Eres, una travesti, y al no aceptarlo, eres un descarado. El maestro te vistió con ropas de mujer; te pintó dos veces. Si creían que con tu sonrisita y tu boquita apretujada nos iban a engañar, te equivocas. Te he leído hace mucho tiempo. Conocí quién eres y de dónde vienes. Me informé muy bien sobre tus juegos con tu gran maestro. Travesti. Eso es lo que eres una vulgar y vividora que traviste para esconder su verdadero yo, y no para expresarlo plenamente. ¡Y que ayudante! ¡Y que aprendiz! ¡Ja! Lacra, parásito. La historia te ha delatado. ¡Esos colores! Ese efecto vaporoso, esa superposición de varias capas de pintura extremadamente delicadas, esos contornos imprecisos, esa vaguedad y lejanía no esconden quién eres. ¿Profundidad? ¿Tú? Profundidad tenía quién te hizo. Eras un donnadie, y tu maestro fue el que te dio poder, permanencia, historia, eternidad histórica. Tu yo quedó detrás de los óleos, los contornos imprecisos, y el maestro a propósito te envolvió en esa especie de niebla para difumar tu perfil y darle más importancia a la atmósfera y a la recreación de tu yo que a tu yo mismo. Si no fuera por el cuadro, hoy no estarías aquí. Mira como te miran mis estudiantes, perplejos, no están acostumbrados a que nadie te hable así, a que te las cante sin predicamentos, a mostrar tu verdadera cara. Tan buenos, tan obedientes, tan embelesados ante tanta belleza, cultura, tan impresionados por ti y lo que representas. Tan en busca del lenguaje fosilizado, de las interpretaciones en la academia. No eres la única vividora. Ellos también lo son. Aquí están en espera de hacerse miembros de los escogidos, los que residen en las torres de marfil. Los que flotan sobre las masas son tan vividores como tú. ¿Por qué se van? ¿A qué le tienen miedo? ¿A otra versión del mundo? Mira a quien tienes al lado. A esta, tan doméstica ama de casa, siempre esperando frente a esa ventana, aburrida. Vete a trabajar, vaga, deja de estar dependiendo de tu marido. Vestida para jugar el papel que te corresponde. Por lo menos esta otra se vistió de mujer y transgredió. Tú no te atreviste. Señora pequeño burguesa. Patética. Cumpliste con lo que te decían que fueses. Te ves llena de tranquilidad, feliz y agradecida por lo que Dios te ha dado. Con ese modelito de tejidos flamenco, con ese sombrerito de muy fino lino, tan lindo, blanquito. ¿Se van? Flamenca de mierda, contigo y con Vermeer hablo más tarde. ¿A qué le huyen? ¿A la verdad? Y tú mi querida Mona Lisa, sigues ahí sonreída, riéndote de todos ellos y de todos de nosotros.
(Dedicado a todos mis estudiantes: los que llegaban listos para conocer el mundo y transformarlo en virtud de sus historias y sabidurías, enfrentándolo a mis historias y sabidurías; pero también, a los que procedían de mundos pequeño burgueses o aspiraban a serlo, y usaban el magisterio -para muchos, su única opción, aunque fuesen ingenerios o médicos en sus países de origen- como carrera que les permitía vivir de acuerdo a ciertos valores socio/económicos; deseaban ser parte de -y compartir con sus iguales “americanos”- las clases medias suburbanas de los EEUU. Cómo ocurre ese posible processo de integración/segregación/destrucción es para otro cuento. )
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