Luisa Pérez nació y se crió en el Bronx. Tuvo una vida típica de mujer procedente de la clase obrera; con poca educación formal, dejó la escuela antes de terminar la secundaria. Cambia lo que pudo haber sido el destino de su vida después de ser tiroteada por Juan Martínez. su compañero consensual. Una jueza de la corte de familia había emitido una orden que le otorgaba protección a Luisa; prohibía que el acusado se le acercase a la victima a una distancia de menos de treinta metros. Juan ignoró la orden judicial y trató de matar a Luisa en la Calle Brook, en el condado del Bronx. Este escrito describe brevemente elementos que caracterizan la evolución de Luisa.
Luisa fue asignada a un refugio para mujeres, auspiciado por la Asociación de Mujeres Puertorriqueñas Co-Dependientes, organización sin fines de lucro, fundada por un grupo de mujeres preocupadas por el bienestar social y económico de su comunidad, comprometidas con la lucha por la independencia de las colonias, en particular las colonias americanas en el Caribe. Entre los servicios que provee el refugio, y los cuales Luisa aprovechó plenamente, se encuentran lograr que las mujeres obtengan su diploma de estudios secundarios, y capacitarlas en el manejo de destrezas en la siguientes áreas: inteligencia emocional, mental y psico-motora, labores manuales y técnicas. Además de aprender a manejar las destrezas anteriormente enumeradas, Luisa aprendió a disfrutar de la lectura y aprobó con excelentes resultados las pruebas de aprovechamiento académico, administradas por el Departamento de Educación del Estado de Nueva York.
Continuó sus estudios y se llegó hasta un Community College del Bronx, fundado con el propósito de educar personas que viven en los márgenes de la pobreza. Entre las lecturas que más le influyeron, Luisa mencionó un artículo académico escrito por un psicólogo norte americano, que sugería una serie de pasos dirigidos a lograr la superación de todo tipo de miedos. Los pasos sugeridos en el anteriormente mencionado artículo le sirvieron a Luisa como referencia para ella poder entender lo que estaba viviendo en su nueva etapa como estudiante universitaria; y en un informe que entregó para cumplir con uno de los requisitos de la asignatura Métodos Introspectivos y las Literaturas Urbanas, escribió,
“Llegar a la escuela y sentarme en la clase fue un
triunfo emocional. Me puse tan nerviosa, que por poco no me aparezco el primer
día de clases. Un horror tener que enfrentarme a los demás estudiantes y al
profesor, por cierto, bastante informal y algo mal vestido. Llegar y sentarme
fue un triunfo emocional, Durante las
primeras semanas no me atrevía ni a hablar, hasta que llegó el momento de discutir una tarea que teníamos
asignada: explicar los procedimientos e instrumentos que un científico literario
usó durante una investigación que girabaen torno a la vida de la poeta Julia de
Burgos. El profesor planteaba que la literatura es reflejo de las comunidades que
sus textos recrean y representan; y que su desarrollo es paralelo al desarrollo
de esas comunidades; que se da de arriba para abajo y de abajo para arriba,
independientemente de la comunidad que sea.”
Antes de llegar al Colegio del Bronx, Luisa tendía a preferir las revistas de cotilleo; y una vez tomó el curso antes mencionado, estas revistas perdieron su encanto cuando descubrió la linealidad en la literatura farandulera. Aunque luego escribe que no perdió,
“…..de vista como éstas (las
revistas de cotilleo) me habían llevado hasta poder entender los nuevos textos
y los lenguajes de los profesores, sus andamios verbales, narrativos,
gramaticales que conforman los discursos y lecturas académicas, sus múltiples
referencias, tiempos, estructuras e ideas que le dan cohesión y abarcan un
todo, cualquier todo. Me encantaba como había aprendido a hablar. Frente al
espejo practicaba las oraciones que había leído en los artículos asignados por
mis profesores”.
Predecir hasta donde la llevarían los nuevos códigos, las herramientas científicas, no era parte de lo que los métodos proveían. Luisa quería llegar a otros sitios, no sabía cómo; y nos dice que sacó fuerzas de donde no tenía y preguntó en otra asignatura, Literatura y Vidas de Mujeres Criollas en el Siglo XIX,
"Profesor, ¿de la misma
manera que se estudian los textos para conocer sus fuentes y descifrarlas, se
pueden estudiar lo que dice la gente, las familias, los amigos para conocer por
qué dicen lo que dicen? La muy sabia y acertada respuesta del profesor, ‘No
hay caminos hechos. Andar y nombrar ocurre en la marcha. La
investigación científica, al igual que la moral, no tiene límites, en la misma todo es posible. Paramos y
escogemos lo que ya está allí. Se escoge. Te escoge. Lo escoges.’ Su discurso y
conferencia sobre la moral y las ciencias, su reconocer mi pregunta como valiosa,
su mirada tierna, su impresión, todo dirigido a mi me pusieron a levitar en camino
a mi casa. No veía a nadie: ni
al vecino de la ventana, ni a mamá que subía por la escalera. Acaba de entrar
en otra etapa el de mi vida.
El profesor le pidió a Luisa que trabajara como ayudante en un proyecto literario-científico que se dedicaba a investigar los vínculos entre la literatura y los crímenes que ocurrían en las zonas pobres de Nueva York y San Juan. Estas investigaciones llevaron a Luisa a continuar sus estudios doctorales y, en parte, sirven de fuente de donde se obtienen los datos y eventos que conforman algunos capítulos de la novela Radiotransistor (Gerardo Torres. Terranova Editores, 20011). Luisa continúa investigando las vidas de los demás y trabaja como editora de libros, activista comunal, y alfabetizadora en los barrios latinos de Nueva York.
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