Por allá por donde vivian los Hermanos Grimm se encontraba la casa de un loro. Maniático como nadie, neurótico a más no poder, Gervasio se llamaba el loro. La comida era su vida. Comía un poquito de todo, de todo lo que veía, pero nunca la comida completa. Gustaba de probar lo que de frente encontrase y nunca se le ocurría odo aquello terminar.
-Hay que solo saborear para jamás engordar- se decía a sí mismo.
Gervasio era vanidoso. Siempre quería lucir muy bien. Altanero y arrogante, caminaba muy erguido por los cuartos de una inmensa mansión. ¡Ay de quien se atreviese burlarse de su esbelta figura!, aquella que él paseaba por toda la inmensa casa donde el arrogante loro vivía. Allí, junto a una señora súper rica, a sus anchas reinaba el loro. No se le podía regañar.
Doña Pura Pura de Purapura se llamaba la señora, la que a Gervasio mimaba, y a Gervasio le dejaba hacer lo que le viniera en gana. La casa de Gervasio y doña Pura Pura estaba llena de muebles viejos, feos y bonitos. Los muebles de aquella casa sufrían una terrible enfermedad, sabían todos muy mal. Gervasio así decía.
Y es que Gervasio en su deseo de probar, hasta de los muebles comió. En caso de que le gustaran, muebles de cena iba a tener, de almuerzo o desayuno, merienda y sabe uno qué cosas más. Mas cuando los muebles probó, con cara de mal gusto, para su adentro se dijo,
- A mí esto no me gusta. Aquella mesa sabe a jabón. La silla a fondillo huele. El sofá es un reguero de sabores. La mesa es dura de roer. Después de tanto saborear, lo único que de esos muebles saqué fue un terrible dolor de panza.
Muebles no volvió a comer, pero manzanas sí. Las manzanas sí le gustan, aunque un poquito sólo come. Como ya les dije antes, Gervasio es muy vanidoso, y su cuerpo él bien lo cuida para no engordar de más. Manzanas de las que no engordan. En bizcochos no las quiere. En compota ni hablar. Directas del árbol a la boca, fresquecitas y nada mas. Rojas, verdes, chiquititas, brillantitas y gorditas, manzanas que lo llevaron a sufrir una terrible enfermedad. Creyendo que era manzana, una fruta muy bonita él mordió. Con dolores de estomago, saltando como un conejo, el loro se desmayó.
Dona Pura Pura gritaba de dolor -Gervasito, Gervasito, ¿qué te pasa mi lorito? Si sabes que sin ti no tengo vida ni deseos de vivir.
Con mucho dolor en el alma, doña Pura Pura al veterinario por teléfono llamó.
Don Vete Veterinario medicinas recetó, masajes cuatro veces al día y manzanas le prohibió. Nada curaba al lorito. Dormido parecía estar. Desmayado por el susto el doctor diagnosticó.
-¡Ay Gervasito, Gervasito no te mueras mi lorito- lloraba y lloraba doña Pura Pura, solita en su caserónsote. Lloraba todos los días, Doña Pura Pura, y el loro en su desmayo poquito caso le hacía.
Una zorra maliciosa, y que enamorada del
lorito, donde doña Pura Pura acudió.
Doña Pura Pura, boquiabierta y asombrada ante una lora que camina en cuatro patas, esto le preguntó -¿Por qué tienes dos patas de más?
-Para mejor caminar.
-¿Y esos ojos tan grandes?
- Porque mucho hay que ver.
-¿Y esa boca sin pico?
-Para poder besar mejor.
Sin encomendarse a nadie, la ardilla vestida de lora al lorito un beso dio.
Gervasio, al sentir el beso, del desmayo despertó y cuando de cara frente a
aquella lora tan rara, la reconoció y un grito pegó. La zorra salió corriendo, y doña Pura Pura al detectar el fraude, escoba en mano se le "esmandó" detrás.
El susto que pasó Gervasio de catarsis le sirvió: le quitó lo presumido, maniático, neurótico; y desde ese momento todito se lo comía sin protestar; menos las manzanas pues como por poco la matan, eran motivo de pecado capital; y al borde de la muerte lo podían llevar.
De este cuento nos enteramos por boca de una muy anciana lora que todo lo sabía y gustaba de contar, ya que los Grimm lo trataron de censurar, porque, y que según los lingüistas literatos, era un cuento que de Eva, Adán y Esopo se quería burlar.
No comments:
Post a Comment