Una gata que se acuesta, se levanta cuando
quiere, come todo lo que plazca en un piso sin confines. Una gata que demanda
un servicio esmerado.
Una perra que le sigue, obediente y protectora;
sólo por sentirse poderosa, ladra cada cuatro horas. De la sala a la cocina,
hasta el baño se encamina una perra dedicada. A la gata rabo grande bien le
sirve, bien atiende esta perra dedicada.
Cuando la gata la llama, la perra servicial,
anonadada ante el rabo y orgullosa de su ama, corre y corre a su lado. Una perra
amaestrada le responde a la gata, una gata amanerada.
Sin ratitas ni ratones va la gata sin trabajo y
del tedio ya se enferma, ordenándole a la perra que le traiga el veterinario.
La perra, muy preocupada por la salud de su ama, corre por toda la villa para
encontrar jeringuilla y así curar a la gata. Llega muchas horas más tarde; y al
ver la gata dormida, creía que ésta moría, sin darse cuenta la perra, que sólo
tomaba una siesta la muy engreída gata.
La perra lloraba y lloraba, más la gata seguía
dormida. La perra estaba asustada, pues nunca se había encontrado sin su muy
mandona gata. La gata, que era muy vaga, estaba en profundo sueño; y lo menos
que pensaba, que aquella obediente perra andaba sufriendo en vano. La perra,
desesperada, la jeringuilla agarró y a la gata la pinchó, dando la gata
tremendo brinco, ladrando la perra de gusto al ver la gata de nuevo llenita de
vida y coleando.
La gata, no muy contenta, a la perra regañó, sin tener consideración por la situación de la perra. La malagradecida gata, en vez de millones gracias dar, a la perra le dio una orden de nunca tocarla de nuevo. La perra así lo hizo.
Un día de verdadero dolor, cuando la gata
estaba atrapada en un barril de tocino, la perra muy obediente a la gata no
ayudó. ¿Y saben ustedes por qué? Porque la gata le dijo que nunca la volviera a
tocar. Y ahora la gata se encuentra metida dentro de un barril de tocino, dando
vueltas sobre su propio rabo.
No comments:
Post a Comment