1. El barrio completo - calles San Antonio, Badé Pérez, Monserrate, Cecilio Domínguez - compraba "números" de la "bolita"; un juego de azar ilegal, un delito condenado por el sistema de justicia, que al parecer nunca era denunciado, y que, al igual que en un cuento de García Marquez, aunque todo el mundo estaba al tanto del crimen, no pasaba nada. Nadie iba preso, mucho menos los muy decentes vecinos que todo los miércoles compraban uno de los números escritos a mano, que le eran entregados en un pequeño pedazo de papel.
2. Nadie iba preso hasta que un día, la esposa de un bolitero, en compinche con los hijos, asesinó a su marido. El muy correcto banquero de la bolita no quiso expandir sus inversiones y entrar en el negocio de la droga. Ella y los muy respetuosos hijos estaban en desacuerdo, asesinaron al "Chair of the Bolita Board"; lincharon al viejo. El quién los delató no es tan importante como el hecho de que tuvo que haber sido algún honrado bolitero que no quería manchar el buen nombre de su empresa, su respetable identidad; mucho menos revolver el avispero, que también pagaran los justos boliteros por pecadores.
3. Pecadores en camino a sus templos roban flores de las jardineras que bordean el edificio de apartamentos en Santurce, no confiesan esos pecadillos en las iglesias del vecindario. No han pecado.
4. Tampoco pecan los que se apropian de tumbas a través de chanchullos decorados por unos discursos de falsa legalidad y compromiso con los que, y que en paz, descansan bajo las lápidas y cruces. El muerto en su nueva identidad no se entera.
5. Y menos pecan los que desdoblan sus identidades: procedencias de clases, razas, historias. Es preferible vivir en unos ilusos mundos de segregación. No asesinan al otro, al bolitero, no le roban al dueño de las flores, no se apropian de tumbas. Juegan otro juego de azar, apuestan contra la humanidad en común, la bolita que nunca para de rodar.
Monday, December 1, 2014
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment