La furia del que despertó la curiosidad y deseo de explorar las distintas formas que ciertos gays usan para expresala, recordó al conocido de Guayama que no hubiese socializado en el pueblo con gays de una clase social que él considerara inferior. Su desdén por los pobres surgía de una furia que era aparente en mucho mâs que su clasismo: cuerpo medio torcido, incapacidad para expresarse con fluidez, voz poco relajada y cómoda con el idioma. No toleraba que le desmontaran sus posturas y narrativas guayamesas porque, no dudo, sus inseguridades y miedos serían activados. Quien despertó la curiosidad fue un reconocido diseñador, que sonreía mientras hablaba con otra persona, frunciendo la cara completa. Una sonrisa poco feliz, controlada, evitaba ser arropado por el placer que lo estimulaba; o una sonrisa guiada por el cinismo, la vena que carga el veneno, el “self-hate”: odio a sí mismo. Cada uno de nosotros ha sido moldeado por su entorno; y el entorno de amor, caridad, compasión, apoyo no ha ayudado mucho a los gays furiosos que deambulan por La Placita.
Sunday, March 8, 2020
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment