Monday, December 3, 2018

EL ÁRBOL DE NAVIDAD: ESCUELA RURAL DE LAS MAREAS 1962-63

Acababa de cumplir los 18 años, enclenque, poco maduro para trabajar como maestro en el barrio Las Mareas de Guayama, con casas construidas sobre los pantanos que bordeaban la bahía de Jobos; y para hacerme cargo de dos padres y un abuelo enfermo, graduado con un grado asociado de la Escuela Normal para maestros de la Universidad Católica Santa Maria, Ponce, Puerto Rico: maestro en una escuela rural con dos salones. Los estudiantes no sabían que yo era tan pobre o más que ellos; algunos iban descalzos a la escuela. En el barrio, como muchos maestros rurales de aquella época, hacíamos compras colectivas de libretas y lápices para que pudiesen tener sus útiles escolares.  La Navidad estaba cerca. A nuestro árbol lo encontramos entre las palmas que por allí abundaban; la decoramos con papelitos y alguna que otra bombillita de colores. La comida de la fiesta fue la mejor sorpresa. Decidí invitarlos a mi casa en el pueblo y para su asombro, mi casa era más pobre que la de ellos, sus mamás se parecían a la mía, y todas juntas prepararon pasteles y golosinas de la cocina navideña puertorriqueña. Como papá había sido picador de caña conocía muchos de los abuelos de mis estudiantes. Tremenda algarabía. En casa nunca pusimos árbol hasta que mamá años más tarde, después que yo me fui del pueblo, compró uno artificial y lo estuvo decorando por muchos años.  La palma que usamos en el salón de Las Mareas, a estas alturas de la vida, al igual que aquel barrio de picadores de caña y pescadores que fueron removidos de sus casas para construir las petroquímicas y farmacéuticas en aquellos terrenos y antiguos pantanos, dados los datos aterrorizadores sobre enfermedades pulmonares y cancerosas causadas por la contaminación ambiental en esa zona de Puerto Rico, debe haberse convertido en estiércol o estar cubierta con desperdicios tóxicos.

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