Cada sofrito responde a cada plato y sus autores, cocineros de profesión o no. Las guerras por el sabor a base de (no todos incluidos en cada sofrito) culantro, cilantro, ají dulce, cebolla, ajo, aceites, mantecas, tocino, achote, sal han llegado a ser razón para divorcios como compromisos de amor eterno. Esas luchas no solo se dan en Puerto Rico. La reputación de un conocido chef francés de principios del siglo 19 fue atacada por todos lados, menos por la calidad de sus salsas que eran tema de conversación; hasta hacían llorar a la aristocracia y burguesía de la época. Los intelectuales y críticos del régimen lo usaron como carne de cañón, armaron toda una historia sobre su persona, siendo su restaurante quemado por las turbas. Una generación más tarde, Balzac delata la injusticia cometida contra el chef. Los sofritos pueden causar placeres, incomodidades y, por causa de la cuarentena, cambio de menú, si la red que provee los suministros a los placeros en Santurce no ha podido traer -para unos gandules guisados con bollitas de guineo- orégano brujo.
Saturday, April 18, 2020
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