La nena preguntó qué eran las manchas blancas en el espaldar de los bancos en los "Morningside Gardens". La muy didáctica madre -mientras movía su brazo y mano derecha, señalando hacia los aires y las plantas ornamentales (la mayoría de las matas son traídas por una compañía de jardinería y sembradas todos los años; pocas son nativas o aguanta-inviernos)- respondió (mi traducción pues la conversación fue en inglés) que era "la caquita" de los pajaritos que por allí volaban.
La nena miró al señor sentado en uno de los bancos, abrió los ojos, torció los labios en señal de disgusto, luego miró a su muy paciente y flemática mamá, hasta que no pudo callar: "He is going to get sick". La madre con cara de desinfectante ambulante no dijo nada; frunció el ceño y los cachetes, como si aprobase el disgusto de la nena.
El señor, maestro jubilado, siempre dispuesto a participar del cualquier momento pedagógico, dijo (en inglés): "No te preocupes porque ya ahí no queda mierda. Es polvo blanco como la tierra que pisas cuando caminas descalza por tu casa, el patio, la playa. Si quedan animalitos en ese polvo, son tan chiquititos que ni los notas".
Casi ahogadas por lo confrontado, siguieron camino y no dejaron que el maestro jubilado les explicara porqué la mierda de los pájaros es blanca, y les recomendara un ensayo por Lynn Margulis sobre vida, microorganismos, montañas y tierras, publicado por el antiguo CCNY Workshop Center. Que no se dan cuenta que del polvo vivimos, no está completamente muerto, y con él convivimos todo el tiempo. Es que hay madres que son "environmentally-challenged".
No comments:
Post a Comment