charrúas de la creación. La resurrección es la versión judeo-cristiana de la reencarnación y Daniel ha comenzado a entrelazar esas ideas mientras reencarna sin abandonar su cuerpo presente." (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
Los estudiantes de antropología, en su mayoría mucho más jóvenes que Daniel y menos preocupados por su genealogía, compartían pan, carnes, papas, porotos y mate. Distintos a Daniel, los estudiantes de aquella nueva generación no estaban tan separados de sus antepasados, sus múltiples y contradictorios antecesores.
A la voz temblorosa de Daniel le respondían, la tranquilizaban con una mano sobre su hombro, una tierna sonrisa, unas lágrimas, durante el relato que informaba sobre el asesinato de su antepasado charrúa por un tal Rivera, el ultraje de la esposa, la crianza de un bebé por una familia de inmigrantes canarios, cuyos recuerdos incluían el asesinato de los guanches en las islas africanas, el exilio en Francia, años más tarde, de un grupo de charrúas que habían luchado por la independencia del Uruguay, y terminaron en un circo, unos supuestos parientes lejanos en Lyon que reclamaban descender de aquellos guerreros que fueron tratados como mercancías, entretenimiento, objetos de burla y alegados estudios científicos.
Ser un extranjero en aquel círculo académico, con herencia arahuaca, vinculado a Jabibonuco y los otros antiguos eunucos caribeños, servía de memoria, y de separación a la vez. Preguntas sobre los guaraníes, los inmigrantes, la función de las iglesias, la búsqueda y clarificación de la identidad le daba a la toma de mate una sensación de comunión histórica. El ciclo se había completado: Daniel descubrió que el centrismo en la herencia europea le negó parte de su historia, la historia de todos.
Que aquella ira que sentía cuando hablaba con algunos compañeros estudiantes, o con los morochos o los negros, que trataba de explicar, de buscar su razón, que no se daba con todos, estaba ligada a lo que era su estatus de burgués, euro-descendiente, a que sentía que ellos, los pobres, no podían hablarle como si hubiesen igualdad de condiciones. Su incomodidad con su vida lo estaba desnudando. El antiguo cementerio de los charrúas sirvió de espejo y le quitó las ropas, lo trastornó. Dejó de hablar, imprevisto, empezó a llorar.
Si Gunter y su generación en Alemania fueron obligados por la guerra a desnudarse por completo, Daniel fue llevado por su incomodidad con su placentera vida de cuarentón culto, en medio de una crisis existencial, rodeado de dinero y objetos, soltero y sin responsabilidades, a unos documentos casi prohibidos, relatos, leyendas, que lo ayudaron a desenmascarar la distorsionada historia y una genealogía fragmentada, y que en aquel monte donde quizás había cuerpos enterrados, le devolvieron su sentido del ser.
Después del rito, los escalofríos, las conversaciones con los demás estudiantes, los dos, muy tranquilos, bajamos del cerro cerca de Piriápolis y regresamos en bus a Montevideo sin decir palabra, agarrados de manos como si nuestra historia fuese la misma. Los detalles no lo eran, la conjugación de los cuerpos sí nos unía.
“La información que me enviaste la comparti con nuestras hermanas aliadas en conventos franceses, pues estamos documentando los vínculos de la Iglesia a través de organizaciones como la Orden de Rodas, a la cual pertenecían Pigafetta, Rivera, y de Curel, con organizaciones contemporáneas que intentan imponer un control central sobre los pueblos y sus evoluciones. Para principios del siglo diecinueve, la iglesia se había movido de tener solamente intenciones evangelizadoras a apoyar las investigaciones científicas que comprobaran la superioridad de los cristianos, y se sospecha que hubo experimentos con miembros de pueblos originarios, desde los muy explícitos como fueron el traslado masivo de niños y jóvenes en el Canadá y los EEUU a campamentos educativos, hasta las supuestas investigaciones científicas con puertorriqueños, guatemaltecos durante los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado; y durante el siglo diecinueve con miembros de algunas comunidades originarias en Uruguay, Paraguay, Argentina, Brasil.
