Saturday, December 13, 2014

En Guayama no hay parking

La muy elegante y pintorreada señora caminó del balcón a la sala, de la sala, por los pasillos y galerías de su inmensa casa, se llegó hasta su habitación, abrió las cortinas de terciopelo rojo subido, entreabrió las persianas que las cortinas cubrían para que la pálida luz de la tarde iluminara tenuemente la corcha llena de volantes que cubría su cama, caminó hasta su mueble, su rebuscada coqueta, se sentó frente a su inmenso espejo, sacó cepillos, peinillas, aros, pulseras, collares, se pintó de nuevo los labios, los cachetes, blanqueó con talco su cuello color pardo, enjoyó lentamente sus dedos, brazos, cuello, elevó su pelo, hilacha por hilacha, hasta lograr una simetría perfecta, se levantó, caminó por entre cortinas y pasillos en busca de sus capas, bufandas que acomodó sobre sus hombros y alrededor de su recargado traje, salió del armario y luego de caminar por los pasillos de la casa, la antesala, sala, balcón y marquesina, se montó en su carro, guió por todas las obscuras calles, y regresó a su casa sin ir a la conferencia porque, de acuerdo a sus únicas palabras, "no encontré parking".

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