Wednesday, April 29, 2020

CUARENTENA DE LOS AMANTES

Tomaron la clase juntos. Durante las quince sesiones del curso Textos y cuerpos políticos, ofrecido por el nuevo programa de estudios sexuales en Humanidades -la muy perseguida y marginada facultad de la UPR-, discutieron posiciones encontradas en cuanto al individuo versus el grupo histórico, emancipación y comunidad, el amor como fuente teórica. Cualquier hijo de las islas puertorriqueñas hubiese palpado de inmediato que la distancia creada por las diferencias, causadas por las crianzas -uno en una finca cerca de Adjuntas; el otro en un condominio de las altas clases medias en Miramar- no importaban, ya que los ojos de un hombre deseando a otro no mienten; ni aunque cambien  la mirada y la enfoquen hacia el exterior, los estudiantes que suben y bajan por los pasillos marcados por las huellas de tal o cual académico sabio o laureado poeta; algunos, y que hasta fueron amantes. . 

Las primeras reuniones, después de clase, en una librería café en Rio Piedras, junto a compañeros del curso, aspirantes a serios narradores de la vida, analistas y críticos de Ramos Otero o Foucault, idealistas y pragmáticos, teoría qüiar o colonialidad e intersección, sirvieron para dar el próximo paso: “¿Vamos al Tía María?”; “¿A Santurce?”; “¿Nunca vas por Santurce?”; “A veces”.

Último semestre de ambos, graduaciones en Ciencias Políticas y Pedagogía, planes: “Tengo una beca para hacer la maestría y doctorado en España”; “Aprobé los exámenes para la certificación y ya conseguí la licencia para trabajar como maestro de ciencias”; “Me puedes venir a visitar”; “Con dos hermanos más chiquitos y los viejos en los cincuenta, lo veo difícil”; “Me estoy enamorando”. 

Ambos conocieron las familias, amigos en común, cenas en la ciudad y visitas al campo llenas de confrontaciones regionales, raciales, socioeconómicas, paternalismos metropolitanos, desdén jíbaro: “Sin el diminutivo. Sí soy del centro de la isla, de Adjuntas”.:

El muchacho de pelo negro, lacio, más largo que lo de moda entre sus iguales estilizados por Ricky Martin, estaba en guardia frente al hombre delgado, alto, metal de voz con toques impositivos, santurcino, tonada de chico burgués de San Juan; un parlanchín que primero había contado sobre sus estudios en la secundaria de la UPR, la UNAM, disertar sobre la fundación de Santurce por esclavos que fueron liberados por el Reino de España. El tercero en el grupo, enamorado al fin, sonreía ante la crudeza y franqueza de su deseado y le era obvio que su amigo no aprobaba su relacióncon un chico tan jíbaro y algo cerrero en su forma de ser; y peor, sentir que su cómodo mundo se derrumbaba.  

“Lo de jibarito es un poco ofensivo si eres un jíbaro de ochenta años”; “Como cuando hablan de aquella negrita joven o vieja"; “Santurce no existía para esa época, y fue un terreno otorgado por el Reino para formar un poblado, y no el hato completo, que pertenecía al rey”; “Qué paz se siente aquí”; “Te vas a estudiar a España”; “La finca produce pero sin el salario de mi esposa no pudiesemos sobrevivir”; “A veces, pocas, vamos por asuntos médicos, especialistas”; “Mis padres nacieron en Santurce y yo, y mis tres hermanos”; “La finca era de mis abuelos, antes de mi bisabuelo, en terrenos  heredados de sus padres, que fueron concedidos como resultado de la Cédula de Gracia”; “El café es de sombra”. 

Un romance cuyos amantes lo viven sobre planos distintos, necesariamente, no pierde la pasión; existe en una dimensión despreocupada por el futuro. Noches en la playas, fines de semana sin salir del cuarto en el hotel, fiestas, despedida: “Sales en dos semanas”; “Vas a dar clases en Utuado y viajas todos los dias”; “Nos vemos en Navidades”; “No voy a poder viajar en esas fechas, los viejos van a pasar las fiestas en Madrid”; “No entiendo por qué tienes que quedarte para ayudar a tus padres?”; “Qué callado estás”; “Me vas a hacer falta”. 

Dos huracanes, temblores de tierra, una plaga lleva a los dos amantes a reformular sus planes: regresar a Puerto Rico; abandonar el pueblo, tratar, juntarse de nuevo. Ni las discusiones sobre el Sida, las lecturas, anécdotas, experiencias contadas por algunos sobrevivientes, invitados a la clase Textos y cuerpos políticos; ni las luchas, marchas, idearios, estructuras y consciencias que aquella epidemia generó entre los hombres gays, lesbianas y algunos aliados, prepararon a los dos amantes para la nueva pandemia. Un mes y medio más tarde, acostumbrados a sus nuevas rutinas, estudiadas y discutidas como buenos productos de su generación formada en -por- la teoría qüiar, decidieron explorar, preguntar cómo los gays que vivieron el ser estigmatizados y encerrados, frente a narrativas médicas, morales, obscuras, dirigidas a ellos durante los ochenta y noventas, respondieron ante aquella otra cuarentena. 

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