Elías Canetti exploró en sus libros La antorcha al oido y Masas y poder un fenómeno que previamente no fue estudiado con detenimiento: el protagonismo de las masas en las dinámicas sociales y políticas. Las masas que responden al unísono sin chistar o preguntar, llevadas por las estructuras que dan coherencia al inconsciente -dice Freud en un artículo que mi amiga Miss B, psicoanalista alemana, me envió/anexó hace muchos años en un email-, a actuar de acuerdo a unas narrativas interiores que los miembros tienen en común: el hambre, la gracia, el miedo, la necesidad de sentir otro cuerpo cerca, muy cerca.
La cola en el supermercado no era muy larga, cumplía con todos los requisitos impuestos por el Estado y sus autoridades sanitarias. Entramos, compramos, salimos. Una fila de ese tipo en Puerto Rico rompe con una particularidad nacional: el carácter parlanchín de sus habitantes. Como pocos, se entrometen, sin pensarlo dos veces, hasta en conversaciones ajenas en una guagua, un banco de la plaza, entre uno y la cajera en el supermercado. Hoy, no lo pueden hacer como antes, e, incluso, aquellos que rompen con algunas órdenes (he visto en la tele que ciertas colas son menos estrictas) también han ido interiorizando valores, ideas sobre las relaciones sociales; desestructurado los andamios inconscientes que sostienen los ires y venires de la masa.
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