Tembandumba, la diosa yoruba que asesinó a sus hijos para bañar con la sangre a su pueblo y así salvarlo en la guerra, sigue caminando por la encendida calle antillana antes y después de que Luis Palés Matos la codificara en su libro Tuntún de Pasa y Grifería.
“¡Sus mis cocolos!” nos cantaba Palés, mientras Tembandumba culipandeaba por el Caribe, y contrario a las muy miopes lecturas folklóricas o racializadas de su libro, es ese español caribeño y todo lo que en él se dice, lo que le dio y le da vigencia a a lo recreado por el poeta en su obra. Un español criollo que representa las vivencias del mestizaje, y los pueblos que lo gestaron, cuyas influencias africanas no se pueden negar, mucho menos evitar: los españoles jamás culipandearon en/con su poesía.
El "caderamen, masa con masa" mueve con sus ritmos, estructuras, los significados de todas las masas, para incluir a los que trascienden y retan los modelos culturales y políticos que ejercen el control en un momento histórico. El caderamen atentó contra la metrópolis ibérica; hoy, contra los fundamentalistas de todo tipo.
Tembandumba mató a sus hijos para salvar a su pueblo: sacrificio que salvó a otros más allá de los confines de África. El idioma, asesinado para algunos; transformado para otros (por las experiencias y fenómenos que lo moldean), salva a los descendientes -directos, indirectos y mejunjados- de la mítica diosa y a todos aquellos que se benefician de los nuevos códigos, ritmos, estructuras.
"Por la encendida Calle Antillana" culipandeamos el lenguaje al ritmo de “rumba, macumba, candombe, bámbula”.
"Por la encendida Calle Antillana" culipandeamos el lenguaje al ritmo de “rumba, macumba, candombe, bámbula”.
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