Tuesday, February 26, 2013

Homosépticos en el Supremo de Puerto Rico

¿Cómo se siente el condenado en la tierra, perseguido y apedreado, acusado de abominable, bestia, quien no pidió nacer con sus deseos y sentimientos, en su estado, ese estado, a merced de las turbas, que bajo el poco caritativo manto religioso fomentan el odio, las palizas, los asesinatos, le señalan culpas, lo obligan a callar, y tantas veces, los llevan al suicidio?

¿Cómo se siente la niña acosada por los tergiversados discursos, las amenazas de destierro, sacarla del seno de su hogar; y sus madres juzgadas, solo porque se atreven a reclamar su derecho a buscar la paz y la protección legal de sus hijos, la tranquilidad de todos?

¿Cómo se siente el hombre con muchas décadas de vida y recuerdos, acompañado por el temor a la burla, el ¡ay, chus!, tantas veces gritado, repetido en la escuela, la calle, a quemarse en el infierno, y no en el de la biblia, en el de la casa, la plaza, la boda, el bautizo; obligado a tolerar, o dejar todo atrás: familia, pueblo, trabajo, y empezar de nuevo en otros espacios, caminar por otros caminos?

¿Cómo se siente el cristiano, el reverendo, la monja, el sacerdote, los que citan a Jesús, " que tire la primera piedra", mientras ellos las recogen en el camino,  las comparten con los tantos, todos dispuestos a acusar, culpar, desterrar, y tirar la primera, la segunda, las muchas piedras?

¿Cómo se sienten ante el sentimiento ajeno?

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