Este intento de ensayo es sobre otros amantes: uruguayos, españoles, novelistas y poetas, cotilleados algunos en este blog, y en el libro escrito por Santiago Roncagliolo, El Amante Uruguayo; y sobre las tendencias culturales, por encimita o por debajo, que matizan los postulados literarios.
Leí el libro mientras navegaba en ruta hacia Puerto Rico, y distinto a los que gustan de despreciar categóricamente las islas de los encantos - algo que parece haberse convertido, para muchos, en pan de cada día; en particular, entre izquierdosos pequeño burgueses y las muy otros enajenadas derechas isleñas, alguno que otro anti-colonialista, y su perenne lamento borincano -, yo disfruto tanto del libro como de las islas, y - ¡de rigor! – de Santurce.
(Santurce, además de ser un distrito de San Juan, y en oposición a los “europeoides” - unas de las tendencias que subyacen el “discourse literario” al sur del Caribe -, es el microcosmos palesiano, su calle antillana, texto y figura del Caribe. Santurce es “calabó y bambú”; fusión, pura fusión.)
El citado libro tiene mas de chisme, crónica social, que de serio análisis de la relación entre autores y sus obras. Roncagliolo relata detalles sobre las andanzas del personaje principal, Enrique Amorim su mundo, sus deseos, algo sobre sus obras y mucho sobre la aparente obsesión de Amorin con Lorca, Picasso y otros iconos culturales europeos. Y sin querer, indirectamente, revela la fijación casi patológica que Roncagliolo tiene con la homosexualidad de Amorim y otros personajes que aparecen en El Amante Uruguayo.
El Amante Uruguayo recuerda a Santurce, no porque Santurce sea Buenos Aires o Montevideo, o que Santurce sea una mala copia de “Uropa” – nombre asignado por un amigo santurcino para apuntar lo obsesionado que están ciertos latinos con decir que son descendientes de “uropeos”.
Es porque Santurce es todo lo contrario; está mas consciente de su mestizaje que lo que estaba/está el Buenos Aires de Roncagliolo, o el de los “very chic” literatos euro-céntricos, o el de algunos autores mestizos en negación, en cuanto a etnias y razas, nuevos medios y formas de expresar el Nuevo Mundo, y en cuanto a las culturas y narrativas que estos mestizajes engendran.
(Lo de “Uropa” es debatible desde el punto de vista de algunos ciudadanos de los países del norte, pues aseguran que ese nombre es una abstracción ya que ellos no tienen nada en común con los que habitan en los países del sur del continente, los llamados “mishlinge”. Y dado los resultados de las elecciones recientes, con una numerosa población que votó a favor de los nacionalistas y ultra derechas, se puede concluir que son muchos los que creen, como dicen algunos, que África comienza al sur de los Pirineos)
Dos de las anécdotas que recoge Amorin gira en torno al estreñimiento intelectual de Borges frente a las nuevas culturas americanas:
1) Federico Garcia Lorca se medio burló de Borges y el muy sabio, enfundado cuentista no se dio cuenta cuando el andaluz le dice que Mickey Mouse es el máximo representante de la cultura estadounidense; una idea que décadas más tarde es sostenida y discutida por Vidal, Skármeta, McLuhan: el papel de las caricaturas de Disney, el cine y otros medios visuales en la formación de la psiquis, la gran narrativa norte-americana.
Borges tan preocupado por la erudición de ratón de biblioteca, como pilar de su superioridad intelectual, no pudo trascender lo enciclopédico y solo pudo despreciar a Lorca. Al parecer, no entendía el cómo se forma una cultura mas allá de lo que le decían los clásicos. Quizás nunca leyó a Luis Pales Matos, Huizinga o Carlo Ginsburg, o, mucho menos, a Fernando Picó.
2) La segunda tiene que ver con un tour que hizo Borges, un euro-céntrico de primera, con Enrique Amorim por el interior de Uruguay. Aprendió, esperamos, que no es lo mismo escribir sobre gauchos de lejitos, que verlos pelear “a cuchillazo limpio.” Así le decían en los cerros de Jájome, Puerto Rico, a una pelea de vida o muerte, “a cuchillazo limpio”.
Roncagliolo describe algunos aspectos sociales de la vida literaria, entre otros lugares comunes y temas, en Buenos Aires antes, durante y después de la segunda guerra mundial, y lo absorto que estaban en sus regodeos literarios y euro-centristas algunos de los escritores que por Buenos Aires andaban por aquel entonces. Cuando no estaban regocijándose en su europeísmo, buscaban en el folklorismo gaucho, lo decorativo, de espaldas a la sociedad que allí se estaban gestando.
No dudo que leyeron a Vasconcelos, pero no quisieron ver el mestizaje como la punta de lanza que crea la cultura latinoamericana y caribeña, santurcina. Sin proponérselo, Roncagliolo confirma las razones que ofrecía un notorio escritor polaco para no querer juntarse con la crema y nata literaria porteña durante aquellas épocas cuando el referido autor “uropeo” vivió en Buenos Aires.
El muy bien documentado libro - con demasiado uso de anécdotas para rellenar páginas-, polémico y divertido, “light”, dice muy poco sobre las obras de Lorca y Amorín y los vínculos de las mismas con los deseos, historias, vidas de los autores.
Sin proponérselo, relata, sugiere, revela mucho sobre la evolución de unas ideologías - tan afrancesados algunos - y los nuevos pueblos americanos.
Y sobre mis amantes uruguayos, les cuento en otra.
1 comment:
Lo prometido es deuda, esperamos por esos relatos de tus amantes uruguayos. je, je
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