Thursday, October 10, 2013

La Feminista Cambia Patos en CCNY

Fue una versión femenina del macharrán (macho cabrío) que jura, “lo que necesita es un buen macho para que se le quite la mariconería”; aquél/aquélla que cree poseer en sus entrañas, sexo, la capacidad para cambiar el otro, la otra.  El "deja que se acueste conmigo para que sepa lo que es una mujer de verdad" no se limitaba a las “putas”, se oía entre muchas mujeres que creían tener en su poder la capacidad para transformar la homosexualidad.

Casi divina, la nena. Y como no lo logró, optó por destruir la reputación del objeto de sus deseos. Lo convirtió en un poco hombre o no sé qué otra cosa. Cuando el ego es lastimado, es más fácil atacar al objeto del mismo que al ego herido, puede que haya dicho Lacan.
Todo lo que aquí les cuento ocurrió en los pasillos de academia, y la protagonista era una feminista de barricadas durante la época cuando las feministas no tenían muy claros los derechos de los demás; en particular los derechos de los homosexuales, a principios de los setenta. 

A Magdalena (no es su nombre de pila), otro caso parecido, le destruyeron su autoestima. Su propio hermano le daba tremendas palizas cuando era niña y adolescente para que dejara de ser un marimacho. Una niña andrógeno, que gustaba de jugar pelota, trepar árboles, ponerse pantalones  no era defendida por sus padres, y hoy se encoge de hombros para esconder la fuerza de sus ser: una mujer completa que, cuando se deja, se le nota sus cualidades más allá del muy estereotipado feminismo de provincia. En público se vuelve un arco: mueve los hombros hacia adentro y casi ni mira directamente a la cara.
Las versiones opuestas de la feminista anteriormente citada y la del hermano de Magdalena se encuentran hoy por doquier, gracias en gran medida a los hombres y mujeres homosexuales que se han dedicado a delatar los abusos ego-céntricos, vestidos de ideología, dogma, doctrina; que combaten a los machos cabríos y las hembrotas “para-guebos” (perdonen la vulgaridad) y fomentan mucho más que el cambio de orientación sexual (lean escritos sobre suicidios).  

Por otro lado, recuerdo a los estudiantes de maestría que se me acercaban (yo estaba fuera del closet desde antes de estar a la moda) para que los ayudara con estudiantes que eran distintos: el nene que solo quería jugar con muñecas, la nena bien asertiva, la familia por nada hetero-normativa, el padre con muchas plumas, la madre con modales de chofer de trucks, la esposa del adicto que la infectó con el virus del Sida, el profesor de quien decían que era, pues, pato; al que la feminista quiso cambiar y cuando no pudo - pues ya ese cuento se los hice; que la academia no es todo currículo, materia y disciplinas.

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