Así era como le llamábamos en el pueblo que mira hacia el Caribe, el que vio a Tembandumba culipandear por sus calles antillanas. Otro día de fiesta más en un país donde se celebraban en grande hasta los bautizos de muñecas. Años más tarde, el nombre cambió y se convirtió en el nombre de un santo: San Givin.
Para los que no comíamos pavo siempre había pernil; y como en toda celebración del Puerto Rico pueblerino o en sus campos, para los vecinos que no podían celebrar, los platos no le faltaban, o eran invitados o se le llevaba comida a su casa, de todo lo que se cocinaba en aquel Puerto Rico de familia extendida. La comunidad era más poderosa que las diferencias individuales.
Nadie se preocupaba porque el pavo representaba el genocidio de los pueblos originarios de las Américas, ni que los EEUU seguía invadiendo y neo colonizando otros pueblos. Se celebraba lo que no se entendía muy bien como se celebraban otras fiestas que tampoco estaban muy claras en cuanto a su función e historia: navidades, carnavales, bodas, bautizos, reinas de belleza, y el triunfo del partido político de turno, mucho menos un santo que se llama Givin.
Saturday, November 22, 2014
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