Dos semanas o tres más tarde, después de yo ser diagnosticado como seropositivo, un amigo se encontró con ella y le contó sobre mi status. Hacía años que había perdido contacto, aunque me había enterado por otros que ella se había casado, mudado para el Mid West, regresado a Nueva York y dado tremenda fiesta para celebrar la fundación de su empresa. Entendía muy bien que ella era una mujer con aspiraciones a ser parte de la burguesía liberal gringa, y que yo -algo anárquico- no cabía dentro de sus esquemas socioeconómicos. No pensaba volverla a ver hasta que me llamó e invitó a que nos encontraramos para cenar. Lo primero que ví no fue tanto su cara y cuerpo, sino el pronunciado lazo rojo que llevaba en su blusa. Solidaria con la marca en la solapa. El virus de hoy no le permite ser burguesa liberal comprometida -desde el lado opuesto- con el otro, vistiendo un lazo.
Saturday, April 4, 2020
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