Thursday, December 13, 2018

ACADEMIA VANIDADES SIN CÉDULA DE GRACIA

Los tres hombres mayores y con pinta de jubilados, cuyo poder adquisitivo bien puesto, su rol y apellidos con Cédula de Gracia en la historia de Puerto Rico, colegios y universidades de elites, les permite -o les hace creer- pavonearse por los bares de La Placita como si fuesen su feudo. Cada cuánto, por su habitual mesa pasan muchos a saludarlos; pocos son invitados a sentarse, y los que son, proyectan el mismo sentido del “Yo”. Ni la billetera que los enreda en sus chistes; ni el vendedor de seguros que todas las tardes toma sus Medallas en espera de bajar la panza que las cervezas nodietéticas engordaron; ni la señora que los besa, fueron invitados. De los demás, esta última es la única que no parece darse cuenta, que no va a lograr sentarse: sobre maquillada, vestida a su edad -cincuentona- con mahones apretados, rasgados, t-shirt estampada, desbalance entre color de la cara y cuello, con modales y gestos trillados, aprendidos a través de sus lecturas; cree ser parte del iluso mundo de los señores con feudo, alarga la conversación, pero no es así con ellos; en las caras se nota desde dónde la observan y juzgan. Cuando la señora -consciente de que no la van a invitar a sentarse- se despide, uno de los apellidados con Cédula de Gracia dijo: ”Aprendió a pensar leyendo a Vanidades”. 

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