Atemorizan todavía más cuando no son solo los políticos y sus reverendos los que profesan esas ideas; sus arcas reflejan millones de dólares donados por personas que están de acuerdo con ellos. Personas que pueden ser los vecinos, la señora que atiende el colmado, el señor que sirve la comida en el restaurante, el obrero que viene a arreglar la nevera; cualquier hijo de vecino que anda cerca por ahí.
Aparte de los no creyentes, la creación vista por los judeo-cristianos y sus intérpretes intelectuales, enmarcados en modelos euro-céntricos, formulan una visión de la creación algo finita, al margen del bien o el mal. Otros grupos y culturas la explican desde una perspectiva que sostiene que no hay ni principio ni fin, evolución continua, reencarnación y/o transformación espiritual.
En el modelo de los textos escritos en el desierto y zonas del Oriente Medio, estas otras visiones, no dudo, caen dentro del mal, y quizás sostienen que estos creyentes deben ser “salvados”, “castigados”, o eliminados (dada las historias de las guerras y las religiones no debe sorprender el que haya miembros entre los que le donan dinero a los políticos promoviendo el genocidio). No andan solos, son apoyados por miles y miles de seguidores. A saber si algunos de ellos son los vecinos que todas las mañanas saludan con un, “Good morning”, sirven el café en la esquina, atienden en la lavandería, preparan las sopas en la cafetería, o trabajan como profesores en CCNY (lo digo por experiencia propia). Averigüe, antes que sea muy tarde.
Y todavía hay miembros de los grupos LBGTT, que piensan que una vez logren el matrimonio igualitario, "seremos felices por saecula saeculorum, y este cuento se ha acabado".
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