Fuera del sepulturero, beatos y beatas, espiritistas, curanderos, o egos en busca de expulsar sus remordimientos, ¿quién necesita un cadáver?
No lloren si no me invitaron a sus fiestas de cumpleaños, aniversarios, o permitieron los chistes sobre viejos maricas, o se aseguraron que no me acercara a sus hijos o amigos por miedo a que se contagiaran con el virus del sida, el que conmigo anda por todo mi cuerpo, o quizás no, quizás el vih decidió morir antes que yo, porque era preferible dejar mi cuerpo a tener que ver la cara de los ladrones en el templo, los muy católicos hipócritas que rezan, y que para salvar mi cuerpo.
No me vengan a buscar, si yo me encontré hace mucho tiempo y los maté por estar muertos.
(génesis de un diario en involución)
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