Wednesday, January 7, 2015

Nena, ¿tú estás loca?

“Si queremos que la filosofía juegue un rol, incluso político, en la cultura moderna, lo mínimo es ser claro. Hay un complejo entre los académicos de que lo profundo y difícil debe ser incomprensible”. (Gianni Vattimo)

Vicios, puros vicios son los que la terapeuta quiere que este servidor controle. Y su forma de ver el mundo, ¿quién lo controla? ¡Allá ella, si no quiere crecer!

El vacío pos terapéutico me obliga a enmarcarme en una etapa. Hoy, supongo que debo partir de una postura económico-cronológica y concluir que tengo suficientes años para haberme madurado hacia la clase media o haberme hecho intelectual de modales europeizados y hablar “haute” criollo, aparecer en las páginas literarias, y en los cuadros que recuerdan el momento cuando aquél o el otro estuvieron en tal conferencia y discutieron a Borges y sus marcos filosóficos, universales. Es que no puedo; prefiero leer a los que me hablan sobre asuntos cercanos a sus vidas sin tratar de ser parte del mundo entero; claro, el mundo occidental es al que ellos se refieren.

Mi terapeuta es freudiana. Me llevó, no fue ella, fue su conversación, hasta el East Village, Loisaida para los boricuas, donde vive la significativa otra, la que fue presidenta de mi clase graduanda. Siempre se creyó que era más fast que yo. Pues no lo es. Sé que lo de ella es todo afectación literaria, a lo diva de Santa Rita, Rio Piedras. Regresó de Francia a documentar cultura popular. Tanto compromiso mata.

La significativa otra anda buscando textos antiguos que describan a los obreros que emigraron a las colonias. A todas las colonias, desde Alaska hasta la Patagonia. Supongo que quiere re-escribir las crónicas. Por poco sucumbo ante sus maquinaciones.

Después de visitarla, caminé desde Rivington hasta la Quince, visité a la Ariel, pasé por la Taza de Oro, abarrotada como siempre, ordené una mixta para llevar, y cuando llegué a mi apartamento fue que caí en cuenta y me dije que no, no, no, no, no y no. Me dije que no y que no.  Me pregunté que por qué, y me restallé porque no.

¿Es que acaso me creo que no tengo principios? ¿Es que acaso me creo que me vendo barato? No, me contesté. Esto fue en casa, sumamente dramático, caminado solo por la sala, después de haberme comido la mixta, y ese ambulante signo corporizado pedirme que escribiésemos una novela rosa, contextualizada en una lucha obrera.

En casa me encontré de momento, diciéndole/diciéndome, - Nena, ¿tú estás loca?

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