Señora, ¿por qué usted quiere vivir mi vida? Gracias por sus consejos que reflejan mas su deseos de controlar que una concepción clara de cuáles son mis principios, mis creencias – racionales y bien plantadas - sobre cómo quiero vivir la vida. Si quiero vivir bajo una carpa, las estrellas, la lluvia y los vientos, esa es mi vida, señora.
No se fija
usted en mí, señora. La guían sus
agendas. Sus miedos y estructuras no son los míos. Usted se casó, yo no. Los
hijos, los nietos, abuelos y todo ese andamiaje de familia que le sirve de apoyo
o, peor todavía, de razón para usted vivir y sentirse líder, dueña de un grupo
no me atrae. Esa era la misma razón por la cual nunca fui comunista. No me
atraen los grupos mas allá de su igualdad en las relaciones que incluye la
libertad de ser y vivir como me dé la gana. Libertad individual que abarca ser
lo qué quiero ser.
¿Ser qué?, pregunta
usted. No sé hasta que me encuentro en un camino que deseo explorar y por ahí me
lanzo. A veces, llenos de piedras; otras, fluidos como el aire. Mis caminos no
son sus caminos. Los suyos los marca una vida hecha a base de mapas, programados.
Los míos se van haciendo a sí mismos, mostrando mundos que ningún mapa programado
revela de antemano.
Suélteme
los guebos, señora. Que si cuando despierto duelen es para dejarme saber que no
soy como usted; que es en cada mañana donde la hombría se siente, duele, y en muchas
ocasiones, la erección hasta molesta. Déjeme
mear tranquilo, señora, pues es en ese momento cuando siento mi cuerpo entero mientras
el pene lentamente a su tamaño más pequeño regresa y me habla.
Con esta me
despido, señora. Ve usted, no sólo el
camino es distinto; las sensaciones y el cuerpo lo son también. Vuelvo y repito, déjeme mear tranquilo, señora.
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