“No me sobes que yo no soy pan” -en alusión al “pan sobao” puertorriqueño- le decían los jíbaros a los que gustaban de elogiar o decir lo mucho que querían al tal o cual sujeto. Para el jíbaro, eran falsas adulaciones o señas de que se lo podían comer calientito. Algo parecido sentí ante una de las respuestas que recibí después de postear un escrito donde comparo la homofobia y racismo en City College, durante la época cuando surgió el VIH, con estos momentos ante el Coronavirus. Una excompañera -aunque era de ideario liberal, no fue muy solidaria- me escribe, no para explorar mis experiencias o discutir el tema, sino para decirme que “a pesar de todo, ella me recuerda con cariño”. No es o fue la única. Un buen repaso de la literatura que describe, recrea y explica esas relaciones y usos del “poder” entre razas, clases, sexualidades, procedencias o etnias, serviría para colocar este caso dentro de un modelo teórico más amplio. Uno de los constructos en dicha literatura sostiene que hay quienes creen estar en control, al margen o fuera de cualquier crítica, y esta postura no les permite aceptar que hayan sido parte de esquemas racistas, homofóbicos, sexistas, de clase socioeconómica. Tengo suficiente evidencia para comprobar que ella lo fue, elogiaba para luego hornearte y comerte como un buen “pan sobao”.
Thursday, April 16, 2020
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