no te atreves a trancar la cerradura
y cuelgas libre la llave del llavero
porque te envuelve el miedo
de que el portero no te oiga
y que te asalten infarto
muerte súbita y no llegue
la emergencia o que te encuentren
la mano agarrotada en el teléfono
y pasados tres días vengan
a derribar la puerta cuando
el olor a podrido invada
el piso y las paredes porque
todas tus palabras se volvieron arena
y piedra tus oídos que no alcanzaron
a escuchar el gallo que sólo para tí
elevaba la cresta más sonora
no podrá la caricia ni el beso ni
la lágrima
detener el estrépito del día
al derrumbarse sobre tus ojos secos"
Jorge Arbeleche, La Bufanda (fragmento)
El poema de Arbeleche comprueba que no soy el único solterón que anda, y que, por la edad de oro, - todos quieren tanto a los viejitos que los enmarcan en oro -; que de noche teme no estar despierto al otro del otro día. Igualito al extraordinario poeta uruguayo, de noche no le pongo la cadena de seguridad a la puerta porque, de no estar despierto al otro día del otro día, le evito a los que entren al apartamento tras el olor a podrido, que tengan que romper la puerta. Que no destruyan nada de lo que se queda.
Las cartas y otros documentos están organizados y puestos sobre el escritorio, y como no quiero que las sabandijas y ratones se apoderen del apartamento, los platos los dejo fregados y la basura llevada hasta el extractor en el pasillo, y me quedo esperando hasta que oigo que la misma ha llegado hasta el fondo y se junta con el resto de los desperdicios donde la esperan ratas, ratones, cucarachas, y, ¡a saber!, qué otros personajes beckettianos viven allí en el fondo del basurero, enterrados, esperando por sus alimentos.
No comments:
Post a Comment