Wednesday, February 20, 2013

Salir del Closet (Armario) y los Seis Grados de Separación

‘The imagination has moved out of the realm of being our link, our most personal link, with our inner lives and the world outside that world -- this world we share. What is schizophrenia but a horrifying state where what's in here doesn't match up with what's out there?” Six Degrees of Separation, John Guare

Mrs. Cooper was amused, though not very; puzzled, rather. ‘How can any woman tolerate that? I’d divorce him.’
‘Of course you would. But then, you’ve got the two things Jane hasn’t.’
‘Ah?’
‘One; dough. And two: identity.’…. ” La Cote Basque, Truman Capote

Quizás porque el desbalance que ocurre durante la formación y transformación de la identidad es más poderoso que la identidad misma, o que las fuerzas que la moldean, ese todo y su lucha contra las partes,  es causa para que haya muchos más fuera del closet que los que se atrevieron, una vez fuera, a quitarse todos los disfraces que dentro del armario vestían. Mantienen los seis grados de separación.

Lolo es uno de esos, de los “desarmariados”, que no se quitaron todas las capas y capas que  en el closet vestían. Marcha en pro de los derechos de los LBGTT, y desde que se mudó a su nueva etapa, todos los años, antes del desfile de carrozas y “carrozos” ofrece un desayuno al cual invita a un montón de hombres cuarentones y cincuentones; algunos son imitaciones de muchachos de veinte o treinta y pico años*, copias de los hipsters de Loisaida o del Williamburg en Brooklyn. Valga la aclaración, en Loisaida, ese emblemático barrio niuyorkino, los gais hipsters-tardíos solo llegan hasta la Avenida C, y en el Williamsburg no bajan hasta los Sures. Ni a la D ni a las calles que comprenden los Sures se acercan por miedo a tener que bregar con los puertorriqueños.
Al igual que Lolo, salieron del armario pero no soltaron las prendas que vestían algunos de sus antiguos personajes. Votan por Obama, jamás serán vistos con los “Log Cabin Reublicans”; tampoco comerán en la Fonda de Yeya (Ya ustedes lo saben, la Fonda de Yeya está en la avenida D y por allí va mucha lesbiana latina, come candela y bien izquierdosa), y ellos son progresistas de salón, de marchas digeridas, homogenizados y protegidos por el status quo. El NYT, “always after, much later after the fact”,  y El Pais “madrizleño”, escriben crónicas - excepto que este último, como los guebos del perro, lo documenta  “much, much, much later”,  sobre los gustos de los muy tardíos hipsters. SoHo exhibe sus cuadros, y las librerías venden sus libros.

Lolo y sus amigos conforman “le radical chic”, liberados de salón que no tienen que “joderse” y dar la cara todos los días cuando ni la calefacción ni el agua caliente les llega a los de la D y los Sures, o la policía acosa a los hijos de los negros y latinos para continuar con el muy fascistoide “stop and frisk”, el programa de anti-crimen-mano-dura que promueve su alcalde, jefe de policía y la fuera del closet, pero no fuera de su disfraz, lesbo-presidente del Consejo Municipal. Que los amigos de Lolo no traspasen esos seis grados de diferencia que los separa de los pobres, los “poor peoples of color”, se puede explicar fácilmente; sus procedencias suburbanas, clases medias norteamericanas en busca del “I am ok and you are ok”, no los prepara para dar el salto; pero Lolo es otra historia.
Lolo es latino, hijo de la pobreza en Latinoamérica. La ignorancia y miedo a caminar por la Avenida D o los Sures que tienen o sienten los otros, los clases medias, no se aplica a Lolo. Con Lolo no es ignorancia, puede que sea miedo y no a la pobreza. Su disfraz lo protege de mismo. Dentro de su nuevo círculo de amigos alega que procede de la alta burguesía; se viste de rancio abolengo. Dejar atrás todos sus antiguos armarios incluiria reconocer y despojarse de una vida de servicio y crianza, que tiene distintos nombres y cuyas funciones varían de país en país, de familia en familia. Algunas veces sus nombres son genéricos: la muchacha o el muchacho. En otros, los eufemismos esconden sus papeles en las vidas domésticas de cada familia. En Puerto Rico hasta los años cincuenta eran conocidos como hijos de crianza: servían, cuidaban los hijos, cocinaban, hacían mandados, En Haití, los “restaveks” pueden vivir vidas de verdaderos esclavos.

Para Lolo, marchar o vestirse y andar con los hombres gays clases medias de New Jersey o Long Island o Iowa – los que ayudan a desplazar a los pobres, “gentrify” Chelsea o el nuevo East Village – incluye esconder su antigua vida, y pretender que estuvo en un closet donde vivió, no dentro, pero al margen del mismo. Salir de tantos armarios es demasiado trabajo, muchas penas que expiar. Para los muchos Lolos que marchan por la Quinta cada junio de cada año, quitarse las antiguas ropas, todas las que antes vestían, implica armar y desarmar sus propios armarios. Es preferible el closet genérico - el que hoy venden los periódicos muy liberales, “after the fact”, los liberados de salón, los “trends setters”, la moda, y muchos, pero muchos de los que hoy reclaman haber salido del closet, pero que se han quedado en otros closets -, a desnudarse por completo y salir de todos los armarios donde cada uno vive. Es muy difícil deshacerse de tanto disfraz,  salir de tantos closets.      

*(Sobre el closet donde se guardan los disfraces que visten las edades, ya he escrito anteriormente; y ¡qué difícil es cambiar de ropas!
 

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