"¿Y entonces?" trasciende la interrogación. Es casi una negación. No puede aceptar la posibilidad de que el amante o...., ¿el bolero?, no regrese.
- "Cuando vuelva a tu lado" oí cantar.
- ¿Quién cantó?
- Mentira, mentira, mentira.
- ¿Quién mintió? ¿A quién?
- Lo quiero con alma de niño.
- ¿Cuándo aparece? ¿Desaparece?
- ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
"Ya son las doce y no llega". Tito Rodríguez espera y espera. Sin embargo, ante la posibilidad de que el otro, la otra, la idea, el cuerpo literario no regresen, no se da por vencido. "¿Y entonces?"
Vuelve y hace una cita con la amada, lo amado, el texto, o consigo mismo sin concertar un encuentro concreto y preciso con lo deseado, esperado. Se convence de que la incertidumbre es parte de lo que depara el caminar por la vereda tropical o navegar en la barca gatiquiana.
Ansía, contempla, reconoce que es imposible "poder olvidarte si dentro, muy dentro estás tú", espera que haga su entrada, lo acaricie, lo bese, consciente o no de que "...después de pasar la tempestad/ quedará sobre la calma un inmenso vacío" entre sus brazos "o tal vez un corazón hecho pedazos", una página en blanco, una cama vacía, o una guitarra que repite la misma nota.
- ¿Me hará lo mismo que ayer? Soy su arena movediza, humedecida por las olas.
- ¿En Punta? ¿Dónde se esconde? ¿Se pierde "en la inmensidad del mar"?
- No puedo repetir las cosas que me dijo,
- ¿Por compasión?
- No, por miedo a que cuando vuelva a mi lado me niegue sus besos, sus palabras, y no quiera contar los "latidos de nuestro corazón".
- Se te olvida, que cuando alguien sin querer te nombre, y esa lluvia de recuerdos caiga en su alma otra vez, preguntará: "¿Y entonces?"
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