"No te pongas zafia conmigo" le dije, escribî en inglès, su primer idioma, a mi sobrino-nieto. Nació y se crió en el Middle America, bilingüe, fashionista de profesión, y muy ducho en el uso transgredido de los géneros, él/ella, conmigo su tío-abuelo -cuando nos da la gana, entre èl y yo, el uno con el otro. En otros momentos, si lo requieren, somos también los típicos tío-sobrino. Transgredimos porque podemos y queremos.
Su comentario cínico -"Quieres que le pida a Lagerfeld que te cosa otro modelito"- surgió porque lo molestó mi crírica de los trajes blancos que el Karl diseñó para la casa Chanel. Activó mi lengua de viejo gay malvado y tajante, y por eso lo regañé con un "no te pongas zafia conmigo".
"Parecen enfermeras, con los sombreritos trade mark y los sastres blancos" fue parte de mi critica a la pasarela de primavera, Chanel en París, 2017, que escribí antes de llamarlo "zafia".
"Mira el resto, y luego opinas": respondió.
Vi el resto y callé. Muchos de los trajes eran esculturas en movimiento. Una pena que las modelos, como se parecen todas, no le añadieran carácter, volumen, perspectiva, luz, ritmos particulares a cada uno de los detalles de las obras, con sus cuerpos anémicos, sin brillo, "border-line" catatónicas, reduciendo las esculturas de tela a trajes para ser vendidos. No transgredieron.
Sobre ese último comentario estuvimos de acuerdo, y sobre los cuellos de camisa que se pone la Lagerfeld, que ni él, joven a la moda, ni yo, veterano sin moda o fuera de la moda, nos pondríamos. Tampoco nos pondríamos los trajes sastre de Chanel porque nuestro "gender fucking" es lingūístico, aunque travestimos dentro de los parámetros masculinos, los que Lagerfeld y Chanel expandieron un poco, un poco de transgresiones.
Thursday, January 26, 2017
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