De acuerdo a las hermanas en Francia, esa fue la intención de Francois de Curel cuando movió a Vaimacá, Senaqué, Tacuabé y Guyunusa a Francia en febrero de 1883. Sospechan las hermanas que una vez llevaron a cabo los experimentos, el tal Curel los vendió a un circo. Cuando tenga más información te la envío por correo electrónico. Te cuestionas por qué seguimos dentro de la Orden, pues porque de otra forma no podemos conseguir la información que necesitamos para delatar la extensa y siniestra red que ha participado en la supresión de información y destrucción de vidas y pueblos. Esa es nuestra verdadera labor religiosa. Es en lo que logro extasiarme.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
- ¿Crees que el que hayas estudiado en una escuela pública y yo en un exclusivo colegio católico sirva como factor para explicar las diferencias en nuestras actitudes, tan distintas, hacia la experiencia religiosa?
- En parte. Lo que queda muy claro que nos hemos movido ambos del animismo a la interioridad espiritual, de lo concreto a lo abstracto sin perder de vista el centro que nos guía, nos ata.
- Como los chicos que estudia Barbara Koster, el payaso es la letra o la letra es el payaso. Lo que no puedo negar es que los espíritus charrúas en el cementerio me obligaron a llorar.
- ¿Dónde comienza o terminan nuestras creencias y dónde comienzan lo que queremos conocer? Aunque no puedes negar que el porro que nos fumamos antes de subir al cerro ayudó un poco, ¿no crees?
- ¿Cuándo empezaste a hacer ejercicios de yoga?
- Cuando los curanderos me dieron un baño de aguas con plantas para ayudarme con mis muy volátiles estados de ánimo y terminé con una pulmonía.
- ¿Ya no vas a la iglesia?
- Con Jabibonuco terminó un ciclo. Cada experiencia religiosa responde a tus capacidades y las de tu entorno para comprender el misterio que presenta la espiritualidad, y en mi caso particular, los palos santos, las hojas de campana, los archivos incinerados por Sor Bernarda, los curanderos me obligaron a moverme sin perder el interés de entender eso que llamamos lo sagrado, la espiritualidad.
- ¿Quieres quedarte conmigo antes de que regreses a Nueva York?
9.3. El Éxtasis
“I-Yará pasó por la tierra y al ver despoblado un lugar tan hermoso, sintió un placer inexplicable y decidió llevar a Tupá un trozo de tierra. Tupá al tocar la tierra evolucionó, y en su máxima experiencia, se expandió, cubrió todo, amansó la tierra y le dio forma humana, creó dos hombres destinados a poblar la región. Uno era blanco y lo llamó Morotí, y al otro de color rojizo, Pitá.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
- Vimos, primero, Teorema, una película de Passolini que trata sobre un extraño visitante que llega donde una familia de buena posición económica. Con su atractivo físico, exuberancia, dotes y carisma personal, les va seduciendo uno por uno: a la criada, al hijo, a la hija, a la madre y al padre. Después que la familia cae en sus redes, el visitante se va y la familia se queda desorientada, desubicada, sin saber cómo continuar con sus existencias. Una especie de éxtasis los había arropado y luego a tratar de entender sus vidas.
- Y luego, ¿qué hicieron?
- Pasamos la noche juntos, yo viajaba al otro día, regresaba a Nueva York.
- ¿Y?
- Nos quitamos la ropa, estudiamos los cuerpos, nos fumamos un porro, comentamos sobre el tamaño de los penes, lo sólidos o flácido de masa en las nalgas, los vellos, el pecho lampiño.
- Evita los detalles por ahora, que quiero ver los nuevos diseños de Nito Maldonado, los tienen en rebajas.
- Las rebajas están en el sótano y estamos en el segundo piso.
- ¿Y no tuvieron relaciones íntimas?
- No. Preferimos conocer nuestros cuerpos y las actitudes hacia los mismos, lo pasivo versus lo activo, lo versátil versus los roles definidos. Fumábamos, nos reíamos.
- Para, sigues luego, vamos a ver los nuevos zapatos que me recuerdan a las nenas de Degas. No sé por qué, pero me las recuerdan. Deben ser las puntas. ¿Desnudos, sin sexo?
- El deseo es tan objetivo como el pene parado. Es cuestión de poner freno y hablar sobre el mismo. El porro ayudaba. La noche pasó sin tener que llegar a ese tipo de entrega, de comunicación física.
-¿Comunicación física? Antes le llamaban venirse. Mira, muero, me extasío frente a los nuevos muebles que trajeron de Milán. Cuidado que no te tumben las brujas del East Side.
- Deseo sexual no faltaba. No era nuestro plan.
- Te entiendo. Yo no tengo que comprar para sentir el éxtasis que me activan los diseños. Vamos ahora al sótano, que es donde único mi presupuesto me permite comprar. ¿Se van a ver de nuevo?
