“Mrs.
Cooper was amused, though not very; puzzled, rather. ‘How can any woman
tolerate that? I’d divorce him.’
‘Of course you would. But then, you’ve got the
two things Jane hasn’t.’‘Ah?’
‘One; dough. And two: identity.’…. ” La Cote Basque, Truman Capote
Quizás porque el desbalance que ocurre durante la formación y transformación de la identidad es más poderoso que la identidad misma, o que las fuerzas que la moldean, ese todo y su lucha contra las partes, es causa para que haya muchos más fuera del closet que los que se atrevieron, una vez fuera, a quitarse todos los disfraces que dentro del armario vestían. Mantienen los seis grados de separación.
Lolo es uno de esos, de los “desarmariados”, que no se
quitaron todas las capas y capas que en el closet vestían. Marcha en pro de los derechos
de los LBGTT, y desde que se mudó a su nueva etapa, todos los años, antes del
desfile de carrozas y “carrozos” ofrece un desayuno al cual invita a un montón
de hombres cuarentones y cincuentones; algunos son imitaciones de
muchachos de veinte o treinta y pico años*, copias de los hipsters de
Loisaida o del Williamburg en Brooklyn. Valga la aclaración, en Loisaida, ese
emblemático barrio niuyorkino, los gais hipsters-tardíos solo llegan hasta la
Avenida C, y en el Williamsburg no bajan hasta los Sures. Ni a la D ni a las
calles que comprenden los Sures se acercan por miedo a tener que bregar con los
puertorriqueños.
Al igual que Lolo, salieron del armario pero no
soltaron las prendas que vestían algunos de sus antiguos personajes. Votan por
Obama, jamás serán vistos con los “Log Cabin Reublicans”; tampoco comerán en la
Fonda de Yeya (Ya ustedes lo saben, la Fonda de Yeya está en la avenida D y por
allí va mucha lesbiana latina, come candela y bien izquierdosa), y ellos son
progresistas de salón, de marchas digeridas, homogenizados y protegidos por el
status quo. El NYT, “always after, much later after the fact”, y El Pais “madrizleño”, escriben crónicas - excepto
que este último, como los guebos del perro, lo documenta “much, much, much later”, sobre los gustos de los muy tardíos hipsters.
SoHo exhibe sus cuadros, y las librerías venden sus libros.
Lolo y sus amigos conforman “le radical chic”,
liberados de salón que no tienen que “joderse” y dar la cara todos los días
cuando ni la calefacción ni el agua caliente les llega a los de la D y los
Sures, o la policía acosa a los hijos de los negros y latinos para continuar
con el muy fascistoide “stop and frisk”, el programa de anti-crimen-mano-dura
que promueve su alcalde, jefe de policía y la fuera del closet, pero no fuera
de su disfraz, lesbo-presidente del Consejo Municipal. Que los amigos de Lolo
no traspasen esos seis grados de diferencia que los separa de los pobres, los
“poor peoples of color”, se puede explicar fácilmente; sus procedencias
suburbanas, clases medias norteamericanas en busca del “I am ok and you are ok”,
no los prepara para dar el salto; pero Lolo es otra historia.
Lolo es latino, hijo de la pobreza en Latinoamérica. La
ignorancia y miedo a caminar por la Avenida D o los Sures que tienen o sienten
los otros, los clases medias, no se aplica a Lolo. Con Lolo no es ignorancia, puede
que sea miedo y no a la pobreza. Su disfraz lo protege de sí mismo. Dentro de su
nuevo círculo de amigos alega que procede de la alta burguesía; se viste de
rancio abolengo. Dejar atrás todos sus antiguos armarios incluiria reconocer y despojarse
de una vida de servicio y crianza, que tiene distintos nombres y cuyas funciones
varían de país en país, de familia en familia. Algunas veces sus nombres son genéricos:
la muchacha o el muchacho. En otros, los eufemismos esconden sus papeles en las
vidas domésticas de cada familia. En Puerto Rico hasta los años cincuenta eran
conocidos como hijos de crianza: servían, cuidaban los hijos, cocinaban, hacían
mandados, En Haití, los “restaveks” pueden vivir vidas de verdaderos esclavos.
Para Lolo, marchar o vestirse y andar con los hombres
gays clases medias de New Jersey o Long Island o Iowa – los que ayudan a desplazar
a los pobres, “gentrify” Chelsea o el nuevo East Village – incluye esconder su
antigua vida, y pretender que estuvo en un closet donde vivió, no dentro, pero
al margen del mismo. Salir de tantos armarios es demasiado trabajo, muchas
penas que expiar. Para los muchos Lolos que marchan por la Quinta cada junio de
cada año, quitarse las antiguas ropas, todas las que antes vestían, implica armar
y desarmar sus propios armarios. Es preferible el closet genérico - el que hoy
venden los periódicos muy liberales, “after the fact”, los liberados de salón,
los “trends setters”, la moda, y muchos, pero muchos de los que hoy reclaman
haber salido del closet, pero que se han quedado en otros closets -, a
desnudarse por completo y salir de todos los armarios donde cada uno vive. Es muy
difícil deshacerse de tanto disfraz, salir de tantos closets.
*(Sobre el closet donde se guardan los disfraces que visten las edades, ya he escrito anteriormente; y ¡qué difícil es cambiar de ropas!
*(Sobre el closet donde se guardan los disfraces que visten las edades, ya he escrito anteriormente; y ¡qué difícil es cambiar de ropas!
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