"No", respondió el joven, " es mi tío abuelo".
"¡Uy!", exclamó el tío abuelo, "tan ricachón y decadente me veo como para parecer un viejo pargo."
El sobrino: joven y guapo, con tremendo trabajo en el mundo de la moda.
El tío abuelo: viejo y estrujado por la vida, maestro jubilado.
Ambos gays, con una cualidad en común: no les impresionan los tontos y tontas que andan buscando "groupies": los que tratan de absorber al significativo otro, de definir su identidad a base del status ajeno.
Escena en un bar: un "amigo", bastante mayorcito, del tío-abuelo invitó al sobrino a una fiesta y a tío no. El sobrino no dijo nada. Sonrió -lucía incómodo-, y quedó informado.
Luego, más luego, el sobrino-nieto agarró al tío-abuelo por la mano y lo ayudó a cruzar la avenida Ponce de León en Santurce, después de unas copas en el bar Tía María.
**(en la jerga gay boricua se los conocía a los hombres que pagaban a chulos como "pargos")
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