Schlossberg es el apellido del abogado histérico, nacionalista de escritorio, gritón con ínfulas de guapetón de barrio que acosó y trató de intimidar a unos empleados que hablaban español en un deli de Manhattan; cuyos efectos fueron todo lo opuesto. Quienes no hayan visto la respuesta del pueblo "de a pie" al comportamiento e ideología subyacente del abogado se perdió una muestra de lo que es una protesta creativa, divertida, respetuosa y, aparentemente, con mucho apoyo popular en la ciudad de todos nosotros. Bueno, que en Nueva York era de esperarse. Y si mi experiencia en el deli de mi barrio en los Heights de Manhattan sirve como evidencia de que ese efecto trascendió los eventos antes citados, entonces hay que agradecer la crisis creada por el abogado troglodita.
Llevo unos dieciocho años comprando el mismo menú en el deli de mi barrio, y cuando fui por primera vez le hablé en español a una de las empleadas, una joven latina completamente bilingüe. Ella me contestó en inglés, obviamente molesta que le hablara en español. Ocurre a menudo con algunos inmigrantes latinos, no les gusta que le hablen en español en sus trabajos; y uno, cuando lo sabe, pues les habla en inglés. Son tantas las razones que explican ese comportamiento, que se necesitaría un curso universitario para desenredarlas; y uno, que fue maestro en las escuelas de la ciudad, prefiere hacer el negocio que andar con defensas lingüísticas. Después de todo, los puertorriqueños somos expertos en ese tema. Hoy, a las cinco de la tarde cuando fui a pedir mi burrito vegetariano, mi ensalada de aguacate y mi brownie sin enervantes, la joven me habló en español. Sonreí de alegría, pagué, di las gracias, y le dije: "Ya ves, podemos hablar español sin que nadie nos grite". Ella sonrió, pero su mirada decía algo más.
Tuesday, May 22, 2018
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