Donde único se exploraban estas dos interrogantes, el qué hacer y el por qué se hace, era en el Workshop Center for Open Education antes de que el trepador, petite burócrata con ínfulas de intelectual lo convirtiera en su salón personal de educación y ciencias elementales. Las preguntas, reflexiones y los vínculos multidisciplinarios, multilingūísticos, multiculturales, multiliterarios que allí surgían, y que en cada momento, actividad, dinámica eran exploradas, fueron sustituidas por proyectitos de escuela primaria que no fomentaban una compresión integral y seria de la educación. (Muchos confunden los contenidos y currículos taxonomizados y jerarquizados con la enseñanza y aprendizaje).
Ni clases, ni cátedras (aparte de un conferenciante, invitado anual para satisfacer un ego trip), ni investigación erudita de las ideas y prácticas didácticas de Simón Rodríguez, Luis Iglesias, Isabel Matos de Freire (esta lista de educadores latinoamericanos que promovían lo que en el WCOE se llevaba a cabo antes de este centro educativo existir es extensa y no cabe en esta descarga), ni cocinar un buen sancocho criollo o preparar una ensalada de viandas con bacalao para investigar el por qué del uso e integración de los tubérculos en el currículo y comedores de las escuelas de Nueva York; mucho menos una exploración de la tierra como lo hace Rulfo en el Llano en llamas: "la tierra que se transforma en miseria para las personas que viven de trabajarla..... una especie de infierno terrenal en el que los hombres van perdiendo la esperanza y además las ganas de vivir y de luchar por algo mejor".* O, por lo contrario, la tierra, los ñames, yautías, apio criollo, calabazas, zanahorias, yucas como fuentes de comidas y sabiduría.
*(Guillermo Correa Bárcenas. "Juan Rulfo y el campo mexicano". https://www.mexicampo.com.mx/juan-rulfo-y-el-campo-mexicano/)
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