Miles de ellos: gordos, grandes y gays. Osos -así gustan de llamarse- en montones, de dos en dos, en grupos pasean sus excesos físicos, sus deseos de ver y verse apasionados por la gula. Ninguno parece estar en dieta. Negros, blancos, amarillos, marrones, azules, cremitas, de todos colores saludan, abrazan, ríen a carcajadas sin límites, ocupan espacios, observan, catan, seducen carnes, vegetales, jugos, nalgas, penes, cuerpos con mucha lujuria y buen paladar ursino. Y no es que los crudos inviernos canadienses los obligue a encuevarse por seis meses. No todos los osos invernan. Es que la variedad gay no esconde su amor con grasas por la grasa.
Monday, May 14, 2018
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