Wednesday, February 26, 2014

Crónicas de eunucos taínos: Jabibonuco

(Las crónicas que a continuación presentamos fueron encontradas en los prohibidos Archivos de Indios Eunucos en el Convento de Monjas Enclaustradas de Caparra, Guaynabo, Puerto Rico. Forma parte de un conjunto de crónicas que documentan las vidas de hombres europeos e indígenas que por ser considerados como seres especiales (honrados con cemíes que luego fueron destruidos por la iglesia), eran protegidos por los caribes. Por razones de seguridad personal, el nombre del investigador que encontró y sustrajo estas crónicas no será divulgado hasta tanto no se compruebe la veracidad de las misma. Algunos de los pasajes de estas crónicas fueron borrados, obligando al investigador a sugerir algunos lo que pudo haber sido escrito.) 
1. El Caribe

“La Enagua, nombre con el que bautizamos la inmensa yola, zarpó a la medianoche , y después de navegar por la bahía mas exuberante que hombre haya visto alejándonos de las costas de la isla que los nativos llaman Boriken, avistamos una goleta que nos venía siguiendo. Jabibonuco y Don Diego de Sotomayor apresurorense a apagar el buren que calentaba el casabe que habiéndonos Guanina preparado antes de partir de la isla, era el único sustento con el cual navegariamos toda la noche hasta avistar la primera ysla de los Caribes. Jabibonuco conocía la ruta siendo este valiente y leal compañero dedicabase a ayudar en la huida a los eunucos Tainos y sus algunos amantes penisulares. Erase Jabibonuco antiguo eunco de Guanina y llevase a este servidor y su fiel enamorada hasta la isla de los Caribes donde aposentan los amantes perseguidos por el Santo Obispo y su exclencia don Juan Ponce de Leon.

Las luces de las fogatas de los bateyes en los yucayeques Caribes alumbrabasen las costas de las islas donde estos fuertes y altivos guerreros recibían a los que Ponce de Leon y el Opisbo de Indias perseguían. En la madrugada cuando la yola fue avistada por las yolas de los Caribes las fogatas señalaban el camino hacia la mas grande de las islas donde viven tan amables y libres gentes. Todas estas universas e infinitas gentes a todo género crió Dios los más simples, sin dobleces, sin rencillas ni bullicios, no rijosos, no querulosos, sin rencores, sin odios, sin desear venganzas a menos que se les ataque sin aviso. Son también gentes paupérrimas y que menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas, no codiciosas. Su comida es tal, que la de los sanctos padres en el desierto no parece haber sido más estrecha ni menos deleitosa ni pobre. Sus vestidos, comúnmente, son en cueros, cubiertas sus vergüenzas, e cuando mucho cúbrense con una manta de algodón, que será como vara y media o dos varas de lienzo en cuadra. Sus camas son encima de una estera, e cuando mucho, duermen en unas como redes colgadas aquellos llaman hamacas.

A las seis horas llegamos aquí a la isla. A ver la isla; que si las otras ya vistas son muy hermosas y verdes y fértiles, ésta es mucho más y de grandes arboledos y muy verdes. Aquí es unas grandes lagunas, y sobre ellas y a la rueda es el arboledo en maravilla, y aquí y en toda la isla son todos verdes y las hierbas como el abril en Andalucía; y el cantar de los pajaritos que parece que el hombre nunca se quería partir de aquí, y las manadas de los papagayos que oscurecen el sol; y aves y pajaritos de tantas maneras y tan diversas que es una maravilla. Y después hay árboles de mil maneras y todos dan de su manera fruto, y todos huelen que es maravilla, que yo estoy el más penado del mundo de no los conocer porque soy bien cierto que todos son cosa de valía y de ellos traigo la demuestra, y asimismo de las hierbas. Andando así en cerco de una de estas lagunas, vi una sierpe, la cual matamos. Ella como nos vio se echó en la laguna, nos le seguimos dentro, porque no era muy honda, hasta que con lanzas la matamos; es de siete palmos en largo; creo que de estas semejantes hay aquí en estas lagunas muchas. Después se llegaron a nos unos hombres de ellos, y uno se llegó aquí. Yo di unos cascabeles y unas cuentecillas de vidrio y quedo muy contento y muy alegre; y porque la amistad creciese más y los requiriese algo, le hice pedir agua. Estaban todos desnudos y en parejas abrazndose unos a otros como si fuesen mujer e hombre en mandato cristiano. que después de bien mirado todo lo que aquí he dicho, que no es toda burla lo que escribo acerca de lo acaecido en la ysla de los Caribes donde iban a vivir los eunucos y sus aparejados, torne a proseguir mi relación, porque la verdadera política y agraciado componer es decir verdad en lo que he escrito. Conviene constatar aquí que la versión de Fray Abad es de igual modouna falsificación, pero lo que nos interesa es lo que narra y como cómo lo narra. La Goleta que nos seguia entro por otra bahia, tomandonos de sorpresa, y matando a todos los hombres que alli se encotraban, y bajo los ruegos de mi persona, explicandole quiee era nuestro mas fiel sirviente e inocente creyente, el Capitan Don Francisco de Zapatero y Aznar le perdono la vida a Jajibonoco quien lloraba descosaladmente al ver a su mas querida pareja don Diego de Sotomayor ser quemado en una hoguera junto a los demas hombres que aquella isla poblaban.”

