Crecí contigo en cada bolero, con cada bolero. "Te quise con alma de niño", sincero, embriagado por el deseo, entregado por completo, engañado por la ingenuidad, para, "sin esperarlo", ser llevado a darme cuenta "que todo fue un sueño" cuando luego, en otra calle, otra esquina, "vi gente correr y no estabas tú".
"Eres mi bien" -susurré- "la primera noche que te amé" -en Punta, ¿o fue en Montevideo?- "lo que me tiene extasiado", intranquilo, reemplazando la necesidad de ir al cielo, porque "la gloria" eras vos; ojos verde-gris que me incitaron al amor, "luciérnagas furiosas" que fueron mi consuelo, "que le dieron luz a mi vida, apagándola después". Luis Miguel, en el fondo, entendió que aquella "puerta se cerró detrás de ti", que te ibas, pero que volverías con otro bolero, en otro bolero, con Manzanero.
"Mía" logró consolarme, me preparó para lo que vino después: aceptar que aunque fuiste mío, ibas "por otro camino", que jamás nos juntaría "el destino", pero que no me desanimara; que con Manzanero te encontraría de nuevo, distinta, atrevido, cambiada, dispuesto a experimentar "nuevas y mejores emociones", a mirar "la luz del otro lado de la luna", a sentir sus faces en cada loseta, sala, terraza, puerto, bolero; reconocer que dentro de mis entrañas tu melodía, tu amor, "tu presencia no la cambio por ninguna".
-¿Bailamos?
-Sí.
-Sí.
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