Thursday, January 1, 2015

BOLEROS, TITO RODRÍGUEZ Y ROLAND BARTHES

Sentarse a esperar por quien puede hacerte esperar, por aquél que ocupa múltiples espacios, el tuyo y otros a la misma vez, cuando se está abrumado por la incertidumbre, mientras aguardas por el significativo otro, y se es un latinoamericano de clavo pasado, requiere estar acompañado por un buen bolero. Un bolero que ayuda a poner en perspectiva los sentimientos, provee compañía, sirve de espejo y permite, ante el posible desasosiego, reconstruir, armar lo deseado, no es una experiencia unidimensional.

En el bolero "Ya Son las Doce", el compositor, cantante, audiencia y el amante ausente bailan en conjunto, y a la misma vez, cada uno baila por sí solo. Roland Barthes en su libro Fragmentos de un dIscurso amoroso sugiere que el bolero plantea y dramatiza el dolor placentero del enamorado.

El bolero antes mencionado, del compositor Juan Bruno Terraza,  desde las primeras dos estrofas, "Ya son las doce y no llega/ Me hará lo mismo que ayer", recrea la espera del ser amado, relata la historia de la relación entre todos los personajes, particularmente, la desesperación del que espera; y a su vez, le otorga presencia al objeto del deseo. Si se parte de un análisis Bartheriano del bolero, se puede concluir que al haber una segunda voz, consolando al amante, "Cariño mío, vidita mía/ No sufras tanto/ Ya estoy aquí", la misma representa un cambio en el estado anímico del que espera, y sirve para apaciguar la ansiedad que la primera voz sufre (Véase poemario Roland Barthes, Tito Rodríguez, Tú y Yo en Cuatro Etapas. Gerardo Torres, 1995; Conferencias dictadas por el mismo autor en el salón de tertulias en el apartamento de Ariel Fernández durante las década de los ochentas, siglo veinte, ciudad de Nueva York).

Debido a que la versión de Tito Rodríguez es a una sola voz, descarta la presencia del amor esperado y presenta a un hombre que se entretiene soñando y recreando una situación que proyecta un deseo sublimado. La voz de Tito finge ser la voz del objeto deseado, y el bolero lo permite.

Es la conjugación de voces - el cantante, la letra, las recreadas por el que oye y disfruta del bolero - lo que nos convierte en arquitectos de un gestalt amoroso, a la vez que permite fragmentar lo vivido durante la espera, y así entenderla, soportarla; trascender el dolor que ésta causa, "Ya son las doce y no llega/ me hará lo mismo que ayer/ espera, espera y no viene/ ya no lo quiero ni ver" (Véase documentos inéditos que recogen las respuestas al bolero durante las tertulias, década de los ochenta, en casa del autor del poemario).

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*Como parte del proyecto que recoge y documenta la escritura en marcha y supuestas teorías para blogueros que la subyacen, otras versiones de este ensayo aparecen anteriormente en esta plataforma.

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