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Si mi hijo sale marica, lo mato
“Gays al borde de un ataque de nervios para quien suicide is not
enuff” es la fusión bilingüe de dos piezas (cine y teatro), cuyos títulos sirven
para recoger la condición homosexual en el siglo 21.
Que si el Presidente habló
y Ricky Martin lo festejó no son pruebas absolutas de que la situación está
completamente mejor, aquí y/o allá.
- No me agües la fiesta, que de esta me caso - hubiese soltado la sin
pelos en la lengua, Armando, un borde-partido, residente del pueblo que siempre
mira hacia el Caribe. Armando estaba listo para el matrimonio; con un destino
seguro hacia un mundo de bienes y amores compartidos; legalmente protegidos.
- De encontrar marido - aclararía, acompañada su respuesta con una ronca carcajada.
El que una vez fue pitado y saludado con sarcasmo, Armando, es un recuerdo que
hoy -con las noticias sobre suicidios, abusos, burlas, desprecios y gays al
borde de la felicidad por los siglos de los siglos - se corporiza en mi memoria.
El
artículo, “In
Rutgers Spying Case, Voices for Gay Rights Urge Leniency” (KATE
ZERNIKE, NYT, 21/05/12), destapa el recuerdo del suicidio, el que siempre estuvo detrás de la
oreja. Cada uno de estos casos revive el terror.
- Si mi hijo sale pato, lo
mato - no es la frase más alentadora para quienes andan definiendo su identidad.
¡Qué divertido es reírse
de los gays, especialmente los que como Armando o Dominguín no podían “esconder
sus plumas”!
Cuando recuerdo a Armando pasar por la calle, con su andar amanerado, la
mano izquierda alzada - signo de lo que el hombre puede ser - no se pueden parar los sentimientos, las sensaciones, el deseo reprimido, el dolor, el
miedo a que tus padres o alguien descubra lo que sientes. Te pueden asesinar solamente por ser.
Su cara sigue presente. Las burlas, lo que le gritaban, sus defensas
verbales, histérico, rabioso a veces, impotente en otras, asombrado, no ayudaban
a definir y aceptar aquello que nunca pediste ser. No conozco a un homosexual
que escogería esa sensación, ese fuerte deseo como parte de su vida.
- Si mi hijo sale pato, lo mato.
Y si lo matas o lo aterrorizas tanto
que lo llevas al suicidio, ¿qué haces?
RK,
un forista escribe en el articulo antes citado,
“What Mr. Ravi did was
despicable and he should be held accountable for it. I agree with most who have
expressed the opinion that throwing the book at Ravi and putting him away will
not accomplish much…. Mr. Ravi's actions should certainly NOT be dismissed as
"hijinks" as Mr. Romney described his bullying of a young man when they were
both in High School. ”
Armando nunca trabajó fuera de su casa. Dicen que estuvo en el
ejército, en Corea. Si fue expulsado del ejército tuvo que cargar con la
tarjetita que así lo indicaba:4F o un 4A, la identidad numerada, marcada. Todos los que fuimos obligados a revelar
en cualquier sitio: trabajo,escuelas. No eran estrellas amarillas. Eran los mismo, numerados. Cuántas veces dejamos ese espacio en
blanco, a ver si no se fijaban o mentías, y decías que eras tal o cual número.
No solo te avergonzaban, te marcaban para siempre con un número y una
letra. Cuántos no tuvieron que mentir en los formularios que llenaban en oficinas, escuelas, empleos. Otro miedo que se añadía a los que tantos
había que enfrentar.
Armando terminó de criada de su propia familia: cuidaba a
los padres, los sobrinos, hacia los quehaceres de la casa, los mandados.
“Even
without the bias charges, invasion of privacy would have subjected Ravi to a
potential1-5 year prison sentence......... If Ravi is being "crucified" for our
collective sins, it's because our collective sin is a movement away from
"rehabilitative" norms and overzealousness with regard to punishment.(
H.
Rockle, NYT, 21/05/12)
Lo fácil que se le hacía a mis muy progresistas compañeros en la
universidad usar la homosexualidad como punta de lanza para explicar, justificar
sus acciones y las de otros. Y si eres un homosexual "amanerado", "partido" en
la jerga gay, las posibilidades de sobrevivir la institución son mínina; y las
de ser contratado para trabajar, muy pocas.
Armando subía y bajaba por frente de la casa, al mercado, a la
farmacia, y desde allí se oían las risas, el ¡ay, chus!Recuerdo la risa, la risa, la
risa, los mozalbetes corriéndo detrás para pretender que le cogían el culo, la
piedra que le tiró alguien. Nadie lo defendía
- Si
mi hijo sale pato, lo mato.
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