Pronto se acercaba la Nochebuena y mI hermana Ana, a sus 86 años, me había dicho que pasara por su casa; los pasteles esperaban, acabaditos de hacer. Me armè de valor y cogí la guagua, el tren y la otra guagua desde Santurce para llegar a Guaynabo. Todo iba bien hasta que el muy autónomo chofer decidió que quería evitar el tapón de la avenida Esmeraldas y cambió de rutas.
¡Muy preocupado por sus pasajeros el eficiente servidor público! ¿Será que la burocracia le recomienda que haga esas brillantes decisiones?
No sé donde me bajé, caminé por toda la urbanización hasta que llegué mucho más tarde de lo previsto, pero llegué. Esa fue toda mi celebración de las tan en familia, tan caritativas, tan llenas de gozo y alegría fiestas navideñas puertorriqueñas.
¿Cuántos viejos gays se quedarán solos durante esas fechas? Por lo que leo en las revistas especializadas, parece que muchos.
Las del 2014, me dije, las paso en Quebec. Allí, por lo menos, aunque no entiendo lo que dicen los Dusseault, los Pelletier, me invitan a más de un sitio y la transportación pública funciona como es debido. No sé si se dan tantos golpes de pecho como los solidarios puertorriqueños, pues no hablo francés, pero me invitan; y ni el tren ni el autobus engañan.
Monday, December 22, 2014
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