- No sé. Lee mi cuento basado en Corín Tellado y tendrás la respuesta.
- Lo vas a ver, lo sé.
“Dile a Daniel que no le tema al amor carnal, que siempre ha sido parte de nosotros, de la colonización y de vuestra colonización. En mis lecturas sobre El Santo Oficio en las Américas encontré una epístola, Mundus novus, escrita por Américo Vespucio, quien cuenta que las mujeres de los pueblos originarios eran ‘lujuriosas’, que lograban ‘hinchar los miembros de sus maridos de tal modo que parecen deformes y brutales y esto con cierto artificio suyo’, que andaban desnudas, eso lo sabemos, que eran libidinosas, y que cuando se juntaban con los con cristianos eran ‘llevadas de su mucha lujuria’ y que ellas ‘todo el pudor de aquellos (los cristianos) manchaban y abatían.’ Por Dios, ellas eran las culpables de todo los que los indefensos colonizadores hacían. Ámense los unos a los otros.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
- Nos abrazamos.
- ¿Desnudos?
- Sí. No duró mucho el abrazo.
- ¿Cómo puedes controlarte? Ahí es cuando me enrosco y no me despega ni un rayo
- Eros no es solo sexo. Es conocer al otro cuerpo, al otro ser con quien te empatas.
- Perdona la indiscreción, se les paró.
- Por supuesto, nos separamos y dejamos que se bajaran mientras oíamos a Bajofondo
- Me ahogo. Me vas a obligar a ver porno o exploto. Respiro. Vamos. Deja que me concentre en Galiano. Mira como fusiona espacios, formas y épocas. No se sabe si es un arquitecto con telas, un escultor, si estás en casa de la Pompadour, un palacio en Kyoto, o en un carrusel. Lo que sí se sabe, es que estás en esta época. Distinto a la Nito Maldonado, cosiendo guayaberas. Tan monotemática, étnica.
- Tangos y milongas, y una hermosa tarde y noche en Montevideo.
- Para, no sigas, que necesito ver otro Galiano. Sus ángulos, esferas me matan. Floto ante sus tonos y con esas formas que se transforman.
- Prefiero las sombras que se formaban con los cambios de la luz que entraba por las ventanas. Proyectada sobre su cuerpo, la luz del atardecer, del verano austral, abrillantada por el rio, el inmenso La Plata, lentamente dibujaba sobre el piso de baldosas blancas y negras, delineaba sus movimientos, su figura masculina, sus extremidades, su miembro. Los matices de las texturas de su piel eran mirados de lejos; luego, sentidos con las yemas de los dedos, mis brazos extendidos. Él, recostado, boca arriba. Yo, sentado a su lado, a dos pies de distancia, lo acariciaba. No hablábamos. Sentíamos el ser, el estar juntos. Él temblaba ligeramente, se retorcía, ondulaba. Luego yo me recostaba en el sofá, en otro lado del piso. Él me miraba, se acercaba, me tocaba. Nos repetíamos por horas y horas, con una ausencia de tiempo.
9.1. El Verbo
"En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada." (Evangelio según San Juan 1:1. Nueva Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brower, 1999.)
- En mi pueblo, hablar fino, No se podía hablar fino, se burlaban
- Perdona, no te llamé brava por ser femenino. Es un uso más. Que el significado no está tanto en la palabra. Si algo aprendí con las lecturas de las conferencias inéditas de la Coster, fue que el significado está en el conjunto de elementos: el acento, la entonación, y éstos le añaden o restan seriedad, importancia a lo que dices, o le otorga sensualidad, o lo caricaturiza. ¿Por qué se burlaban de hablar bien?
- Por la misma razón que los planchas hablan cómo hablan. El tuyo parece sacado de una película de Niní Marshall. ¿Sabías que Perón la expulsó del país por depreciar el idioma o por alguna razón relacionada con el idioma?
- No lo sabía. El de ustedes es el más influenciado por el inglés.
- Y es el más cursi, si oyes a las señoras clases medias de San Juan.
- Te deseo, en parte, por tu acento.
- No es deseo, entonces. Es otra cosa, pero no es deseo
- Los planchas uruguayos, al igual que los villeros en Buenos Aires o los cafres en Puerto Rico, pueden aprender a hablar como nosotros, pero muchos terminan como Jabibonuco, quien aprendió todos los códigos, y no aprendió a distinguir todos sus usos ni lo que guiaba a quien lo oía. Por eso lo quemaron en la hoguera.