“Relaçion general que YoMarques de Boba Dilla hago para le ynformar a nuestro representante en la tierra el Obispo de la isla de Saint Joan y a los señores de su rreal consejo de yndias de las cosas subçedidas e la da ysla de los Caribes dende que por el mandato partia conocer y atestigua las sobre como vivian los indios en pareja con los hombres cristianos della tan diabolica isla ”

11. Sevilla

Muy mi Señor mío, Marqués de Jájomebajo, si hoy le escribo estas páginas fue a sugerencias de Usted, mi más agradecido protector, y al muy diligente y anciano maestro, el Marqués de Santillana, quien arduas horas estuvo guiándome por las lenguas y letras de Usted y sus hermanos que hoy conozco, y quien quiso conocer sobre aquellos de nosotros que de otros martirios fuimos salvados. La muerte del Marqués de Bobadilla me llevó hasta hoy donde Usted y no puedo dejar de agradecer su bondad y protección.

Muchos hombres de fe han escrito las Santas Obras de su Padre y de su Hijo, el Señor Jesucristo, y otros que han puesto en palabras equivocadas las muy respetuosas obras de nuestra única Fuente de vidas, Yaya, que no ha sido con la relación entera que dello se pudiera dar, y que lo he notado particularmente en las cosas que de nuestras Fuerzas creadoras, Juracán y Yukiyú, las que nacen y regresan a la gran Fuente, he visto escritas, de las cuales, como natural de la isla de Borikén, y su madre tierra, Atabey, que fue, es siempre y será creada por ellos con sus aguas, movimientos, flores y alimentos, tengo más largas y claras noticias que la que hasta ahora los escritores han dado.

Verdad es que los hombres de fe tocan muchas cosas de las muy grandes que su Padre y su Hijo Jesucristo tuvo, pero lo que escriben sobre nuestra Fuente y sus Fuerzas son las tan cortamente que aun las muy notorias para mí (de la manera que las dicen) las entiendo mal. Por lo cual, forzado del amor natural de las aguas y los vientos, la quietud y los movimientos de las tierras, las montañas, las flores y los alimentos, las bestias que allí le habitan, las gentes de mi isla Boriken y los Jupia, que una vez fueron, me ofrecí al trabajo de escribir esta carta, donde clara y distintamente se verán cómo vivimos y ofrecemos gracias a nuestra Fuente por la continua creación de nuestras tierras, y las vidas de nuestras buenas y nobles gentes, las cosas que en Boriken había antes de que mi muy amado y bien recordado Marques de Bobadilla allí encontrase.

En todo lo demás que de aquellos indios en la isla de Boriken se puede decir por los señores y hombres de fe que la tocaron en parte o en todo; que mi intención no es contradecirles, sino servirles de comento, de intérprete en muchos vocablos y costumbres, que, como extranjeros en aquella lengua, interpretaron fuera de la propiedad de ella, según que largamente se verá en el discurso de la historia, la cual ofrezco a la piedad del que la leyere.

Viviendo o muriendo aquellas gentes Araguacu, llegados en yolas de islas más grandes a la isla de Borikén, muchos tiempos atrás de la manera que hemos oído y contado, y recordado en nuestros cemíes, permitió nuestro Yaya que dellos mismos saliese el conocimiento que les diese alguna noticia de la ley natural y respetos que los hombres debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquellos Araguacu, procediendo de bien en mejor cultivasen aquellas tierras, y a sus hombres, haciéndoles capaces de razón. Después de haber dado muchas trazas y tomado muchos caminos para entrar a dar cuenta del origen y principio de los Araguacu que fueron, son y serán, me pareció que la mejor traza y el camino más fácil y llano era contar lo que en oí muchas veces acerca de este origen y principio, porque todo lo que por otras vías se dice de Yaya viene a reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será mejor que se sepa por las propias palabras que un Araguacu lo cuente que no por las de otros autores extraños.

Nuestra gran Fuente, Yaya, envía sus Fuerzas que ayudan a Atabey a crear las tierras, labrar sus bateyes, cultivar las plantas, los frutos como hombres racionales y no como bestias, y les pide que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a comer o a dormir, procurasen agradecer y recordar en sus cemíes las vidas de ahora y de siempre, y que a Juracán y Yukiyú, bailasen y tirasen sus flores y granos para ayudarles y agradecer los alimentos y nuevas vidas que las Fuerzas nos llevaban y traían. Viendo los grandes vientos que arropaban y cambiaban estas tierras suyas, mi gran protector, corrí a agradecerle a Juracán y darle las flores, frutos y semillas paras que a otras tierras y en otros momentos allí se cultivasen.

Mi falta de ropas y bailes era llenos de gozo y no ofensa a sus otros siervos y amigos, menos a sus hombres de fe, su Jesucristo y Dios amado. Pero conforme a nuestra lengua, como atrás hemos dicho y diremos de la mucha significación que los Araguacu encierran en sola una palabra, Juracán, nos pide que demos gracias y ofrezcamos algo al que hace llevar estas flores, estos frutos, dándonos alimentos y vigor para vivir los que acá y allá vivíamos y los que en nuestros cemíes siguen viviendo, Entendemos los Araguacu, con lumbre natural, que se debían dar gracias y hacer alguna ofrenda al Yaya, por habernos ayudado en aquel alimento y nacer de nuevo Atabey.

De este calabozo escribo estas frasis, mi bien amado protector, en espera de aquello que dicen es la quema en la hoguera por haber servido al mal espíritu, su diablo. Cuán lejos, cuánto tiempo hace que me llegué hasta sus tierras, cuán mal fue entendido lo que pedía y sentía con mis flores, frutos y semillas a los vientos de Juracán. Mi querido protector, lejos de mi Boriken, no he sido entendido por sus sacerdotes y reyes.

En espera, en este frio aposento de la quema en la hoguera, su servidor, Jabibonuco

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