Limitados los espacios; dejados vacíos por el cambio en las rutinas, las tardes en los bares, restaurantes, paseos por la playa, cuarentenados.
Regreso a la antigua pantalla del “not so flat screen”. Veo telenovelas sobre narcotraficantes; tramas interseccionando los gobiernos de distintos países y el crimen bien organizado.
Regreso a la antigua pantalla del “not so flat screen”. Veo telenovelas sobre narcotraficantes; tramas interseccionando los gobiernos de distintos países y el crimen bien organizado.
Temas nuevos, personajes acartonados, igual que cuando aparecían en series sobre mujeres villanas quitando maridos a mujeres buenas; todos bien ricos, con criadas mâs obscuras de piel. Sobreactùan.
Aquellos años mozos, los cincuenta del pasado siglo: los jóvenes “avant-garde” del pueblo nos burlábamos de esas voces estudiadas, cursis, asuntos trillados. Los imitábamos, posábamos y nos reíamos.
Teatralizábamos. No era del agrado de nuestras madres y vecinas que vivían con y casi dentro de aquellas historias y sus capítulos diarios. Después de preparar, servir la comida, fregar, y ver el noticiario, escapaban sus cuarentenas.
Aquellos años mozos, los cincuenta del pasado siglo: los jóvenes “avant-garde” del pueblo nos burlábamos de esas voces estudiadas, cursis, asuntos trillados. Los imitábamos, posábamos y nos reíamos.
Teatralizábamos. No era del agrado de nuestras madres y vecinas que vivían con y casi dentro de aquellas historias y sus capítulos diarios. Después de preparar, servir la comida, fregar, y ver el noticiario, escapaban sus cuarentenas.
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