- Tu interés en mí, en mi forma de hablar, extranjero con unas experiencias muy distintas debido a mi procedencia de clase y fusión cultural, desplaza y reemplaza tu verdadero deseo y niega la posibilidad de desenfrenar y desenmascarar tu vida por completo. Por eso es mejor conocernos, que acostarnos, tener sexo.
- Si vos lo dices.
“Ni el lenguaje ni las expresiones culturales dependen completamente del organismo, de lo biológico. Antes de la palabra, está la experiencia, el asombro. Canetti lo explica muy bien. Los principios espirituales universales de las culturas en todos los tiempos así lo comprueban. Las búsquedas, nuevas investigaciones, los trabajos comparativos, interculturales, ayudan a aclarar estas ideas y a trascender lo dogmático de las iglesias. Si las iglesias trascendieron el animismo, trataron, las ideas contemporáneas sirven para abrir nuevas esperanzas y cambios que la inteligencia por sí sola, el muy medido cociente de inteligencia, tan detallado por los genetistas no puede explicar. Arthur Jensen, equivocadamente, sostiene que los determinantes biológicos de la inteligencia y su expresión cultural lingüística dependen fundamentalmente de determinados aspectos de la fisiología cerebral que modifican la sensibilidad y eficiencia de los procesos básicos en el procesamiento de la información que modelan las respuestas del individuo. Por el contrario Leon Kamin no dice que las teorías racistas de Jensen y Hermstein sobre la determinación genética de la inteligencia no tienen consistencia científica. Se puede argumentar que no está demostrado que los pueblos originarios - sean charrúas, arahuacos, africanos - tengan una inteligencia distinta a la de los europeos y sus descendientes en las Américas. Usaron su inteligencia en entornos que requerían un uso diferente de sus capacidades, y ese factor tan importante, los Jensen del mundo lo descartan, no lo entienden. (Bárbara Coster, “Conferencias inéditas”, Frankfurt - NY: 1973-2003)
“Los trabajos de Daniel sirven para continuar investigando y delatando las muy tristes historias de los pueblos originarios. Muy triste lo que cuenta sobre los charrúas, quienes después de haber luchado por el beneficio del Uruguay, fuesen desterrados y vendidos como conejillos de indias y como artefactos para un espectáculo. Muy triste. Antes de Jensen estuvieron otros que usaron como excusas la ciencia para justificar sus prejuicios. Los nuevos cronistas, incluyendo a Daniel Mujica, tienen que seguir recogiendo información sobre las nuevas colonizaciones y delatando las anteriores. " (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
“Los alumnos y maestros intervenían directamente en todas las fases de la confección de los primeros libros. Cada libro, a su vez, era de cada uno y de toda la clase. En distintas etapas de su desarrollo lingüístico (véase evidencia tomada de la conceptualización y verbalización de la lecto-escritura entre niños y niñas de distintos países y grupos étnicos, raciales) el niño demuestra, al igual que los adultos, que el aprendizaje del lenguaje se mueve en una continua descontextualización del mismo hasta llegar a las abstracciones y logra la posibilidad de desvincular el yo del objeto discutido, categorizado. El lecto-escritor, al igual que el hablante, principiante empieza mezclando las funciones, signos, estilos, y significados, que paulatinamente se van aclarando y respondiendo o subvirtiendo los estándares de una comunidad en particular.
