Casi
divina, la nena. Y como no lo logró, optó por destruir la reputación del objeto
de sus deseos. Lo convirtió en un poco hombre o no sé qué otra cosa. Cuando el
ego es lastimado, es más fácil atacar al objeto del mismo que al ego herido,
puede que haya dicho Lacan.
Todo lo que
aquí les cuento ocurrió en los pasillos de academia, y la protagonista era una
feminista de barricadas durante la época cuando las feministas no tenían muy
claros los derechos de los demás; en particular los derechos de los homosexuales,
a principios de los setenta.
A Magdalena
(no es su nombre de pila), otro caso parecido, le destruyeron su autoestima. Su
propio hermano le daba tremendas palizas cuando era niña y adolescente para que
dejara de ser un marimacho. Una niña andrógeno, que gustaba de jugar pelota,
trepar árboles, ponerse pantalones no
era defendida por sus padres, y hoy se encoge de hombros para esconder la fuerza
de sus ser: una mujer completa que, cuando se deja, se le nota sus cualidades más
allá del muy estereotipado feminismo de provincia. En público se vuelve un
arco: mueve los hombros hacia adentro y casi ni mira directamente a la cara.
Las versiones
opuestas de la feminista anteriormente citada y la del hermano de Magdalena se encuentran
hoy por doquier, gracias en gran medida a los hombres y mujeres homosexuales
que se han dedicado a delatar los abusos ego-céntricos, vestidos de ideología,
dogma, doctrina; que combaten a los machos cabríos y las hembrotas “para-guebos”
(perdonen la vulgaridad) y fomentan mucho más que el cambio de orientación sexual (lean escritos sobre suicidios).
Por otro
lado, recuerdo a los estudiantes de maestría que se me acercaban (yo estaba
fuera del closet desde antes de estar a la moda) para que los ayudara con
estudiantes que eran distintos: el nene que solo quería jugar con muñecas, la
nena bien asertiva, la familia por nada hetero-normativa, el padre con muchas
plumas, la madre con modales de chofer de trucks, la esposa del adicto que la infectó
con el virus del Sida, el profesor de quien decían que era, pues, pato; al que
la feminista quiso cambiar y cuando no pudo - pues ya ese cuento se los hice;
que la academia no es todo currículo, materia y disciplinas.
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