Para la época
que les cuento, revivía escenas de películas. Comencé ese desdoble con las de
misterio en el pueblo que siempre mira hacia el Caribe y continué en Nueva York
con las de angustia amorosa.
Garbo, Herpburn, Taylor, Peck, Bogarde me acompañaron por la Madison, Quinta, Tercera durante una tarde dominical, otoñal, lluviosa, hasta llegar donde Bendel, Saks, Bloomingdales, y reconocerme en las modas propuestas para vivir los días grises o azul pálido de la temporada. El golpe que cambió la recreación en cuerpo y alma de las vidas contadas en la pantalla grande ocurrió el dia que cambiaron mi maniquí favorito en la vitrina de Bendel.
Garbo, Herpburn, Taylor, Peck, Bogarde me acompañaron por la Madison, Quinta, Tercera durante una tarde dominical, otoñal, lluviosa, hasta llegar donde Bendel, Saks, Bloomingdales, y reconocerme en las modas propuestas para vivir los días grises o azul pálido de la temporada. El golpe que cambió la recreación en cuerpo y alma de las vidas contadas en la pantalla grande ocurrió el dia que cambiaron mi maniquí favorito en la vitrina de Bendel.
Después de
tomarme mi habitual café au lait, vestido con el riguroso London Fog tres cuartos
– por nada usaba abrigos o capas muy largas, no quería
lucir más bajo que lo aceptado por mis películas -, frente a la vitrina de Bendel quedé en shock. El maniquí que tanto me gustaba, el que evocaba a Montgomery Clift,
fue reemplazado por uno bastante realista, pedestre. No recuerdo cómo era, sus
detalles. Solo recuerdo lo que pensé: affirmative actions, en plural.
Llamé a uno de
los fashionistas, la Ernesto, para contarle. No respondió. Estaba en el
hospital. Otra inesperada recaída. Otro enfermo. Otro muerto.
Bajé por toda la
Quinta, crucé la Washington Square – los distribuidores y músicos seguían con
sus rutinas -, seguí mi rumbo, llegué hasta el Film Fórum y vi el Beso de la
Mujer Araña.
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