El hablante/lector/escritor va balanceando, comprendiendo la relación entre la conceptualización del yo y el entorno socio-histórico; el yo, su entorno y su historia”. (Bárbara Coster, “Conferencias inéditas”, Frankfurt - NY: 1973-2003)
“La oración fundamental del cristianismo, El Padre Nuestro, tiene dos versiones: San Lucas da de ella un texto breve (con cinco peticiones [cf Lc 11, 2-4]), San Mateo una versión más desarrollada (con siete peticiones [cf Mt 6, 9-13]). La tradición litúrgica de la Iglesia ha conservado el texto de San Mateo. Como resultado de los nuevos estudios teológicos, los hallazgos arqueológicos en el Oriente Medio y dado que los evangelios fueron escritos mucho después del asesinato de Cristo, hay quienes dudan sobre la veracidad de la segunda versión. Recuerda que ya para el siglo tercero después de la muerte de Cristo el cristianismo había sido consolidado y ciertos grupos comenzaron a ejercer control lingüístico e ideológico sobre los muy diversos y pluralistas cristianos primitivos, y que puede que hayan sobre-impuesto los intereses de ciertos grupos en particular sobre la versión original de Cristo.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
9.2. La Comunión
"Durante una entrevista sobre las vidas de los habitantes en uno de los barrios populares de Montevideo, el crimen como tema, pocas personas quisieron hablar y quien lo hizo intercaló español estándar con frases dialectales montevideanas, 'Yo no sé nada. Y aunque supiera tampoco te diría, no me voy a regalar. Raja de acá porque te van a picar como a un queso. No me importa lo que seas, acá está todo el mundo caliente'. Estas formas de expresión popular, estas diferencias en el lenguaje, la música -en particular, la música de origen mestizo: la cumbia, la salsa, el reguetón- sirven para identificar los valores étnico-raciales, el mestizaje cultural, la influencia de pueblos originarios, afro-descendientes y de otras culturas populares en la vida americana. Estas transformaciones históricas, cambios en las percepciones del yo y la comunidad, se manifiestan en el dialecto plancha, el lenguaje de las clases mas propensas a fusionarse, transgredir." (Daniel Mujica. "El mestizaje cultural y las influencias de los pueblos originarios en el Uruguay contemporáneo", monografía inédita, 1984)
“Cuando Merton nos dice que el paraíso es simplemente la persona, su yo radical en su libertad, libre de inhibiciones, el yo que dejó de estar vestido con su ego, mueve la misma idea que por tantos siglos y culturas nos ha preocupado a un plano personal, uno que exige de eso yo una relación distinta con el otro, reta la doctrina y el absolutismo de los ritos tradicionales de la iglesia, fuera de supersticiones y objetos sagrados. Sus escritos reflejan unas muy modernas intuiciones, con su pluralidad de formas que no pertenecen a un solo tiempo o a un mundo exclusivo; infinitos laberintos, mitos, ritos, leyendas, criptografías que de cierta forma, algo mundana, sirven de explicación para poder entender la relación tan de cerca y simbiótica que tienen ustedes dos. Lo mestizo del arahuaco-africano-europeo-charrúa-guaraní, y sabrá Dios qué más, se aclara y se junta. Me atrevo jurar, que ustedes han empezado a reivindicar a Jabibonuco, Diego, Micaela, Guanina, y han retomado y redefinido la labor de, entre muchos, Madame K’lalud. Me rio, pero que Dios me perdone, si blasfemo.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
El metal de voz de Daniel, estreñido, no cuadraba con su inteligencia, ni con su formación, donde el raciocinio era fundamental y que aplicaba con una impresionante frialdad; oía a sus interlocutores sin el continuo estar a la defensiva. Era distinto a mí.
Yo, siempre a la defensiva, de guardia, al acecho. Él, flemático, desprendido del otro, podía esperar sin preocuparse, oía y recogía lo que le interesaba, esperaba, calculaba y respondía de acuerdo a sus intereses. Documentaba las historias, las vidas, los relatos, las leyendas de los pueblo originarios sin aparentemente sentirse afectado por los mismos.
- Gracias a la terapia primigenia, “primal therapy” pude explorar mis sensaciones y sentimientos, mis neurosis. En oposición a lo que proponían o siguen proponiendo los terapeutas más ortodoxos, el lenguaje como punto de partida. Cuando participé en los ritos afro-caribeños, se me activó un estado animo desagradable, que no podía atribuir a los espíritus solamente, que para poder entenderlo y explicarlo, necesitaba encajarlo en unos esquemas más amplios, que incluyesen los demás campos del saber, otras historias, otros pueblos, que ayudasen a que la tracción creada por las dos fuerzas opuestas dentro de mi cuerpo lograran integrarse.
- Puede que lo que hicieron tus espíritus en el Caribe, sea lo mismo que los que han hecho los ritos en el cerro donde se encuentra el cementerio charrúa; me ayudaron a encontrar el camino dentro de ese laberinto que me ha tocado caminar.
- Ya empezaste con la crisis, tus estudios, lecturas abrieron el camino, no podrás dar marcha atrás.
“La tracción sobre la que escribe Bárbara Coster, se manifiesta en el plano individual, en lo vivido por dentro, en los controles de la voz. En el plano social, en los estudios de culturas, se puede argumentar que la tracción puede llevar a los cuerpos primero a un choque y luego a una integración, un mestizaje, una comunión, como los puede llevar a la locura, tanto a los que la estudian científicamente, como a sus sujetos. La practicada por un tal Francois Curel con un grupo de charrúas llevados a París en 1833, documentada por Paul Rivet en ‘Les Derniers Charrúas’ y en trabajos posteriores entre estudiantes de antropología e historia en Uruguay ayuda a delatar y revelar lo demencial de los controles religiosos, étnicos, lingüísticos, sexuales. Jabibonuco no fue el único que sufrió, o que siguen sufriendo, las consecuencias de esas tracciones.
