Sunday, October 6, 2013

Octubre en Quebec

El relato me centró una vez más. ¿Cuántas veces lo he leído durante esta temporada?

Recuerdo los pasos en camino al bosque, los repito. Sonrío.


En octubre las hojas tienden a ser mucho más anaranjadas y amarillas. Hoy se ven menos brillantes. Octubre trae mucho más que el otoño.

La memoria tiene etapas; el placer del recuerdo aumenta con el tiempo, las estaciones; la edad lo nubla.

¿De qué hablo? En octubre siempre me llega la nostalgia. ¿Por qué hablo de ecología y colores? Los estados de ánimo no me interesan.

Las ideas se intercalan y forman telarañas lingüísticas me dijo el, valga la casi redundancia, el lingüista.

De ti y de mí hablo, de nuestros estados de ánimo. Me repito. ¿Por qué me repito todo el tiempo?


La edad nos lleva a repetirnos, a reafirmar nuestra memoria, a recalcar nuestra existencia. Los pasos se van haciendo lentos, muy lentos.

En octubre camino hacia el bosque que queda al norte de la casa, del pueblo, la provincia, el país, el continente. Quebec es lo más norte del norte. Al sur de la casa están las fincas de maíz, Montreal, Nueva York, Santurce, la barbarie.


Mis pasos los sigue el camino que voy dejando.

La ventana de la habitación en el ático y mis pasos miran hacia el norte, hacia el bosque. Las huellas en las hojas secas, trituradas. Pinos y matorrales me reciben, luces entrecortadas por las ramas y colores me alumbran el camino.

No hay osos en este bosque. No hay lobos en este bosque. Ruidos de hojas, al caer, responden. Oigo ecos.

El bosque me llama por las tardes, todas las tardes de octubre. Me aleja de los vaivenes y palabras quebequenses de mi familia adoptiva. Ellos me adoptaron a mí y yo a ellos. Me ven caminar hacia el bosque y les cambia el semblante, les da miedo. Las pasiones de familia, de niños asertivos, de padres directos y amorosos, gritones a veces, a veces susurran, son reemplazadas por el silencio.


El bosque me arropa, me devuelve al útero para comenzar de nuevo. El bosque me cuida,

- Be careful, Yerardo - me gritan.

Qué difícil se le hace a los franceses y quebequenses pronunciar ese fonema.


- M name is Gerardo - les contesto. Repito el ge tres o cuatro veces. Sonríen. Me contestan en francés.

Para los quebequenses, al igual que para todas las culturas que viven en dos, tres, cuatro lenguas, el cambio de unas a otras nunca es completamente puro.


- Be careful, Yerardo

Con la mía en Quebec, mis impurezas no son motivo de miedo. Jugar con sus hijos, llevarlos a comer no los lleva a verme como un depredador. Cuán  distinto a algunos miembros de mi familia biológica. Tan bíblicos y tan poco cristianos.

La luz de octubre es tenue.  Pálidos los colores, alumbran el camino, lo bañan con rosados y celestes.  La luz se filtra a través de las ramas, unas frondosas; otras anuncian su otoño, mi otoño. El terreno mojado y el aire con sus canicas de vapor flotante me envuelven, integran.


Camino lentamente hacia un claro, allí descanso.

- Be careful, Yerardo. Sonríen.


Regreso.

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