En la foto aparece mamá lavando ropa a mano con jabón azul, un cubo, una tabla de restregar. Detrás de ella se ve la casa de madera, no era una casa: era un ranchón/casucha llena de rotos, y tablas pegadas sin nada de simetría, terrera, sin pintar, pobre, muy pobre.
No es hasta el 1960 que tuvo la primera lavadora de rodillo, heredada de mi hermana, y fue en ese momento que comenzó a usar detergente en polvo. El cambio de lavar en cubos a usar la lavadora no fue un proceso automático, pues no confiaba en aquella máquina. Primero, restregaba la ropa a mano y luego las metía en la lavadora.
Antes de la lavadora, poco a poco, llegaron otros artefactos eléctricos: un radio enorme, una nevera muy vieja, que tenía un motor encima. La nevera fue otro regalo de mi hermana; estuvo trabajando desde que tenía nueve años. Siempre fue/es muy astuta, y supo cómo bregar, y asegurarse que ella, su familia y nosotros subiéramos los escalafones económicos. Estudió hasta el tercer grado y luego trabajó desde esa edad, vendiendo viandas en Cayey y después de costurera en un taller.
En el patio estaba la cocina, y al fondo, una ducha y una letrina. Compartíamos cocina, letrina y ducha con los que vivían en otra casita que había en el patio. Años más tarde, en aquella casita murieron mis abuelos.
Vivíamos seis personas en cuatro cuartos (¿¡Qué privacidad!? Esa es una idea burguesa), que estaban divididos por cortinas de cretona, y servían de sala, comedor, dormitorios; sus paredes, pisos, techo eran tan viejos que no tenían clavos. Las tablas, tablones estaban conectados con tarugos de madera.
A veces, muchas veces, venían a vivir otros parientes, igual o más de pobres que nosotros: primos, tías y tíos en camino a Nueva York o por razones que variaban desde la violencia que muchas veces cae sobre los pobres, o por razones de salud: bajaban del campo a tratarse en Guayama. Por ahí están otras fotos que sirven de evidencia.
El jabón azul se usaba para lavar casi todo: ropa, pisos, platos; menos los cuerpos, aunque, según los informados, éste es menos tóxico que el detergente. Si mamá se llegaba a enterar, botaba aquella máquina que bailaba mientras lavaba -la tenía que aguantar para que no corriese por el patio-, o que, al menos, pudiese echarle al agua el jabón azul.
Sunday, October 15, 2017
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