La tracción causada por sus estudios y las mal informadas tradiciones llevan a Daniel a pensar que tiene que redimir sus pecados. La sensualidad no es pecado. Lo agobia su sexualidad y la mira de lejos, en otros, como mira a los guaraníes y a los charrúas en sus ritos y relatos. Los pecados no fueron los de sus antepasados. Fueron los de los grupos siniestros que los manipulaban. Su camino lo va llevando por un proceso de cambio, igual que a Jabibonuco.
No es tan atropellada su vida como fue la del eunuco, quien en menos de una generación vivió siglos de diferencias conceptuales sin tener la oportunidad de conocer todas las historias que le precedían. Jabibonuco no pudo asimilar e integrar en su ser un pasado tan complejo, ni pudo integrarse a los nuevos mundos, ni se lo permitieron. Daniel puede lograrlo.
Puede continuar con lo que Merton comenzó. El monje no se preocupó por los relatos pataquíes, el Popol Vuh o las versiones guaraníes, charrúas de la creación. La resurrección es la versión judeo-cristiana de la reencarnación y Daniel ha comenzado a entrelazar esas ideas mientras reencarna sin abandonar su cuerpo presente." (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
Los estudiantes de antropología, en su mayoría mucho más jóvenes que Daniel y menos preocupados por su genealogía, compartían pan, carnes, papas, porotos y mate. Distintos a Daniel, los estudiantes de aquella nueva generación no estaban tan separados de sus antepasados, sus múltiples y contradictorios antecesores.
A la voz temblorosa de Daniel le respondían, la tranquilizaban con una mano sobre su hombro, una tierna sonrisa, unas lágrimas, durante el relato que informaba sobre el asesinato de su antepasado charrúa por un tal Rivera, el ultraje de la esposa, la crianza de un bebé por una familia de inmigrantes canarios, cuyos recuerdos incluían el asesinato de los guanches en las islas africanas, el exilio en Francia, años más tarde, de un grupo de charrúas que habían luchado por la independencia del Uruguay, y terminaron en un circo, unos supuestos parientes lejanos en Lyon que reclamaban descender de aquellos guerreros que fueron tratados como mercancías, entretenimiento, objetos de burla y alegados estudios científicos.
Ser un extranjero en aquel círculo académico, con herencia arahuaca, vinculado a Jabibonuco y los otros antiguos eunucos caribeños, servía de memoria, y de separación a la vez. Preguntas sobre los guaraníes, los inmigrantes, la función de las iglesias, la búsqueda y clarificación de la identidad le daba a la toma de mate una sensación de comunión histórica. El ciclo se había completado: Daniel descubrió que el centrismo en la herencia europea le negó parte de su historia, la historia de todos.
Que aquella ira que sentía cuando hablaba con algunos compañeros estudiantes, o con los morochos o los negros, que trataba de explicar, de buscar su razón, que no se daba con todos, estaba ligada a lo que era su estatus de burgués, euro-descendiente, a que sentía que ellos, los pobres, no podían hablarle como si hubiesen igualdad de condiciones. Su incomodidad con su vida lo estaba desnudando. El antiguo cementerio de los charrúas sirvió de espejo y le quitó las ropas, lo trastornó. Dejó de hablar, imprevisto, empezó a llorar.
Si Gunter y su generación en Alemania fueron obligados por la guerra a desnudarse por completo, Daniel fue llevado por su incomodidad con su placentera vida de cuarentón culto, en medio de una crisis existencial, rodeado de dinero y objetos, soltero y sin responsabilidades, a unos documentos casi prohibidos, relatos, leyendas, que lo ayudaron a desenmascarar la distorsionada historia y una genealogía fragmentada, y que en aquel monte donde quizás había cuerpos enterrados, le devolvieron su sentido del ser.
Después del rito, los escalofríos, las conversaciones con los demás estudiantes, los dos, muy tranquilos, bajamos del cerro cerca de Piriápolis y regresamos en bus a Montevideo sin decir palabra, agarrados de manos como si nuestra historia fuese la misma. Los detalles no lo eran, la conjugación de los cuerpos sí nos unía.
