- ¡Qué me joda! – respondió el joven en camino
a la cárcel, al enterarse que sus cenizas nos estaban entre las que el consagrado pintor presentó en el antiguo museo, a la pregunta del periodista - ¿Cómo te sientes?
- ¡Qué me joda! – le gritó el muchacho de veinte y
pico de años a su sufrida, apostólica, abnegada madre, quien le dijo – Tengo cáncer.
- ¡Qué me joda! – escribió el aspirante a poeta, una vez se enteró del comentario que hizo el maestro de letras – Y a éste, ¿quién le dijo que sabía escribir?
- ¡Qué me joda! – fue el grito ante la impotencia,
al saber que moriría clavado en la cruz, y al oír que la sacrificada mujer le decía – Hijo, he aquí a tu madre.
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