La joven, cuyo sentido de la estética había sido informado por Vanidades y otras revistas de peluquería, quiso decorarme la casa. Este es principio y final de ese cuento.
Si Frank Gehry se llega a enterar me mata, me deja de hablar. Por suerte, ni la joven lo conocía ni él la hubiese querido conocer.
Cuando Ariel y yo lo fuimos a visitar el Museo de Arte de Montreal, y subimos las alucinógenas escaleras, no por su colorido - son minimalistas -, a causa de su engañosa ausencia de escalones, él no estaba. Se había ido a Panamá a terminar otro museo.
Bajamos las escaleras sin ver a Frank Gehry. Tampoco notamos los escalones o soñamos con decoración a lo clase media media medio baja de Vanidades
Sunday, January 4, 2015
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