“La información que me enviaste la comparti con nuestras hermanas aliadas en conventos franceses, pues estamos documentando los vínculos de la Iglesia a través de organizaciones como la Orden de Rodas, a la cual pertenecían Pigafetta, Rivera, y de Curel, con organizaciones contemporáneas que intentan imponer un control central sobre los pueblos y sus evoluciones. Para principios del siglo diecinueve, la iglesia se había movido de tener solamente intenciones evangelizadoras a apoyar las investigaciones científicas que comprobaran la superioridad de los cristianos, y se sospecha que hubo experimentos con miembros de pueblos originarios, desde los muy explícitos como fueron el traslado masivo de niños y jóvenes en el Canadá y los EEUU a campamentos educativos, hasta las supuestas investigaciones científicas con puertorriqueños, guatemaltecos durante los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado; y durante el siglo diecinueve con miembros de algunas comunidades originarias en Uruguay, Paraguay, Argentina, Brasil.
De acuerdo a las hermanas en Francia, esa fue la intención de Francois de Curel cuando movió a Vaimacá, Senaqué, Tacuabé y Guyunusa a Francia en febrero de 1883. Sospechan las hermanas que una vez llevaron a cabo los experimentos, el tal Curel los vendió a un circo. Cuando tenga más información te la envío por correo electrónico. Te cuestionas por qué seguimos dentro de la Orden, pues porque de otra forma no podemos conseguir la información que necesitamos para delatar la extensa y siniestra red que ha participado en la supresión de información y destrucción de vidas y pueblos. Esa es nuestra verdadera labor religiosa. Es en lo que logro extasiarme.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
- ¿Crees que el que hayas estudiado en una escuela pública y yo en un exclusivo colegio católico sirva como factor para explicar las diferencias en nuestras actitudes, tan distintas, hacia la experiencia religiosa?
- En parte. Lo que queda muy claro que nos hemos movido ambos del animismo a la interioridad espiritual, de lo concreto a lo abstracto sin perder de vista el centro que nos guía, nos ata.
- Como los chicos que estudia Barbara Koster, el payaso es la letra o la letra es el payaso. Lo que no puedo negar es que los espíritus charrúas en el cementerio me obligaron a llorar.
- ¿Dónde comienza o terminan nuestras creencias y dónde comienzan lo que queremos conocer? Aunque no puedes negar que el porro que nos fumamos antes de subir al cerro ayudó un poco, ¿no crees?
- ¿Cuándo empezaste a hacer ejercicios de yoga?
- Cuando los curanderos me dieron un baño de aguas con plantas para ayudarme con mis muy volátiles estados de ánimo y terminé con una pulmonía.
- ¿Ya no vas a la iglesia?
- Con Jabibonuco terminó un ciclo. Cada experiencia religiosa responde a tus capacidades y las de tu entorno para comprender el misterio que presenta la espiritualidad, y en mi caso particular, los palos santos, las hojas de campana, los archivos incinerados por Sor Bernarda, los curanderos me obligaron a moverme sin perder el interés de entender eso que llamamos lo sagrado, la espiritualidad.
- ¿Quieres quedarte conmigo antes de que regreses a Nueva York?
9.3. El Éxtasis
“I-Yará pasó por la tierra y al ver despoblado un lugar tan hermoso, sintió un placer inexplicable y decidió llevar a Tupá un trozo de tierra. Tupá al tocar la tierra evolucionó, y en su máxima experiencia, se expandió, cubrió todo, amansó la tierra y le dio forma humana, creó dos hombres destinados a poblar la región. Uno era blanco y lo llamó Morotí, y al otro de color rojizo, Pitá.” (Daniel Mujica, “Leyendas, ritos y mestizaje de los pueblos originarios y sus efectos en el Uruguay contemporáneo.” Monografía Inédita, 1980)
- Vimos, primero, Teorema, una película de Passolini que trata sobre un extraño visitante que llega donde una familia de buena posición económica. Con su atractivo físico, exuberancia, dotes y carisma personal, les va seduciendo uno por uno: a la criada, al hijo, a la hija, a la madre y al padre. Después que la familia cae en sus redes, el visitante se va y la familia se queda desorientada, desubicada, sin saber cómo continuar con sus existencias. Una especie de éxtasis los había arropado y luego a tratar de entender sus vidas.
- Y luego, ¿qué hicieron?
- Pasamos la noche juntos, yo viajaba al otro día, regresaba a Nueva York.
- ¿Y?
- Nos quitamos la ropa, estudiamos los cuerpos, nos fumamos un porro, comentamos sobre el tamaño de los penes, lo sólidos o flácido de masa en las nalgas, los vellos, el pecho lampiño.
- Evita los detalles por ahora, que quiero ver los nuevos diseños de Nito Maldonado, los tienen en rebajas.
- Las rebajas están en el sótano y estamos en el segundo piso.
- ¿Y no tuvieron relaciones íntimas?
- No. Preferimos conocer nuestros cuerpos y las actitudes hacia los mismos, lo pasivo versus lo activo, lo versátil versus los roles definidos. Fumábamos, nos reíamos.
- Para, sigues luego, vamos a ver los nuevos zapatos que me recuerdan a las nenas de Degas. No sé por qué, pero me las recuerdan. Deben ser las puntas. ¿Desnudos, sin sexo?
- El deseo es tan objetivo como el pene parado. Es cuestión de poner freno y hablar sobre el mismo. El porro ayudaba. La noche pasó sin tener que llegar a ese tipo de entrega, de comunicación física.
-¿Comunicación física? Antes le llamaban venirse. Mira, muero, me extasío frente a los nuevos muebles que trajeron de Milán. Cuidado que no te tumben las brujas del East Side.
- Deseo sexual no faltaba. No era nuestro plan.
- Te entiendo. Yo no tengo que comprar para sentir el éxtasis que me activan los diseños. Vamos ahora al sótano, que es donde único mi presupuesto me permite comprar. ¿Se van a ver de nuevo?
- No sé. Lee mi cuento basado en Corín Tellado y tendrás la respuesta.
- Lo vas a ver, lo sé.
“Dile a Daniel que no le tema al amor carnal, que siempre ha sido parte de nosotros, de la colonización y de vuestra colonización. En mis lecturas sobre El Santo Oficio en las Américas encontré una epístola, Mundus novus, escrita por Américo Vespucio, quien cuenta que las mujeres de los pueblos originarios eran ‘lujuriosas’, que lograban ‘hinchar los miembros de sus maridos de tal modo que parecen deformes y brutales y esto con cierto artificio suyo’, que andaban desnudas, eso lo sabemos, que eran libidinosas, y que cuando se juntaban con los con cristianos eran ‘llevadas de su mucha lujuria’ y que ellas ‘todo el pudor de aquellos (los cristianos) manchaban y abatían.’ Por Dios, ellas eran las culpables de todo los que los indefensos colonizadores hacían. Ámense los unos a los otros.” (Sor Bernarda del Castillo, correos electrónicos inéditos)
- Nos abrazamos.
- ¿Desnudos?
- Sí. No duró mucho el abrazo.
- ¿Cómo puedes controlarte? Ahí es cuando me enrosco y no me despega ni un rayo
- Eros no es solo sexo. Es conocer al otro cuerpo, al otro ser con quien te empatas.
- Perdona la indiscreción, se les paró.
- Por supuesto, nos separamos y dejamos que se bajaran mientras oíamos a Bajofondo
- Me ahogo. Me vas a obligar a ver porno o exploto. Respiro. Vamos. Deja que me concentre en Galiano. Mira como fusiona espacios, formas y épocas. No se sabe si es un arquitecto con telas, un escultor, si estás en casa de la Pompadour, un palacio en Kyoto, o en un carrusel. Lo que sí se sabe, es que estás en esta época. Distinto a la Nito Maldonado, cosiendo guayaberas. Tan monotemática, étnica.
- Tangos y milongas, y una hermosa tarde y noche en Montevideo.
- Para, no sigas, que necesito ver otro Galiano. Sus ángulos, esferas me matan. Floto ante sus tonos y con esas formas que se transforman.
- Prefiero las sombras que se formaban con los cambios de la luz que entraba por las ventanas. Proyectada sobre su cuerpo, la luz del atardecer, del verano austral, abrillantada por el rio, el inmenso La Plata, lentamente dibujaba sobre el piso de baldosas blancas y negras, delineaba sus movimientos, su figura masculina, sus extremidades, su miembro. Los matices de las texturas de su piel eran mirados de lejos; luego, sentidos con las yemas de los dedos, mis brazos extendidos. Él, recostado, boca arriba. Yo, sentado a su lado, a dos pies de distancia, lo acariciaba. No hablábamos. Sentíamos el ser, el estar juntos. Él temblaba ligeramente, se retorcía, ondulaba. Luego yo me recostaba en el sofá, en otro lado del piso. Él me miraba, se acercaba, me tocaba. Nos repetíamos por horas y horas, con una ausencia de tiempo.
Nueva York – Puerto Rico, 2017